31.3.08

La prueba inexorable de que los vacíos terminan rellenando otros vacíos.
Cómo explicar. Cómo hacer entender. Es como rubia en telenovela de nueva y media, queriendo decirle al estupefacto de su novio que tuvo pito.
Esto es más otra cosa (ja!). Y no se entiende, porque hay conceptos establecidos para todo, hasta para saber qué es un concepto. El vacío es para cualquiera como un agujero negro, una faltante tan grande que agobia y presiona, asociada a la oscuridad, ese dibujito de ondas de luz entrelazadas, anulando sus direcciones.
Y los rellenos, de tantos tipos, son el sólido piso sobre el cual andar. La firmeza con que todo sonríe o llora, pero hay algo que sonría o llore. En los vacíos, aunque parezca que siempre llueve, nunca hay nada, ni agua ni lagrimitas breves.
Para salirse así es necesario experimentar, llegar a toquetear el código que, decodificado, tiene inmensas posibilidades. No sabe nada nuevo el que no está metido en las situaciones más ambiguas de la vida. El que no se atrapó en un zigzag en un baño de parque de diversiones a voluntad, en un ruidito que le recordó por un momento una imagen venida de otra galaxia.
Y así, así se construyen los conceptos absurdos (aparentemente). Así se explica que los vacíos terminen rellenando otros vacíos.
Aún no está muy claro, pero quizás se pueda hablar de un vacío principal que es rellenado a fuerzas de otros vacíos. Es que, como todo, a medida que pasa el tiempo, se va descubriendo que no todo es tan así como se creyó. Entonces, en los vacíos, que imaginaremos como cápsulas negras inundadas de la más inmensa y espesa oscuridad sin aire, había algo. En las paredes de estas cápsulas negras algún explorador raspó curioso y sobre la mano le quedó un residuo negro, raro, blando y suave. Negrísimo residuo. Entonces propuso que los vacíos pequeños, que son múltiples en la vida de todos, van descamando sus paredes de cápsula, tirando dentro del vacío principal esos residuos negros y blandos. Así, uno empieza a notar que l mayor crisis existencial comienza a rellenarse, y todo está lleno. Lleno de vacío.
Hay que entrenar a la mente para entender cómo es que pasa algo así. Pero no, lo que realmente hay que hacer es dejarse morir un poco, llenarse de vacíos y llenarse. La ausencia de materia, que no existe realmente porque no existe materia para compararlo y notar que falta algo.
Cómo decantan y qué pasa cuando el vacío principal se llena de todos los otros, no lo sabemos. Por ahora solo hemos transitado una mínima parte del largo camino, y esta tarde estuvimos pendientes de los pasos de otro gran conocedor de lo que es estar completamente entregado a la ambiguedad de ser. Lloramos lágrimas dedicadas a sus más tristes recuerdos, le agradecimos que colabore a la causa y le besamos en la frente suavemente, porque entendimos, tal como lo comentan en un videito donde posiblemente hablen de él, que la muerte es el mejor esponsor.


Pero para tus delicias yo no tengo tiempos, y no hay barreras de vida que puedan detener lo conmovedor de tu voz, tantas tardes cantando mis propias canciones. Porque para tus delicias yo no tengo tiempos, estamos llenos, estamos jodidos y olvidados... somos restos de paredes en el vacío del universo. A los hombres lindos muertos a escopetazos de malos tratos, a esas caras de euforia fresca reluciendo en blanco y negro, a ese timbre de licor dulce, a esa cara de haber sentido tantas veces cómo se mueve el péndulo en tu cuento de terror. A todo eso, cantamos la mejor de las melodías para invitarte a descansar en paz. Y tomar otra vez en tus manos el delirio puro, la ternura derrochada, que nos queda tanto tiempo y hacés tanta falta vos, viejo eterno en la retina del mundo, sin concretar glorias y condenado a ser recordado en el olvido.
Y todo fue por una noche que se ha empecinado en mí.


ED viviendo, latiendo - mondongosymosquitos de fin de marzo

28.3.08

Pelos, cursivas, escaleras gastadas.
Rubios de mentiritas, demencias, habladurías de más.
Son esas cosas que describen cosas. No voy a parar hasta encontrar el agua en el pozo. Aunque tenga que acostarme en la arena para que el brazo llegue hasta abajo, y más abajo.
No voy a parar. Hay una erosión que es necesaria, entonces el agua...
Todos los colores imaginados tienden a proyectarse. Entonces por Libertador la gente es un proyector andando, se puede adivinar qué pasa en sus fibras ópticas. Tal cual.
Quiero quedarme así para siempre, sin que llegue Galicia nunca, sin la ronrisita de dientes triangulares y sin esa pierna de otro planeta que, no sé, pero la sacaría.
Y sin que algunas gentes quieran seguir con el método inacabable de formar personas que, desde el vamos, deben saber quien está arriba y quien está abajo.
Busco adherentes a la causa de la construcción en vez de la transmisión, de la cooperación en vez de la obediencia, de la responsabilidad en vez de la obligación, de la igualdad en vez de la autoridad.

Hagamos como que hace horas que estamos despiertos y vayamos a dormir.


Para siempre.

26.3.08

- Es como el monito de Poe.

- ¿Tan así?

- Sí, vos ya sabés, ¿no? El monito quiere copiar al amo afeitándose, y un monito con una navaja se corta todo.

Soy amo y monito siempre que la ciclotimia pueda. No tengo dios, pero mi mente determina y yo con la cara cortada. La cara cortada.
No me pagan, por la plata no baila este mono, tiene los bolsillos vacíos y el pantalón manchado de rojo.

Se hallaba sentado ante un espejo, teniendo una navaja de afeitar en una mano. Estaba todo enjabonado, intentando afeitarse, operación en la que probablemente había observado a su amo a través del ojo de la cerradura. Aterrado, viendo tan peligrosa arma en manos de un animal tan feroz y sabiéndole muy capaz de hacer uso de ella, el hombre no supo qué hacer durante un segundo. Frecuentemente había conseguido dominar al animal en sus accesos más furiosos utilizando un látigo, y recurrió a él también en aquella ocasión. Pero al ver el látigo, el orangután saltó de repente fuera de la habitación, echó a correr escaleras abajo, y, viendo una ventana, desgraciadamente abierta, salió a la calle.

EAP.


volvimosaljuegodelosdesentendidos

25.3.08

No te entiendo. Pero ni un segundo puedo llegar a entender. El sentido común está escondido en la parte de atrás del DVD ahí donde cuando lo abrís ves un engranaje para el lado izquierdo, donde está medio oscuro y no llega a verse nada ¿ahí será?. Quizás está en otro lado. El engranaje lleno de telarañas de su VHS, donde se junta la casa de una araña que no es más que un sueño de poner un negocio que alquile vidas ajenas, francesas, inglesas pero sobre todo estadounidenses de tiros, balas y explosiones. Es que tantos objetos tienen engranajes, lucecitas rojas y titilantes señales que marcan la hora cada dos segundos, como balizas de un auto estacionado en doble fila. Siempre al lado del camino, sin vestirse ni calzarse los calzoncillos de ningún equipo. Porque la buena gente se puso alguna vez un calzón de Boca, del Manya, alguna vez transpiró los huevos contra la tela por un buen sueño y por seguir un horizonte que no existe (de esos horizontes que sabes que son dos, porque detrás de éste horizonte hay otro y detrás de ese, está el sueño que un asturiano una vez le besó a una sirena en forma de soplo de mar, con olor a sal). Si no transpira uno los huevos, si no siente el ácido olor del pelo de la axila, si no siente una erección de ganas de saltar y sonreirle a una luna tan amarilla, bajita y enorme que se aparece en el horizonte de todas las cajas de zapatos, de los placards de otros. Cansado de metáforas de otros no hay más que seguir mintiendo apoyandose en las frases ajenas. No hay más que decir una vez más, nunca más, nunca más. No hay cocodrilo ni jinete que juega al polo que me haya enseñado nada de la revolución. Es que la revolución no existe y el sentido común ya desapareció de su casa y apareció en uno de tus lunares para sonreirme ésta mañana. Y a la revolución... la estamos buscando todavía.

Sinrepetirysinsoplar.
No quiero
pedacitos
de chocolate
flotando en agua.


No. No quiero el recuerdo del chocolate en agua, tampoco. Ni la calle en bajada. Ni que sea la señal, la señal de que todo lleva a irnos. Yo quiero el repecho, y quiero llegar a tiempo. Quiero el semáforo a tiempo y hora. Quiero la suerte de llegar y que cambie.
¿Entendés? ¿Dónde creés que está el sentido oculto de esto, como si pintarrajeara una vez más la realidad para no decirla desnuda, enterita?
¡Acá! Acá, mirá. ¿Qué parte no entendés? Estás ciego, hermano. Estás ciego. Ciego de pelotudeces que no me importan, y no quiero, el chocolate en agua no quiero. Yo no estoy disfrazando nada, te estoy escupiendo y no me estás viendo. No me estás viendo.
Hoy me hablaron como hablaría yo, pero más categórico y sin tantas malas palabras. El chocolate salió del agua, y las verdades se desnudaron. ¿De eso hablábamos? Bueno. Tres horas cuestionándose hasta las preguntas. ¡Estar confundidos es la solución! Porque cuando uno está confundido también está esperando las verdades, a ver si llegan. Entonces, uno es libre de este estado en que están todos, estado de convencimiento de que el mundo y las verdades son así, tal cual como la arañita que correspondió y corresponde lo tejió todo.
Entonces reconocete ganador cuando no tengas claro ni qué ni porqué es el mundo, la ventana y en una esquina los edificios. La confusión como forma de libertad, nos sirve.
Así que dejate de pensar que no te digo todo claramente y que es para vos y que sabés quien sos. Dejate de pensar que no hablo como hay que hablar, que me escondo en empapelados, que hablo de chocolate y quiero decir corazón, porque yo sí digo corazón y digo que lo tengo en agua, como el chocolate, llorando casi ahogado porque no lo escuchás. Al séptimo día me puse a contemplar los seres que había sido y que no dejaré de ser. Me dí cuenta que mis decisiones me habían modificado de alguna manera. Dejamos de buscar el estado de eterno bienestar. Y solamente recordando de donde venimos para saber a donde queremos ir nos hizo encontrar una razón y finalmente pudimos descansar. CDH.
elfuturollegaacadapasoylaansiedadalfinaldelarcoirisnosempuja.

24.3.08

Es como un líbero. Vestido de amarillo entre ambas líneas del bien y el mal, haciendo equilibrio en la línea del frente, pero de espaldas a la gente. No para ninguna pelota, pero para todos los pases de amor, entonación y con su mano ordena a sus defensores del bien para que afinen la felicidad de unos pocos que desde enfrente lo ven sentados cómodos sin dolor de espalda.
Una palabra que parece italiana, pero como tantas otras termina siendo más criolla que esa galletita de agua que venden en el súper. Dice por ahí el profeta que conozco desde chico, alguien a quien mi hermano apoda padre, que ese mismo súper va a estar ardiendo en menos de diez días si los noticieros siguen cantando las noticias que dicen que son verdad. Que el fuego va a consumir las semillas de la paciencia y que los cocodrilos de sus chombas van a morder más que los dragones del Apocalipsis. Pero ésa historia quizás es para otro relato, uno que viene a continuación pero que lo vas a leer arriba de éste.
Entonces éste líbero va esquivando los males, como una serpiente de papel que va bajando en pleno segundo mes. Y con un regalo como el que me mandaste hoy, querida hermana amiga alma gemela, cómo no voy a hacerle un homenaje a este ente con el cual una conocida desearía casarse y hacerle la comida y la cama todos los santos días, y que no son domingo también.
Yo me quedo con el fantasma de luz de Venezuela, vos quedate con el director y vos soñá que estamos cerca del cielo, soñá que la luz de la luna está brillando más fuerte que en Febrero.

Piscodelia.

21.3.08

Unas falsas lunas van asomando permanentemente en un camino donde los vidrios del micro mojados están. Pero cuando la sequía es de una vida, el problema es tratar de encontrar de dónde es que sale la humedad que moja todo el tiempo. Quizás es como un quiste eterno que acompaña en la médula espinal de las personas que intentan darse cuenta, darse vuelta. Una falsa luna roja no es más que una luz dentro del micro, una falsa luna blanca al llegar a la terminal no es más que una lámpara colgando del techo de unas paredes que no quiere Juan. Una humedad eterna en un micro que va para allá no es más que una tristeza que invade almas. Un no rotundo a una pregunta que por sutil se perdió en el humo no es más que una falsa luna, humedad en el aire.


Falsas lunas de Saavedra.
Una persona y una máquina que le proporciona presión a la cabeza.
Está sola, acorralada, con las planchas de metal a cada lado de la cabeza, sobre los hombros. La máquina le aprieta un poco más cada vez que se olvida de hacer algo por sí misma, de caminar más adelante, de seguir con el curso de su vida.
Ahora presiona fuerte. Un dolor aparece en la sien. Una puntada en la frente. Una sensación de estallido. Y la persona avanza. Da un paso. Va a estudiar. Toma la medicación. No se enamora incorrectamente. Piensa en los demás. Es buena persona. Ayuda en casa. Va a trabajar. Sonríe a los chistes.
La máquina afloja entonces. Los tiempos no corren de forma tan apresurada y temerosa, los días transcurren y sin embargo no ha olvidado el dolor, el miedo, la presión de la máquina que aunque inactiva está ahí.
Las semanas cicatrizan las marcas que le han dejado las planchas de metal, el dolor se vuelve lejano y desconocido. Comienza a tomarse más tiempo para todo, a olvidar las obligaciones, a tentarse fácilmente, a caer cual primera mujer con la manzana del diablo.
Y la máquina, que tiene censores en todos lados y duerme poco, se entera del abandono. Otra vez apretar y no dejar pensar en nada más que lo que hay que hacer para estar bien con uno y con el mundo. Aprieta, oprime, lastima. Y la persona anda, camina, se cuida, se quiere, respeta, cumple inequívocamente con cada cláusula del reglamento, amén.
Hay quien piensa que es un ser que marcha a rigor puro. Como un autito de juguete al que empujan por la bajada y anda un poco, hasta que la marcha y la fuerza de rozamiento lo detienen y ahí se queda, estático, parado, abajo del sol o de la lluvia.
La máquina no va a parar nunca de oprimir su cabeza, buscando el comportamiento deseado, el resultado esperado, la meta, el ideal. ¿Y porqué, porqué tiene que ser tan testaruda esta persona de no querer andar por amor propio en vez que por insistencia ajena?


A marcha presión - mañanalunes
No hay solo una estrella en el cielo, hay muchísimas y cada rey mago en su camino va siguiendo la que más le parezca. Errónea conclusión cuando lo que más brilla en el mundo es el Sol. Errónea conclusión querer llegar a las estrellas, soñar con llegar a ser algo que no llega más que acá, y no acá. Y usted no me ve señalando, pero ya se imagina de lo que hablo.
Y si no se imagina, buena suerte en su vida. Que le vaya bien.


Melchor un domingo de sol. Bonito domingo, bonito rey, bonita magia. Bonito sol. Astro rey.
Esta noche de aires que se mueven fácil. De aguas cercanas moviéndose como acariciando la arena y borrando huellas. Noches de salir al jardín, a la calle, a la cuadra, y que aspirar hondo no sea el flagelo pulmonar de casi siempre. Que el aire invada la caja torácica, la haga expandirse, que el aire recorra todo el camino y en los alveolos se deshaga en pequeñas partículas de pura vida para el organismo. Y con ese olor a flores en los jardines, a tibieza, a pasto, a sal, a agua, con la frescura de las noches que no dañan ni el cuerpo ni el alma, desaparecen un momento las presiones, las histerias, las corridas, los apuros, las reglas, la presión.
El mundo que se inspira y saca a relucir su traje de primavera, como para ofrecer de sí mismo una faceta menos horrible, como para hacer un regalo a sus cansados habitantes.
Más de una corbata se habrá aflojado para aspirar en paz y sentir la brisa tibia, más de una persona habrá dejado de gritar y discutir para sentir el silencio, más de un oficinista aburrido habrá olvidado la computadora para salir a dar una vuelta y llenarse de aire que no huela a tecnología, más de un triste habrá recordado qué pequeñas cosas se sienten bien.
Y sus vidas habrán sido otras por un ratito, y en su inquebrantable realidad habrá habido un bache de inmensidad pura.

De la Real Academia Española: Revolución, 4. f. Cambio rápido y profundo en cualquier cosa.


Arbustos blancos - Almostweekend.
En la disonancia de las cosas está el asunto. El título de la obra maestra de la realidad. La palabra precisa que sobrevuela el cielo blanco de nubes. El viento que hace bailar las matas junto al río. El zumbido de las olas chocando contra una calle cubana. El sonido de un violonchelo en un parque deshabitado y nocturno. La unión de dos separados en una noche invernal. El calor de los pies cuando se rozan. El borrador de un texto que nunca subí. El vaso de vino que nunca tomé. El pan de cada día que siempre faltó. El condimento de más de la ensalada de zanahoria, huevo y tomate. El verde del árbol del colegio de al lado de casa. El blanco del elefante que sonríe desde la foto. El recuerdo de un viaje que todavía no vivimos. Las puntas del pelo más lindo que tienen ellas. La sonrisa más cruel que tienen arriba del cuello de la camisa. La transpiración de año nuevo y navidad. El espiritu que te sonríe en tu camino. La tilde que le faltó a cada una de las palabras que asoma en este pedazo de mí. El recuadro dentro de un marco de madera. El sonido de una orquesta que al ritmo de un rubio hace bailar a los abuelos. El vidriado de los ojos del abuelo que recuerda hasta qué comió hace muchos primeros de mayo. El primero de mayo. El primer grito desgarrador. El gol más rápido del mundo. El pasacassette que hace llorar. El empate más rápido del mundo, la cruel decepción. La burda competición en una pantalla. El agotamiento por correr con un joystick. El dedo que rápido aprieta siempre la misma tecla. La ruta que va más allá. La botella rota en el empedrado. La bomba de estruendo que provocó el aplauso. La loza que rota lloró su dolor de dependencia de un sueño inexistente llamado Dios. La bicicleta de un jugador de pies largos. El patinaje sobre agua un día muy lluvioso. La lluvia de verano. La similitud de este texto con el de alguien que no quiero recordar. El recurso de separar palabras entre sílabas y guiones. La melancolía de vivir melancólico. La ciudad que tanto quiero. La ciudad a la que quiero irme a dormir. El cementerio de Buceo. La factura ilegal del comercio. El prendedor del anarquista tirando piedras a sólo un peso. El boleto del omnibus que suma veintiuno. El cangrejo que se suicidó en la escollera. La vainilla del vaso. El diente rebelde del murguista. La persona que piensa que rebelde se escribe con v. El discurso que no se juega a romper cabezas. El niño que inocente ve más muerte en su casa que en la escuela. La escuela que no deja ver que pasaron treintamil a treinta y dos. La plantilla que tiene otro nombre porque la tradujeron mal. El verso que hace temblar el alma. El alma temblando que provoca la piel de gallina. La calle cortada que nadie conoce. El nombre de la calle que la gente confunde con un director técnico de Deportivo Español. La estación de tren que tiene un puente. El mismo puente en otra estación. La importancia de una calesita que existió. La olvidada calesita al lado de la vía. El bailantero huerfano moviendo sus caderas al ritmo del tren. El llanto del bailantero porque su Conga no suena más, porque su rayo terminó con un estruendo de muerte. La formalidad de recién llegar. El ruido de las llaves chocando con la cerradura. El cerrajero de mi felicidad. La enumeración que no quiero que termine. El horrendo perfume de la directora de la escuela. El sabroso perfume de mi abuela, que es la misma marca que el de la directora. La cicatriz de cuando niño. La escena de la película más cursi. Lo cursi. El recuerdo errado de algo que pasó hace miles de años. La semana santa antes de cristo y el veinticuatro de marzo antes del 76.

15.3.08

La comunicación está ahí, encerrada en páginas amarillentas ordenadas en dos paredes repletas de ellas. Miles de páginas. Millones de palabras. Alguien nos quiso decir todo eso, como un tesoro de un pirata loco, acumulado durante años de tierra y lágrima, de ternura y lucha. Tanto amor, tanta guerra, tanto olor a hoja reseca y tinta que se te mete por los poros y te tatúa alma.
Todo guardado durante tanto tiempo, en cajas y sobres de papel marrón. Recortes de diario contando una historia en sepia, apuntes dementes que una cabeza descolocada y enferma por diagnóstico dejó caer en tinta azul. Cada página tiene su propio marco amarillento, signo del tiempo y los años.
Hay tantas cosas que no sé por donde empezar. Están ahí, cada uno, cada secreto, cada tesoro, cada forma de ver y ser. Sentarse en el piso y mirar para arriba. Todos ellos, todas esas tapas desgastadas, todos esos títulos que quien sabe si una sola cabeza podrá con ellos.
Una pinta de loco que se me aparece en la mente, una vestimenta de viejo ortodoxo como debe ser, boina y pantalones grises, voz como mal amplificada, manos de dibujante, ojos de escritor y un grabador muy viejo que recita en una habitación de una vieja casa (abandonada ya) Guitarra Negra, con ronco y emocionado acento de grapa y cigarrillos.


Zitarrosa y noches de verano con un perro peludo, un tío pelado, un vaso de vino, un reloj cucú, mil libros, mil discos, mil gusanos de seda, tanta vereda, tanta florcita blanca, tan linda la hamaca de hierro, tanto olor a nafltalina y tiempo. Cómo se fue, como un adios. Adios.



Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco.
Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma.
Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches de café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables.
Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión.
Y no halló nada... no pudo hallar a Batlle, ni a mi padre ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie. Ni a los muertos Fernández más recientes...
A mi tampoco me encontró... yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles, pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo.
Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales.
La noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra, a la luz del farol, y se echará en el piso como un perro, y aguardará hasta la madrugada.Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...


Camus está en mi cama, esperándome.

8.3.08

Sábado 8 de Marzo de 2008
Buenos Aires ciclotímica, Argentina peor.
Señorita Buenos Aires ciclotímica,

Es un día especial en el corazón de montones de personas. De cáncer viene la cosa, porque el cáncer de tu pecho no se destraba más. La violación de derechos y la irracionalidad está inundando las calles de color rojo, y como arenques en el cielo está la capa de tristeza que tanto decía Roberto. Una capa que no se va con el viento como estas nubes ciclotímicas que te hacen llorar, cagar y recibir el residuo del aire acondicionado con la misma facilidad de decir la palabra "lluvia". Es que no hay arcoiris que pueda destrabar tanta nube de ojos de arenque. Tristes ojos que inundan almas.
La profecía indica que personas se avalanchan por sobre la sangre que inunda las calles de tu cuerpo. El viento corre frío en el otoño, el verano se va terminando y el incendio forestal empieza a quemar falsos árboles que son escenografía de cemento de esta babilonia. Los arcángeles y ángeles de traje empiezan a morir de tomar aire fresco. La humedad por las paredes empieza a generar que a la horca vayan miles de bigotes y corbatas. No hay metáforas nuevas en esta canción porque es la misma historia de siempre. Esa misma que el canillita no quiere entonar, porque de novedad tiene nada. Pero despertate canillita, que la ciclotímica madre, que duerme entre nubes, soles y lunas, te está necesitando. Urge la necesidad de que grites por los aires subido a tu vehiculo como dice Luis Alberto las cosas mueren solo con la muerte. Cuando se habla de muerte se habla de muerte, pero cuando se habla de vivir, VIDA.
A marchar están llamando las trompetas de los negros, el freejazz del discurso de protesta, el ácido de la sordina se mezcla con el grito de un luchador del conocimiento. El grito de una murga se confunde como un canto extraterrestre en tus venas, querida ciclotímica. No te confundas que los extraterrestres no llegaron y desgarran tus almas, tus millones de almas que te caminan, terrestres más terrestres que nadie. Pilatos camina nuevamente y sigue crucificando a montones, hoy hablan los sacerdotes estructurados y suenan igual que una pared de metal. Esta semana no habrá paz, habrá sangre sangre sangre. Te necesitamos Buenos Aires como antes, con guerrilla de color en los sótanos, y que la témpera invada las paredes gritando "Cosecharás tu siembra".

Con amor de hijo e hija
Te saluda un indefinido personaje de tu continente,
Luisalberto Hongo,

No más.

7.3.08

La ciudad, implacable
nos confiesa una vez más,
dame tiempo, necesito
asumir la realidad.



Hoy decidí de donde soy. Lo decidí, aunque también lo decidí otras veces. Cada vez que voy lo decido, a veces con más o menos ímpetu. Quizás cuando me voy todos lo efectos se van lavando, destiñendo, y al poco tiempo me olvido de lo que decidí. Entonces vuelvo a sentirme de todos lados. Hasta volver, una noche, y notar que nuevamente encontré el sitio del cual soy.
Necesito aclarar que ser de un lugar no es haber nacido allí. No podría precisar dónde nací exactamente. Para regocijo de mi breve salud mental, diré que nunca nací. ¿Quién es más inmortal que alguien que nunca nació? Me considero, de tal forma, un ser endeble y eterno. Siempre que estén mi voces estaré por ahí a la vuelta queriendo dormir en un escalón.

Confieso que no sé por donde empezar. Siempre me pasa lo mismo. Llego a casa y tengo todo atragantado en la garganta y en la cabeza, intentando retener todas las imágenes para poder hilvanar y contar. Creo que la erosión es tan rápida a veces, que ya ahora, ocho o nueve horas después, siento que hay partes perdidas en mi rompecabezas. Pero lo que yo me propongo hacer es intentar explicar. Explicar es la forma que me queda para entender. Para saber porqué. Para comprender las sensaciones. Son tantas, encerradas en una colilla de cigarro tirada en la vereda. Aún queda algo de humo saliendo del último resto de tabaco, y en él bailarán estas palabras.


1 - Una de las primeras anotaciones mentales que pude hacer es que quisiera estar es muchos otros lugares muy distintos para poder saber si todas las ciudades son iguales o si todas tienen alma propia, como tantas veces creí vehementemente. Pude alejarme ya varias veces, y voy creyendo parecido. Lo que más me llama la atención es la convivencia del amor y el odio simultáneos, corriendo a la par sin desfasaje posible, haciendo que para todos por igual sea posible odiar este cordón sucio y sin embargo estar totalmente consciente de que no hay estado mejor que estar así, ahora. Un loco borracho que pasa y pide un trago, gente que conoce la misma gente que yo, y una suciedad pegada en la ropa, en toda la ropa, con olor a calle y a tiempo.
Odio que suenen mis pasos oscuros con eco. Odio que seamos tres y solo tres en una avenida. Odio el silencio profundo y las cabezas midiendo juntas de baldosa.
Y soy transeúnte por elección de todo eso, pasajero del mismo coche a deshora que elije ser triste y ser gris porque le gusta vivir como colilla de cigarrillo tirada aquí o allá, con solo una baldosa o dos de autonomía.

2 - Calentura de esquina. Como en un cuento de otro enloquecido más, donde alguien se acuesta con la que le pide medio que por favor que le hable, después de rozar los codos y solo un ratito antes de desnudarse de apuro en un hotel. Carnívoros nocturnos impacientes, rozando pulgar con índice, soñando la indecencia de una muchacha que espera en una esquina fea, que se atreva, que le diga su nombre y algo más, que lo mire y lo invite y entregue lo justo para morir viviendo.
Son esos mismos viejos que apelan encontrar una limosna de bienestar, en la incapacidad y el desespero de los años fáciles que ya no están. ¿Podemos hablar? No podemos hablar. ¿Podemos tocarnos? No podemos tocarnos. ¿Podemos tener lengua? No podemos tener lengua. ¿Podemos usar una cama o un piso o cualquier superficie donde pudieras satisfacer un viejo abandonado de calores y entusiasmos? No podemos. Podemos solo mirarte con asco y pedirte que salgas de acá.
Y sale, porque no es tan malo como para obligar a nadie. Y vos mirás para la esquina pensando si volverá, odiando que suceda, que manchen tu cuidado currículum de señorita que jamás haría algo así. También odiás el desencuentro, motivo por el cual estás sola. Entonces hacés la segunda anotación mental: ciudad de los desesperados, condición necesaria.

3- Veníamos con el tema de los desencuentros. En eso mismo andaba pensando cuando por teléfono me indican que tres cuadras más abajo encuentre a quien viene a buscarme. Que suerte. Poder abandonar la esquina de la calentura y el viejo que te mira a ver si tenés un escote donde adivinar qué clase de persona sos.
Me miro. No tengo escote. ¿Será tan así, tan adivinable?
Hay calles y calles. Reconozco que no hay que pecar de prejuicioso, sobretodo con algo que tiene sobre sí tanto de nuestra suerte, como una calle. Pero hay calles y calles.
Venía de una esquina que no inspira confianza. De calles angostas, poca iluminación, negocios cerrados, abandonados o rotos y caminantes que con lo puesto no se sabe si vienen, si van ni qué quieren. Esas calles son las mejores para un miedo de espina dorsal. Para un escalofrío de nuca. Para una insinuación de medianoche. Para una puta y un borracho, un viejo y un triste.
Las otras, más iluminadas y concurridas, son un respiro después de una tensión. Ahí uno aprende a distinguir entre la locura y bien y la mal, o quizás solamente entre la locura y la maldad:
"¿¡Y, che!? ¿No llegó todavía?" pregunta un nuevo viejo sonriente, más zaparrastroso y más viejo que el anterior. Se gana sonrisa y respuesta.
Y yo me gano la tercera anotación mental: aquí todos sabemos del desencuentro. Ciudad donde siempre alguien está esperando a alguien. Es tan fácil y nos cuesta tanto encontrarnos.

4- Ahora lo sé y la claridad me asusta un poco. Tengo miedo de haberme condenado a padecer un mal que me va a llevar a ser como tantos. Tengo miedo de estar aceptando que soy yo quien deambula y no quien sufre las locuras del deambulante de turno. Pero (y otra vez la controversia que tan bien nos sienta) sé que es así la plenitud en este lugar, que uno aprende a reconocer sus propios placeres y a florecer en la reflexión necesaria y obligatoria. Es un callejón sin salida que solo lleva al pensamiento.
Ahora lo sé, como cuando decía que lo decidí. Cada vez que vengo lo sé, y lo sé por primera vez cada vez. Sé que cuando uno se queda solo nuevamente, después de que (al fin) logró encontrarse con otros y realizó las actividades por las cuales estaba allí, es cuando realmente comprende. Cuando escucha y sabe de qué se trata.
Este lugar ha demostrado saber susurrar bajito a quien esté solo y predispuesto. A quien tenga un pequeño agujerito donde poder filtrar información. No es la primera vez que soy yo quien está así, sola y abierta a sentir el viento que trae voces que cuentan cómo es todo esto.
Uno se vuelve una flor y se abre derrepente sin poder detenerse, casi obligado a sentirse en carne viva, a palparse y entender que ahí está uno, sucio de humos y sudores, de reblandecidos callos y roces. Va a entrar un niño al ómnibus a las 5 de la mañana, va a tener rulitos chiquititos, va a estar vestido mal e insuficiente, va a cantar una canción que hable de sí mismo, agarrado al pasamanos al que solo llega de puntas de pie. Y va a lograr que entiendas, como con un pedacito de vidrio en el corazón (un libro, otra vez), que es parte del ejército de la ciudad: reclutados tan temprano, son el armamento con blanco en el alma, pequeños de uniforme en tonos de marrón que apuntan y casi nunca consiguen algo.

5 - Las últimas imágenes no son claras. Tienen olor a resaca de jueves en bar chiquito. Tienen olor a que se acabó el rato en que pasó algo. Y ahora volvimos a las eternas horas de inactividad y vacío. En todas las calles, todos duermen. Solo quedamos rezagados, atrasados que acabamos de salir del ruido y el olvido. Nadie avisó que afuera todavía las cosas no cambiaron.
Al salir, con la carita feliz de la muñeca medio borroneada, la ciudad vuelve a estar en su lugar, y el odio y el amor listos para volver a convivir cincuentaycincuenta. Los últimos gemidos son de un tipo con remera de banda extranjera que, ya medio tirado más en la calle que en la vereda, se queja de que se tragó la última gota de su caja de cartón.
Los personajes se vuelven difusos, ya casi parece que nunca existió esa mirada de querer gritar una hora en un cuarto, esa sonrisa de entender que me falta alguien, esa fuerza de distorsión encerrada en un lugar tan grande y tan chico como una casa, ese ángel editado a lapicera en un afiche de pared, vuelto un ángel pornográfico con labios sedientos y mirada de noche en un cabaret.
Todo está lejano, a cuarenta minutos de distancia y tantos sitios. Quizás lo escribí para olvidarme menos rápido. Para recordar que siempre sé de donde soy. Para que me rompa un poco menos las pelotas ser de algún lugar del mundo.



Recordame,
no me olvides,
sé que vas a
regresar.

6.3.08

Hay una garganta rechinando en medio de este lugar, ahora. Hay una garganta haciendo cof y puf y puaj, con los cartílagos manchados de verde y gusto a agua no insípida. Hay una garganta que rechina, herrumbrada, escupiendo polvito.
Quisiera rascarse por dentro. Escupiendo povito. Quisiera sacarse lo verde, la manchita molesta. Escupiendo polvito.
La garganta reconoció al ojo vigía. Lo adivina leyéndole el llanto y la risa, mirándole por dejabo de la pollera las vergüenzas. Ahora, aún con la manchita y escupiendo polvo verde, mira al ojo y le hace dedito. Aunque no entienda. Le hace dedito y lo manda a cagar. Aunque no lo merezca.
Se da vuelta hacia el mostrador y pide un vaso de agua, para aliviar manchitas. Pero el agua ya no es agua, ahora sabe a algo, quizás a manchita.



thatfeelinginside.

4.3.08

¿Cuánto tiempo hace que no soy yo, carajo?

Ahora arranco este relato, este... este conjunto de palabras, mejor, y lo arranco diciendo de mí mismo la pregunta que más me carcome. ¿Cuánto tiempo hace que no soy yo?
En las cavilaciones en que anduve metido mucho tiempo, triste de mí, llegué a pensar que no hay libertad posible. Yo era joven y me dio miedo, terror, enojo, rabia. Yo era joven.
Descarté esa idea un día que me abracé al cuerpo que quizás más deseaba desde hacía tiempo. Y fue mío. Y nadie vino a prohibirme nada. Diría hoy, si las palabras entre mis bigotes blancos no se cagaran de la risa de mí, que ese día acaricié la libertad en un par de piernas.
Después el desencanto, el no querer solo dos piernas y el gritito de la mala acción taladrándome las orejas. Y putear, o morderte. Nunca supe si... bah, preguntarle a nadie, no tiene sentido.
Entre mis cavilaciones y el paso irremediable del tiempo, a medida que el bigote blanco empezaba a sentarme bien, a acostumbrarse a mí, a quedarse a vivir, me convencí sin permitirme mucho alarde de rabietas una tarde de oficina particularmente pesada.
Diré la verdad, si alguna noche estoy solo y mis bigotes se duermen, si no pueden escucharme para hacerme sonrojar (qué viejo pelotudo, dirán), si no me averguenza soñar a esta altura de la vida y con tantos nudos en la corbata. Diré la verdad, que sueño solo a veces acariciar nuevamente un momento de libertad. No sé si ese cuerpo, quizás simplemente un día de solo aire. Uno de esos días donde el tiempo realmente juegue a favor, donde no tenga nada que hacer y el sol acaricie hasta matar. Creo que ahí podría volver a sentirme invencible, como hace 30 (mil) años.
Y volver a ser yo, sin tantas capas de afiches y publicidades que las empresas han ido pegatineando a mi piel, encontrando en mí otro objeto publicitario.
Y volver a ser yo. Ser yo. Algunas veces tengo la sensación de que sueño más tiempo del que vivo. Que ando automatizado más tiempo del que vivo. Que ando obligado más tiempo del que vivo. Que vivo el tiempo más tiempo del que vivo.


startagain - martescuatro
Pajaritos se encienden y otra vez la sensación de que mi vida es una superficie llena de agujeros y relieves donde cierto líquido se desliza metiéndose inevitablemente, sólo por las propiedades de las moléculas de todo líquido de llenar cada espacio donde entre aunque sea una.
Entonces la invasión es cuestión de cada día, de los pajaritos en llamas pasar a la pantalla plana, de la pantalla plana al rubor, brevemente al cielo y otra vez a caminar en suelo mojado.
Ya no hay huecos, en todos lados se metió algo, alguien cantó de repente y me asusté, fui corriendo, volví y ahí estaba otra vez, mi vacío rellenado a prepo.


tencia.

2.3.08

Cuando te está por doler la cabeza no hay nada mejor que un olor a plateado y menos ruido de chicharras. Un viaje al más acá.

- ¿Que es lo mas triste que podría ocurrirte en la vida?.
- Morirme sin haber hecho nada interesante, no tener ni una pagina en blanco ni en negro, esto es tristísimo, muy triste...
- ¿Que es para ti una vida triste?.
-
La de un señor que nace, vegeta, y muere.
-
¿Que es para ti vegetar?.
-
Vegetar es no tener una perspectiva detrás de lo que estas haciendo cada día; el no tener algo que te resarza de las tristezas y mediocridades de ocho horas de trabajo. El no encontrar un aliciente, aunque sea pequeño; el no saber apreciar las cosas pequeñas, que son las que pueden darte los placeres mas completos.
-
¿Quizás si uno se dedica a las cosas pequeñas, no podrá dedicarse a emprender grandes cosas...?.
- No, que va, si posee una vida interior intensa, a los demás puede parecerles que esta vegetando, pero en realidad esta trabajando, está viviendo cada cosa que hace, y esto es formidable. Una persona vegeta cuando no tiene satisfacción en lo que está haciendo, cuando no tienen una compensación por las cosas desagradables que le pasan a lo largo el día.
-
¿Entonces hay que complicarse la vida?.
-
No, yo creo que no. No es lo mismo complicársela que intensificarla.
-
En realidad la vida es una complicación..
-
O no, las pequeñas cosas pueden llegar a hacerte feliz.

1.3.08

En un espacio con ajuste de línea están sucediéndose estas cosas. Con ajuste de línea, dije. Mentira, porque aunque el texto no pueda irse del todo hacia los costados, sabemos (estarás, supongo) que es infinito. Infinito como las palabras en el embudo de mi mente. Un embudo proyector, como de diapositivas.
Imagino que mi frente es finita, es el agujero pequeño del embudo. Para atrás crece, agranda el diámetro y cuando llega al máximo es ahí donde se forma todo.
A veces las palabras son horribles, tengo que decirlo. Palabras que hacen doler la cabeza. Palabras de nube y niebla, de humo y cansancio. Otras veces, las veces que más me gustan, las palabras son más suaves, las de caricia y más de viento. Pero la verdad es que creo que no podemos elegirlas, no podemos saber en qué parte del círculo de la ciclotimia caer este día lluvioso de hoy.
Hay gigantes en el cielo mostrándonos el culo.
- ¡Santo dios!- Dice una vieja que debe vivir en frente, agarrándose con una mano el pecho, con la otra un gran monedero marrón lleno de flores feas, mientras mira para arriba.
- ¡Qué descaro!- contesta otro ser similar, que ahora se halla siendo aliada fiel de la señora del monedero floreado.
- Qué tiempos. Ya no se puede mirar al cielo sin ver un espectáculo de estos.
Las dos señoras se pegan a hablar y señalar con dedos regordetes los culos como nubes apuntando desde el cielo, gigantes depravados que están a punto de hacerles llover un líquido marrón que mancha.
Yo estaba ahí en la esquina pensando lo de mi embudo, ocurriendoseme palabras de toda índole, cuando los gigantes desde el cielo nos dispararon su líquido asqueroso. Las señoras, acordándose de cada santo que saben recitar, se tapaban la cabeza con sus monederos (¡pobres flores!), corrían del brazo y maldecían estos tiempos, este ajuste de línea levemente (terriblemente) desalineado.
Y estábamos, ellas desesperadas corriendo a casa, yo que ahora había dejado de pensar.
- ¡Nos están cagando desde arriba!- Me dijo alguien que pasaba tapándose la cabeza con el diario, en bici.
- A que no es la primera vez que decís eso.
Se quedó un segundo pensando, se rió fuerte y se fue rápido en la bici, debajo de esta repentina lluvia de caca de gigante.

En la calle, por lo pronto, quedaban charcos marrones, se me mancharon los pies hasta el tobillo y a lo lejos una de las viejas casi tropieza.
Si hasta el...

No, quizás no es la manera más lógica de tramar un monólogo escrito sobre fondo negro. Sobre todo porque el fondo oscurece lo que uno intenta aclarar, ¿o será que confundimos los valores y las palabras? Quizás no haya que aclarar, que en más de una canción alguien armoniza que no aclaren que oscurece. Quizás el alienado sea el otro, quizás la lógica es ilógica y la realidad una basura. Una bolsa de basura. Pero no hay nada nuevo bajo el sol y siguen bailando los mismos delirados, confundiendo las palabras los mismos intelectuales que no quieren que los llamen así. Los poetas siguen llorando la tierra, la vereda, el empedrado, después el asfalto y cuando ya se vuele en el futuro van a llorar los pies que entre felpa, plástico y pelpa andaban.
Se está levantando la humedad de la llovizna de recién, el platillo golpeado por el leve palillo y una cadencia de jazz genera más humedad en los ojos que en las terrazas plateadas. La brea se confunde en las techos con el malestar de mi mirar.

Si hasta el colectivo quiere rajar...

Me lo corregiría cualquier maestra de Lengua o Literatura. La Pacot, la García y hasta Beatriz Burgos me diría que hay algo equivocado en esa frase. Va más allá de la gramática, de la ética, de la libertad o la poética.
Las palabras tienen cargas, como un celular, pero generan mucho menos en este habitat artificial. El que no sabe como cargarlos llora de soledad, el que no sabe como escribir rápido pierde tiempo y el que no corre queda atrás. No hay competencia en realidad, en la realidad que está más adentro, abajo de los techos con brea.
Podemos decir que hay dos problemas, o tres según quien lo vea. Aunque en realidad quizás haya un montón más de los que puedo querer escribir. Infinitos problemas en una frase de seis palabras infinias.
El primero es la carga de las palabras, las cuales son como un prisma que genera miles de colores en más de miles de diferentes direcciones. Para acá y para allá, como flechas en mi murga. Cualquier cosa puede uno leer, cualquier cosa puede uno sentir. Cualquier cosa no da igual. Porque estamos inmersos en un mar de confusión (otra metáfora más que viene y que va, que oscurece y aclara como el sol, la noche y el río). La confusión genera que genere confusión cada cosa que en el aire flota, cada cosa que se mueve. Entonces no es igual, no da igual que cuando uno quiera mostrarle una foto de Polaroid a un colega el otro vuele en espejitos de colores. No son espejitos de colores lo que hoy vine a mostrar, sino una carta de renuncia y una carta de presentación. ¿Las dos a la vez cuando el sentido es solo uno? El mar de confusión me reclama desde lo más hondo. Este mar tiene un tesoro que su capacidad de ser como un prisma, que genera miles de colores en más de miles de diferentes direcciones. Y en el fondo esa capacidad es tan real como cada una de las cosas que uno puede leer bien en el fondo de su propio mar interno.
El segundo problema es quizás ideológico. Porque no es que el tipo este la pase bien sentado ahí donde está. Las jornadas ya no son de 8 horas, fue como una parábola este siglo XX que nos hizo pretender que venía bajando en progreso y ahora hacia el 1900 está volviendo a virar, como un barco sin timón. Las jornadas ya son de días enteros, donde se les duerme el culo a los caballeros y el cerebro entre tantas horas de ver empañados su vidrio con las gotitas de la llovizna de recién. Más tristeza que sale desde la alcantarilla para golpear en sus espejos negros para no encandilarse con tanto hoy en día que hay hoy en día. Uno le pide "uno" o le pide "noventa". Uno le pide "quince" o le pide "veintitrés". El destino es el mismo y es infernal. ¿O estaremos de vuelta confundiendo los valores y las palabras? Por ahí si fuera infernal el destino disfrutaríamos del calor humano. Entonces es esta persona, esta vida que se disfrazó con pelo largo, con camisa celeste y lentes para no ver, es una persona y por eso tanto como el poeta, la Pacot, la García, Beatriz Burgos y mi murga merece escapar. Pero no entramos todos en el SDF-1, yo lo vi cuando era chico. Algunos entraban por estrellas y otros entraban por milicias. Las estrellas de pelo azul cantaban bien y afinaban sobre estar enamorado, las milicas sólo querían matar. Quizás entonces antes de subir a esta nueva arca de noe lo mejor sea perecer y gritar que valió la pena lo que pasó, que uno quedó limpio intentando limpiar con todas sus ganas. Porque yo estoy escribiendo con mis manos, pero al lado mío hay un otro Luisalberto que tiene una escoba y barre lo que la lluvia ensució de mi terraza, corriendo la brea seca.
Y el tercer problema quizás haya que descubrirlo. La informalidad a la hora de escribir, el insulto y la desprolijidad, decir culo, que no sea graciosa mi ironía, que no sea amoroso mi abrazo, que no sea cautivante mi relato, que no tenga relato mi relato, que no haya un cuento entre estas letras, que la moraleja más profunda sea de otra canción. La anestesia de escribir con una escoba, la irrealidad de subirse y ya no pedir mas "ochenta". Que ya no tenga que pedir más tristes ochentas, que ya a las falsas lunas se le vean los hilitos, pero me sigan dando nostalgia igual. Y sonreír cuando uno tiene ganas de llorar y escribir cuando uno tiene ganas de morir. Y morir cuando uno tiene ganas de vivir. Y confundir cuando las palabras son para uno la flor y para el otro la mentira, cuando uno canta truco y el otro está jugando al black jack. El subterráneo del día a día, el metro que mide el acelere urbano y la tijera que corten estas ganas de querer crecer para poder disfrazarme y ponerme un buen traje, una buena corbata, peinarme para el costado -o para arriba porque ya estamos en otro milenio- y sonreir por mis Rocas que voy a cobrar a fin de mes para comprarme una pantalla chota-chata, un yo puedo en inglés alatinado o una línea blanca que me lleve por las calles a mandibulear. O por ahí comprar comida para mi Golden Retriever, nafta para mi negocio lunfardo. Que no se compra nada. Que no se vende nada. Acá sólo hay humedad que va subiendo para volver a ser lluvia. Y como un Bariloche al revés hoy rogamos muchísimos que se corte la cinta de esta película, no para morir, sino para poder empezar a vivir algo que nadie haya guionado.

A quién corresponda.
¿Sabés qué color tiene la vida? Ah, mejor no te digo. No, no, no insistas. No te voy a contar el final. ¿Que cómo que el final? Sí, porque no se descubre hasta tenerlo todo ahí, medio cocinado. Hasta que no te quede mucho por hacer, y hasta tener las cartas prácticamente jugadas. Te da terror no haberte dado cuenta antes.
Es un color, la verdad, inexplicable. Te lo diría si pudiera, para ahorrarte el trabajo de ir a verlo. Yo ya lo vi. Hasta lo toqué, si me permitís la locura, si me creés. No me tomes por loco. Yo toqué el color de la vida.
Vos estás muy fría esta noche, y lamento no ser mejor abrigo para vos. Pero qué se yo... el tiempo nos va dejando finitos e ineficaces.
Vamos a jugar a que me buscás por las calles y yo te encuentro antes. Vamos a jugar a que tenemos tiempo. Vamos a jugar a que tenemos 20 años y grandes ideas. Vamos a jugar a que podemos dormir una noche y despertar cuando querramos. Vamos a jugar a que estamos de pie y lo sabemos, a que nos miramos y entendemos, a que vibra el mundo y vibra rápido, eufórico. Vamos a jugar a que el futuro es un tobogán.
¿Sabés qué color tiene la vida? Yo creo que es blanca como la inmensidad. Blanca y profunda. Blanca y finita. Sí... antes creíamos que era infinita, ¿no? Yo toqué la blancura, y te toco en la eternidad ahora. Qué simpleza. Y te lo terminé diciendo.
¿Sabés de qué color está el cielo hoy? Eso decímelo vos. Vení a contarme. Está bien... si no querés no me cuentes, no hables. Pero vení.




.opmeiT