25.12.09

En el patio se paseaba un gato. ¿Eh? No entiendo la fotografía: ¿Cuál era la razón para dejar caer los párpados, si puedo saber? Ella es inquisitora, observadora, lúcida hasta la desesperación. ¿Porqué los párpados? Y yo soy bruja de medianoche, malandra de árbol, dormido, tirado al sol fermentando todas las sustancias de día festivo. Entonces supone, me mira, pregunta y saca conclusiones. Sí, sí, por favor, no molestes. Como quieras, pero no molestes.
El patio, el calor, los ancianos. ¿Porqué no estás donde deberías, allá, arrastrándote con los demonios? ¿Cómo puede ser que pregunte eso? No sabe quién soy. O sí. Sí... la miro mirar y descubro, más bien como que palpo algo que repentinamente se solidificó, que sabe bastante bien quién soy. Me vio hace mucho tiempo, una vez de noches y gemidos sin control.
No sé. ¿Porqué no podríamos simplemente estar, con el gato y la bebida, con las cucharitas de helado y un hada misteriosa que no sé?
Acariciame, le piden. Y ella acaricia. Es solícita, no quiere dar vuelta sus ojos, no quisiera que se le fueran para dentro de las cuencas y termina viéndose la nunca. Le digo: Si te pasa, encontrarías otros ojos mirándote. Y se asusta. Me dice que soy malintencionada. Y me confiesa que todas estas noches ella fue quien entró a mi cuarto a moverme las manos y hablar parada frente a la ventana. No me importa. De verdad, estaba durmiendo y al despertar la mañana era más clara.

Ahora bien: ¿Vendrías si yo insistiera? ¿Me creerías si te dijera, un día, que podría tapar con enduído el agujero en la pared blanca de tus párpados? ¿Hasta dónde llegarías conmigo, sin invitación? A mí no me gustan los pasajes de vuelta. Nunca compré uno, siempre acepté que casi todas las cosas son indelebles. Entonces: ¿Vos?
Abro la puerta y encuentro un cuerpo. Cierro los ojos y me encuentran algunas manos. El jardín, las flores, el aroma que se pierde como una inhalación. Campos de cerezos florecen en una única maceta, y estamos adentro. Abrí la puerta, ¿quién sos? Estoy buscándote, y vos que te perseguís la cola como un perro pequeño. Mi aire se fuga, abre un boquete en mi tráquea y escapa, hace ruido de globo pinchado. Dame la mano. Decime que cuando deje de respirar voy a poder seguir sintiendo. De verdad, de verdad, no me importa otra cosa. Porque... ah, qué paz, ya no espero más. Nada más.


Epidural.

24.12.09

!

¡Qué importan acaso esos dos tonos! Si es negro o blanco, si es sol o fa. ¡Qué importa!
Se me hace ausente, se me hace solitario y se me hace cada vez mas unica la situacion de soledad.
Se me hace cada vez un grano de arena, un gramo de silicio, una vida de solsticios y un sin fin de novedades. Sin fin, sinfin. Veo una tribu de galos, veo una bandada de pajaros que no saben donde van. Veo un recitado sinsentido por estar en catalan, escucho la Liberte y veo que un conejo se escapa de su galera, rompe su agujero y corre libre silbando en euskera. Veo verde, veo blanco. Veo el ruido saliendo del parlante, escucho el estilo libre de la frecuencia emblema. Siento tu regalo, veo tu presente. Siento tu presente, veo tu regalo. Corren los galos tras el regalo. Corren los galos y riman una y otra vez, al ritmo de la musica del caribe, al ritmo de la musica del jamas. No se de donde viene tanta mixtura, no se de donde sale la pintura que viene y esgrima estas palabras que salen de los dedos. La sangre como tinta, ya lo dijo doña Emilia. La sangre como tinta y encerrados en un ladrillo de cristal. Los doctores, fieles a la escena improvisada, anotan en una planilla las mejoras del paciente. Los pacientes, fieles a la escena y esclavos a la realidad, anotan en una planilla de sangre y lloran lagrimas de tinta. Los mosaicos infinitos, uno pegado con el otro. Las aristas de un rectangulo galo se unen con los artistas de un verano europeo. Los veranos europeos lagrimean tambien y lloran las estrellas, extrañan y con la cruz del sur sienten sangre de vikingo. Lamentos de barco, chalecos y acordeones que suspiran por una tierra lejana. Es que acaso todo el tiempo todos estamos solos y somos siempre emigrantes viajando sin ningun lugar. Es que acaso la globalizacion nos ha dejado siempre mas solos y menos nosotros. Menos bombos y mas legüeros. Más distantes y menos elegantes. Cada vez a más kilómetros y a menos por hora. Y asi va cambiando el libre mercado. Mueren ecuatorianos y reviven marroquíes. Piedras verdes y cascotes de Liberté. Fragancias de noche buena, amor rotundo, profundo suspiro y la murga que cascotea el rancho. La arena se siente extranjera, finita y la yerba sin palos aumenta y alimenta. Lengua verde también. La mano verde, cantan en francés. Liberté. Infinito es el fluir, infinito cuando uno deja la lengua suelta sonando en cada nevada, en cada lluvia y en cada Navidad. Infinito. Va y vuelte otra vez y en cada instante hay una hoja en blanco que se va pintando de movimientos de mis dedos que teclean una y otra vez. Tiempo record, tiempo record. Una vez mas en la capital, soñando con un querer y llorando por un quedirán. La literature. El francés me sigue taladrando. En su mesa rezan los dulces y esperan por un buen porvenir: una buena digestión es la que come mariposas. Las mariposas y los niños en la escuela, esperando que finalice su vacación para poder elegirte como tema de composición. Sin embargo -la Liberté otra vez- no hace falta escuela, sino una nueva manera de hacer las cosas. Una nueva manera de escupir, sin la boca sino con el son; sin maestros sino el corazón. Falta menos, faltaba más. Más legüeros y cada vez más. Se reduce las espera, se fuerzan las luchas. Los puños lloran también. 'Por el amor' en francés parece sonar más lindo, pero ¡ay! (sorpresas siempre traen los caminos). Tu francés es de mentira, tu etiqueta es de galán. Tu visión es una rima y tu diván es un 'divine'.

Bum que bum. Sigue sonando tras el saxofón. Sigue este ritmo y sigue esta lluvia de palabras. Paró de llover en la calle y el cielo ya no está gris. La luna va rezando tras las nubes que pare de llover. Si no para no hay 'liberation', si no para no hay. Corto el pavo del escuezo y el escolazo es pura impresión. Muchas gracias, muchas gracias por haber. A ver...

La liberté.

13.12.09

... la definición. Abarcar con los brazos ya no alcanza. Quedó chica la circunferencia irregular. Niegan con la cabeza desde otro lado.
No. Ahora lo que tenés que pensar es más lejano en el tiempo, mucho más complejo. El pasado viene a estar más atrás que nunca y se entrelaza con arte en el presente, lo acaricia, lo incorpora, lo teje como en telar de Parca. Y si buscás bien, ahí está lo que fuiste.
Lo que fui. Pero sobre todo (y acá es cuando la afirmación se vuelve una profunda añoranza) lo que ya no soy.

Heß.
Pensé en subidas y en roces. Pensé en cambios y rotundos, en enumeraciones absurdas cual ésta.

No pensaba en nada.
Te escuché en japonés.
Te vi en sepia.
Te imaginé de blanco.
Te colgué de las manos.
Te vi moverte entre las hojas cayendo.

Te vi llorar sin lágrimas y moverte en plena tristeza.

Sin.

12.12.09

Recuerdo un tiempo en que teníamos que sonreirnos el uno al otro, mandarnos estrellitas brillantes de una punta a la otra del mundo, despilfarrar pestañeos ridículos por ahí. No había otra forma de lidiar con la angustia de no ser. La única manera, el único método conocido, era creer ser lo que no se era, agarrarse de la punta de una comenta y volar sin tener ganas. Y el miedo de caerse.
Entonces nos esperábamos llegar aunque nadie llegaba, nos tocábamos a la puerta aunque nadie contestaba (y aunque no sabíamos de la existencia de las puertas), nos mandábamos cartas con tinta invisible que nadie leía.
En algún momento reconozco que fuimos felices. Es como cuando consumís algo sintético, que no es ni parecido al producto real, pero después de un tiempo te parece que hasta sabe igual. Con la felicidad pasa lo mismo: si pasás mucho tiempo rondando falsas emociones, después te olvidás de la parte de que son falsas. Y todo es real.
Así fue como amé tus tildes y amaste mi forma de decir algunas cosas. Así fue como te asombró que yo fuera distinta (eso creíste) y a mí me dejó perpleja que vieras lo que nadie ve. Así fue como el café se volvió menos feo, el tarro de azúcar se rompió y los pasamanos de los ómnibus dejaron de oler a dinero (y así fue, en realidad, como notamos que huelen igual).
Ahora, mil años después, realmente estoy empezando a dejar de odiar esas situaciones. A veces se vive con tanto apego a lo real y a lo auténtico que se deja de apreciar el valor de las mentiras. Las mentiras son gran cosa importante. Las mentiras son el molde sobre el que se construye una verdad. Si en una imagen ves un castillo reflejado en el agua, realmente, ¿cuál es la mentira? Seguramente no el reflejo, pues es el resultado de algo preexistente, el castillo material. Y es que muchas verdades sólo son descendientes de sus madres mentiras. Mamaron de sus tetas, salieron de sus vientres, jugaron entre sus brazos. Por eso yo intento mecerlas en mí, dejarlas acercarse y acariciarme el pelo. Les doy las gracias, porque ellas construyeron mi verdad.
Eso sí: La verdad de hoy no es absoluta. La que llega mañana es más grande, más extensa, más nueva. Ese es el verdadero fin de los días: cada mañana descontar una mentira, hacer que se desprenda como un pedazo de revoque suelto en una pared que florece limpia y verdadera.


Please,don'twearmakeuptoday - Viernesonce, sábadodoce.

1.12.09

Enrejan la plaza a las corridas. La plaza amanece y guarda las mismas circunstancias: a la noche, caramala pero de día carasraras que se guardan de su normalidad para leer libros regalados o diarios gratuitos -leves excusas de un esperar-. El reloj corre con los atletas a mi alrededor.

El tiempo se mide en pulsaciones de deportista.
Es temprano para algunas cosas y tempranísimo para otras.
Zumbido de frenado, es mortal. Líquido para el chirrido es veneno ambiental.

¿Cuántas posibilidades viste pasar sin mirar?
Y el 'que te aproveche la noche' se cambió a un despertar.

Vuelta cincuenta y dos, minuto cuarenta y seis, llanto primero.
¿En qué día se piensa cuando la primer palabra dicha es 'chau'?
Quizás en uno sin noches largas ni cortas, o quizás sólo y lleno de noches largas, de ventana abierta, persiana cerrada y luz prendida.

Malformación de frases en el aire: 'Cada vez que hablás dos veces tenes que escuchar una'.
¿O al revés? Chirrido. Más miedo al conocido y al bocinazo que a la lluvia misma. Las precavidas miran para que no les cobren peaje de más. La fila es circular, el dueño es un personal trainer y el despertador cerró los ojos para pedir un rato más. Me miran. Carasraras en la plaza sin bebedero. Se chiflan. Se huelen. Se van. Sin paragüas abierto sino con abiertas ganas de darse y llevarse de la mano. En la otra, un papiro esconde un mapa de la ciudad con el camino a una plaza con luna y sin ruidos.

Reflexión.
Chupetín y se van.
¿Y yo?

Parque.

24.11.09

Todo el mundo está pintando con el amarillo cuando antes pocos lo hacían.
Cuando llegue ese hoy, ¿nos daremos cuenta que el amarillo es amarillo?

Amarillo.
Hay una luz en el cielo y nada de todo esto es una novedad. Entre olor a pasto, entre olores y dolores, un idiota más nota que hay una luz en el cielo. Otro falso poeta intenta encontrar la forma de los lunares. Tu rostro en alguna constelación. El frío carcome y es excusa para temblar. Falsa excusa, tanta trampa. Noche y hay una estrella en la punta de tu nariz que prende y apaga en rojo.
Ay poeta! ¿Cómo evitar pensar que esa estrella roja es un freno en tus días? ¿Cómo no creer en señales si crees en poesías, lunares y estrellas?
Rojo. Rojo pleno en un país donde el rojo es para parar. ¿Parar? ¿Frenar? ¿Seguir?
Las preguntas en el aire y un pie que toca un pedal para avanzar.

La clave está en el café con leche. En la leche, en el grano. En la piel, en el alma. En el asno, en la rueda, en el obelisco. En el saquito de té. En la basura. En el cartón y en el papel. Definitivamente en el papel, en mí y en vos (y en cada voz que me cruce los días que me dejen quedarme).

Dos dos dos.
Todavía quedan hojas en blanco para rematar. Al mejor postor. Al mejor precio. A todo eso que nunca escribiré van siempre dedicadas estas coplas sin sabor. Y entre un ruido a platos que se tocan se lo ve intentándolo. Oscuridad y una poca luz en cada pupila. El sonido de un tren que se va yendo, esa sensación de pañuelo agitado. En el centro de la luz un intérprete de la desazón, un viento de lamentos. El tren silba y acelera entre el todo. Todo se va. Entre el vértigo su mano encontró la solución. El único detalle es que la solución es el gran opuesto de lo que se creía. Su solución con forma de cuchillo no tiene filo. Su intención lo llevaría a untarse muerte si fuerae necesario, pero la muerte no se vende en el almacén.
Entonces eso quiere decir que hay esperanza... y pan con manteca para desayunar.

Desahuayno.
Todos bailan. El mundo viaja a ritmo.
Todos tienen el tiempo más exacto en su reloj biológico, a tempo el movimiento. A tempo y sin detenciones. Me siento en desvelo, en vuelo total. En pausa de sonido, en un reflexivo silencio.

Y sobre todo... ¿para qué esperar a estar enterrado si hay vitrinas para los vivos también?

Parque.

14.11.09

Si pasará o no lo que auguran los que saben, no lo sé. A pesar de estar tan lejos del punto donde empecé, a veces me gusta mirar para atrás. Y como no se puede mirar sin ser, voltear la cabeza sin retroceder, me contamino un poco de lo que era ante. Y cuestiono, busco desesperadamente lo empírico. Hace poco tiempo, como parte de un halago maravilloso que me colmó el alma, alguien tuvo la amabilidad de decirme que antes buscaba excusas y ahora busco repuestas. Y a mí me pareció genial. Porque ya sé de sobra que la excusa es para el que no se atreve a vivir.

Otro día distinto hablamos de planetas. Y, sin dudas, me acordé de liberaciones y de pueblos. Me acordé de la calidez de un pueblo que aquí perdí por completo. A pesar de los daños causados, yo me acordé de haber estado cuando ese pueblo salió a la Luz. Literalmente.

Y entre planetas, dioses y fantasmas te veo pasar, deambulando como queriendo parar en medio de un viaje. Los colores, las formas difusas que quiero adivinar pero sólo imagino. Ya me acostumbré a que el tiempo tenga una velocidad independiente a la que yo deseo. Por eso, y mirando de reojo un almanaque en el corazón, recuerdo que falta poco más de dos años. Quiero creer, pero no sé si no estaré mirando para atrás demasiado. Entonces, la verdad es que no hay método científico que compruebe que vas a estar ahí el veinticinco del once del dos mil once.
Mi última chance, y la única posible en realidad, es derrumbarme del todo, desarmar por completo las estructuras que me crean, y dejar simplemente el sentido amoroso, la capacidad innata y viva, de reconocer lo que me complementa, fiel suceso que nos vuelve seres maravillosos.


I climbed across the mountain tops.

13.11.09

Y llegué quizás a ese Edén de madera y café. A esa esquina de grano marrón donde contarle a nadie y a todos cada profundo lamento. Es mi arroyo en la ciudad, son los pasos malos en San Telmo. Es la nueva manera de teclear. El clima está europeo. Los ojos de mi sentimiento ven otras cien estrellas en el cielo. La inercia es tu manera de seguir, pero las hamacas se detienen en algun momento. Alguien se cansa de empujar la hamaca y por reflejo se detiene. Porque el mundo no vive en Firmat y porque todo se termina terminando. Esto que vivo hoy se parece a esa estrella muerta que sigue brillando. Lo que hay entre los dos es brillo de estrellas que murió hace muchas décadas atrás. Falta asincerarse y que aparezca un científico saber a decirnos que en lo cíclico de las cosas, esto ya le pasó a algún comensal. No vale la pena que muramos atragantados
¿Acaso la especie nunca comprendió que hasta la bola con más pique deja de rebotar?
Estás en el otro estremo del lugar. Inspirando el movimiento de mi mano. Tus ojos tras los vidrios y tu remera de la metrópolis. Sin slogan, tu cuerpo es un mensaje. ¿Cómo llego a que me cuentes? No quiero bailar más solo, si nunca supe bailar. Lo mío es caminar, lo sincero siempre es poesía.
La tinta negra sobre el blanco me ve solo. Yo no sé quien organiza esta desorganización, no sé quien paga la cuenta en este lugar. Huele a café cada calle, en cada recoveco crece una planta y se enrosca en un farol. Mirala subir y su deseo verde de llegar al cielo. Sé ese deseo, respira el oxígeno que sale de esa planta, ese aire de esperanza.
Yo no sé quien marcó el rumbo de la táctica. Hoy soy de mil lugares, soy un non que va por acá, por los caminos y ya nadie saluda por verme crecer. Nadie sonríe porque me vio leer. Lecciones de otra época y otra edad.
Hoy citadino e inesperado soy charlado por anónimos. Soy un muerto vivo más en una ciudad que chupa sangres bajo el cielo azul.

Saint Elmo.

10.9.09

No existe la casualidad, sólo existen los sucesos. Depende qué color elijas en un paleta de pintor, la tonalidad que tomen. Porque lo sucesos se parecen mucho a una imagen para colorear. Uno de esos mandala, universos creados, en blanco y negro, para pintar adentro.

Casualidad es cuando preferís creer, pintar, que las puntas de una línea de arbitrariedad se tocaron por un segundo, formando un círculo perfecto.
Causalidad es cuando aceptás que en algún momento, lo recuerdes o no, ahora o antes de nacer la memoria, tus intenciones manifiestas resultaron en hacer que esas dos puntas se toquen, dejando de ser azarosas y pasando a hacer el dibujo mismo de la causa y efecto.

Así, de verdad, es como se vuelve perfecto al camino recorrido. Tenías razón, y ahora comprendí. El destino sigue siendo el mismo, destino Instrucciones, sólo que yo ya gané acceso permanente. Se convirtió en mi casa, mi escuela, el lugar donde me esperan. Entro vacía y me voy con cargas pesadísimas, que son ovillos infinitos de lana que procedo a desenredar lentamente. Cuando desato el último nudo, y con ellos comprendo, es la felicidad el único sentimiento posible.

Nada es igual. Nunca va a volver a serlo. Una vez que cruzás, cuando te rendís ante lo nuevo como hombre de guerra cansado de luchar contra sí mismo, el cambio es tan radical, tan notorio, que ni siquiera recordás quién eras antes.
Antes yo tenía fantasmas recorriéndome la cara. Antes no sabía qué hacer, para qué y cómo.
Ahora tengo dos cosas: Luz y misión.

Kuntur: el vuelo del cóndor.

15.5.09

Finalmente, después de tanto tanto tiempo, fui. Nada que ver con lo voluntario: simplemente el curso de la historia, quizás algo que pueda llamarse destino. Estuvimos en algún momento pensando en esa otra dimensión, en cómo llegar. El amarillo te deja ahí pero no hay forma de pararlo estirando el brazo. Será un episodio, algún punto de inflexión en el que cierres los ojos, y al volver abrirlos estás sentado en un asiento, mirando por la ventana cómo pasan lucecitas amarillas por la avenida.Entonces comienza el viaje: empezar a preguntarte, y entonces darte cuenta, de que no sos la misma persona. Que ciertas cosas te pasaron, que ciertas cosas te volvieron distinta cosa de lo que eras, que tenés nuevas opciones obligatorias. Está develado el misterio, yo fui y lo vi. Es un lugar indescriptible, es nada más que un vacío donde uno queda suspendido, y allí todo es tan perfecto que los pensamientos fluyen como corrientes de electrones. Entran y salen, son voces hablando de miles de cosas. En Instrucciones conocí los ingredientes que me faltaban para completarme, para terminar de caer. Supe de la soledad a pesar de tener gente al lado, supe de la decepción, supe del sentirse incomprendido, supe de no encontrar una mano cuando te tropieces y caigas, y te duela una rodilla. Y en esa otra dimensión de entendimiento, supe de la reconstrucción como herramienta para renacer. Me dijeron, las voces nuevas que contengo, que de tripas corazón y más, más adelante encontrarse. Solamente así. Como desprenderse, como dejar una rama de un árbol para volar y aterrizar en otro lado.Fui a Instrucciones. Me llevaron. Me arrastraron furiosamente sin poder parar. Me dieron contra el piso, me lastimaron alguna parte del cuerpo que sangró un rato. Pero ya está hecho. Se termina la historia de quien soñaba con ver más allá, con subirse, con ir y entender. Yo ya entendí.A otras dimensiones me dirijo en breve, en busca de lo que me falte. Estamos continuamente cerrando círculos para empezar otros. Y al fin de cada uno, cuenta alguna voz de entre la gente, hay una pequeña carta de despedida. Carta triste, dolorida, profundamente dolorida. Pero asegura, al final de ella, que los nuevos caminos prometen luces de todo tipo iluminando la historia de un simple ser humano.
Así será.


Aurevoir.

11.5.09

¿Y si un día de golpe al volver me diera cuenta que cambiaste la contraseña de la puerta? ¿Si me diera cuenta en plena agonía, en plena caída, que cambio cada letra de tu cerradura y que mi llave no funciona más? Hay cerrajerías que funcionan 24 horas, pero a veces el auxilio se ve lejano. El campo no guarda grandes urbes y las cerrajerías no guardan soluciones. Y en una escena llena de picaportes es obvio que no hay ni herreros ni cuchillos de palo, ni silencios ni soluciones a esta puerta que no se abre. Esa horrenda sensación sin continuidad, pero con toda infinidad. Ese moebius de penas que se ve nublado como mi ciudad ésta tarde. El sol que no se pone y la luna que no sale, los vientos que soplan fríos y la llegada de un otoño que nos confunde el porvenir.
Mis dedos tocan en un teclado palabras que en código morse emanan amor que jamás llega a tu oído. Mis códigos en braile no llegan a tus ojos y tu mirada nunca se posó en ésta mariposa que en mi pecho revolotea. Ya no se si me escribo a mí, o a cual de las voces le estoy dedicando éste mensaje. Hoy me siento más cerca de la luna, más cerca de San Juan, más arraigado al sur y bailando por doquier. Mis silbidos me llevan a volar y mi poca paz me hace pensar que en economía uno siempre quiebra para volver a quebrar. El sonido de monedas que caen hasta la alcantarilla y en medio de todo el caos mental y la verborrágica mala confesión se ve una violeta que crece entre el hormigón -como en esa vieja canción que escuchamos alguna vez juntos-.

De olvidos y desesperanzas.

20.3.09

Una mentira grande como la casa más grande. Una frase célebre, un hit para todas las remeras, todos los hippies y todas las oraciones prefabricadas del mundo. Una idea para tarjetas de Navidad, filosofías de vida y cartas con o sin remitente.
Cuatro muchachitos le volaron la tapa de los sesos al mundo, un día. Mi organismo aún no tenía la cantidad de células necesarias para verlo, oírlo y sentirlo. Apenas recibió, muchos años después, los relatos de unos padres que lo apreciaron débilmente desde la distancia.
Y lo cierto es que en muchos momentos de nuestras vidas nos convencimos de que era cierto. Y es que lo es, hasta el día en que alguna cosa te patea la boca y te empieza a sangrar.
Mis ancestros más olvidados podrían venir a contarme otra historia. Y, digo la verdad, me encantaría creer todas y cada una de ellas. Que si prendo un incienso voy a estar bien. Que si cierro los ojos y no cruzo los brazos voy a estar bien. Que si lo dejo ir, si me trago la pastilla, si me dejo llevar y soy una niña de nuevo, voy a estar bien.
Mentira. Mentira el aura. Mentira ellos cuatro y la frase de tarjetita cool. Mentira que solo necesito eso.
A esta altura, con tanta ceguera en la mochila y tantas negligencias morbosas, lejos estoy de necesitar una sola cosa. Necesito papeles que den números que tengan la suerte de caer dentro de los valores esperados. Necesito recobrar el sentido de la voluntad. Necesito células nuevas, o que se recuperen las viejas. Necesito llegar a tal grado de conciencia en que pueda aceptar que no van a salvarme la vida.
Nadie va a salvarme la vida.
Soy parte irrevocable de una minoría, de mil minorías. Soy parte de un ejército despiadado que acaba consigo mismo porque jamás llega a encontrar la vuelta. Soy parte de unas estadísticas que me colocan en el lugar privilegiado de la gente enferma, aparte de la que está bien. Soy parte de la gente que necesita darse cuenta que tiene que empezar a luchar y a decir más cosas. A abrir la boca, a apretar los dientes.
Para eso, aunque parezca mentira, tendría que dejar de creerles. Y ya estoy empezando por darme cuenta que cierta cosas no son verdad.
No sé vos, no sé ustedes, no sé aquellos. Pero yo, con este pronóstico, estoy necesitando something else than love.



Perdón Beatles.

Times are changing.

15.3.09

La suma de todos los borradores que nunca publiqué. Las publicaciones son sencillas cuando sólo se trata de apretar un botón -tan fácil como estallar el mundo en plena Guerra Fría- muy sencillas. Las horas cambian y los vientos soplan fuertes. Las basuritas se meten en los ojos de la gente que va desabrigada por la calle: la estación está cambiando. El tren del mundo no para de girar y el tiempo sigue de viaje a las corridas, siempre a punto de perderse. Las cajas se rompen siempre en el mismo lugar. Las ganas siempre aparecen con el mismo violeta y el sol asoma con la misma lucidez de los maestros, que aparecen cada tanto como señales en un camino lleno de escombros. Por el camino van los caminantes, sólo algunos se atreven porque los demás están parados a la espera de algún aviso que los lleve. Son pocos los que siguen continuándo. No esperan nada sino que tienen la magia en sí.
Esperando que gire el balón del mundo. Esperando que cambie el día. Agradeciendo que en Escandinavia hay 6 meses de luz y 6 de sombra, pero que aquí cambia todo todo el tiempo. Agradecidos de amistades y planetas reales, agradecidos de infringir la ley con la facilidad de los turcos.
No me importan tus copetes y tus incoherencias. Sabemos que las antinomias son males que no pueden gambetearse por ningún vereda. Tu blanco o colorado/negro, tu anti o pro. Qué lástima me da tu arrogancia. Que pena. Tanta tristeza me da esas fotos que sacás sin darte cuenta que fuera del 10 x 5 queda un mundo fuera. Maldito idiota.
Temporada de intertextualidades. De contar cuestiones de la realidad, como la misma ciclotimia de la ciudad, con imágenes pasadas hace dosmilocho años atrás.Pero vamos a escaparle y vamos a ir más allá. Vamos a intentar entrar en tu cabeza. Tan confusa detrás del rubio de tu pelo que deja entrever poco y entreverar muchísimo. Me pregunto si la intertextualidad con el señor Dante será un pecado distinto, el pensar que la palabra que decís se escribe con b corta o v larga. Mal purgatorio, mal infierno, mal hoyo que va derritiéndose debajo de las alcantarillas donde ya no quedan tortugas de la infancia ni ratas karatecas. No hay mas Dizzy ni Disi. Borrador para ser normal y demostrar que nada va.
Son tan pero tan pocos. Diez estiradas, un coso que hace clanc, un sombrero que saluda, dos que se llaman como yo, un bombo, unas maderitas con una bolita en el final, dos o tres parlantes. Aunque con las diez estiradas y un aplauso, un chisteo y una linda toma de energía andan como loco.
-El problema es el planeta Tierra- se le escuchó decir de tardecita en un patio de casa vieja. Cuánta verdad para tan poca yerba. Estamos inmersos en una cuenta regresiva que despierta una nueva competencia de maratón. Hay varios interesados corriendo un conejo gordo y chancho, un chancho saltarín, deforme, largo y habitable.
Y como cada pensamiento poco lúcido se ve alienado por un sistema de terror y pecados, cada...Y como el universo se está expandiendo, algún día uno dijo que en verdad es porque si ves que todo va al revés seguro que todo salió de algún punto, el mismo. Una explosión de energía. ¿Qué hilos manejan la energía? ¿Quién es el titiritero de los pensamientos libres? ¿O no será otro tipo de alienación pensante la que sufrimos?No la sufren los iluminados únicamente, pero hay algunos que pueden darse cuenta que sonrisas entre dientes y pelos mojados al salir del mar son momentos únicos alguna vez, quizás sin pensarlo igual, pero qué lindo. Pero son instantes, son recuerdos, son momentos.Porque sería lógico que si a cada ceguera hay un sol enchapado de plata y oro detrás de la puerta, detrás de esta puerta tiene que haber también alguien manejando un timón. Un titiritero blanco que va saltando de alegría y enseñando a hacerlo mejor. Porque sí, hay un mejor.
No me reconozco en el tiempo. No me reconozco borrando los rastros de maquillaje. No me reconozco en el suicidio al darme cuenta que una marioneta se muere por enterarse de sus hilos. No me reconozco titiritero ni guitarrista. No me reconozco en mis propias rimas. No me reconozco más, ¿será que está cambiando la cuestión? He aquí la suma de borradores que nunca publiqué. A ver si me ayudan para llegar a la respuesta al final del camino.

Suma.

23.2.09

No puedo soportar siquiera la idea de que vaya a pasarme. De ser yo, Pedro Mendeslopez, el elegido, el hombre de turno, el blanco al que apunta un dedo mayor. No sé cómo haría, como lidiaría con la irremediable fortuna de ser libre.
Quizás llamaría a mi mujer y le gritaría al oído que me he vuelto loco y sueño despierto. Ella entonces correría a lo de su madre a contarle que su marido está loco, que la oficina terminó de arruinarle por completo la cabeza. Mi suegra, entonces, con una mano fina y delicada, sólo con los destrozos que causa el ininterrumpido ejercicio del frivolité, se taparía parcialmente los labios, que forman una perfecta letra O de asombro.
Más que por esa cadena de sucesos asegurados, el miedo me nace desde adentro por lo que yo mismo podría llegar a causarme. Porque me quedaría helado, porque me acometería un repentino ataque de pánico, unas necesarias ganas de mearme en los pantalones, de tirarme de los pelos, de saltar por la ventana o, mejor aún, esconderme debajo del escritorio.
Sería terrible, terrible. No me es posible concebir tal cambio, tal suceso, tal resplandor y la posterior ceguera. Tendría que aprender a decidir, tendría que lidiar con la condición de no estar más colgado de la cuerda de la ropa, ésta cuerda, y mirar cómo los palillos yacen sencillamente sin sentido, tirados en la azotea. Y allí, con los pies en el suelo, sería consciente de todas mis neuronas transmitiendo miles de impulsos en mi cuerpo, de mi sistema nervioso esperando las órdenes de mi cerebro, una maquinaria recién aceitada para andar. ¿Qué haría si me hallara, sin más, capitán de mi propio barco? Si adelante solamente se vislumbrara la posibilidad de estar sólo contra mi vida, sólo con mis decisiones, mis opiniones, mis actitudes. Si nadie más viniera a mi casa a venderme una religión, a imponerme un trabajo, a casarme con una mujer linda y sin personalidad, a pedirme que vote bien y que me comporte.
Qué pasaría... ¿Qué alas debería visualizar para estar cerca de esa sensación tan grandiosa, tan brillante, tan peligrosa, que es ser libre y ya?
Por eso, por eso mismo, no puedo soportarlo. Me engancho a la cuerda tranquilo de que no quieren soltarme, entonces sé que no caeré. Vuelvo a casa cada día y me bajo del auto tranquilo, porque sé que la mujer que me espera no tiene más que un plato de comida y comentarios sin sentido, pero está. Me acuesto tranquilo, luego de ver televisión en paz, porque sé que al otro día habrá invisibles hombres que se tomen el tremendo trabajo de decidir por mí cada paso, mis conveniencias, mis opiniones, mis papeletas.
Rezo para que Dios no permita, que no tenga la mala intención de hacerlo, que jamás se le ocurra abrirme los ojos.



El monstruo que todos tenemos, ése que vos escondés, hundiéndose en tu lago Ness.

18.2.09

Como un perro que espera que le lancen la bola, o la rama, lo que más a gusto le entre en su boquita negra y salivada. Con los mismos ojos estaba mirando el horizonte preguntándose si iba a escuchar en los 90 minutos que restaban la palabra de tres letras. Esa palabra que a cualquier amateur le daría vergüenza, pero que a los ya experimentados los llena de bravura y de ternura de ésa que te hace entrecerrar los ojos. (Igualmente al horizonte nunca le gustaron sus letras ni lanzarle la bola o la rama, pero ahí estaba el perro sin moverse)
Pelaje marrón y lacio y una cara virgen, rogando por esas tres palabras. El horizonte con un mar verde que se rompe en el pasto. Las tres letras en el cielo sobrevolando las edificaciones que de película se dibujan y construyen en otro lado. Las tres letras suspirando, entremezclándose y formando nuevas palabras. Trenzándose en el aire y generando un nuevo porvenir.
Con esos mismos ojos de perro anhela escuchar tres letras para no tener que escapar como Nerón a morir a una tierra lejana. Por más de que sea hermoso el vagabundeo y la muerte como punto final, en éstos últimos segundos, el perro sigue esperando que le lancen esa bola de tres letras.
Con la noche, se da por vencido y se vuelve en el camino contrario de su cucha para morir en soledad bajo alguna estrella roja.

El perro.
Arpegios. Una subida repentina de dedos sobre unas cuerdas de nylon. Una sutil caricia del nylon hacia la piel y retumba el espíritu de las ondas por los aires. ¿Quién diría que hace ya bastantes años la nota Do iba a ser sinónimo de tristeza eterna en el alma que guardé en el placard? El alma, vestida de plásticos, harapos y viejos sacos para usar en algún corso de moda. El alma con olor a naftalina y alguna polilla colada en las entrañas y las tripas de su porvenir. Polillas sin alas, que se retuercen sobre el suelo por la pésima gravedad del planeta, tierra. Tierra por el aire como en una escena oxidada de ciencia ficción, la moda del olor a naftalina. La persecución por la nafta y los caminos que ya no existen. En el centro hay un hombre con sombrero, sin cara, que se pregunta para que lado tiene qué correr cuando no hay caminos y su gran desierto de tierra está situado dentro de un placard gigante. Con el alma de sombrero, con la metáfora de algún otro galán en los pies como zapatos. No saber a donde correr. Recostarse en el techo del placard y soñar con ser un colocador de alfombras hediendo a pegamento barato. Colocando alfombras en el techo con los pies sobre la pintura que no secó. El pecho en alguna heladera por descongelar. Las cerraduras con la llave a media rosca que no te deja entrar ni meter alguna solución. La jarra totalmente llena y ésta gota de alma que no sabe a donde morir. Una gota de alma, una gota de agua. Una gota que entre tanta tierra volando, entre tanta escena oxidada, parece ser de un pasado lejano pero es de un mañana que está por llegar. De un final que no se escribió todavía y que es muy similar al olor a bolita blanca. El olor a naftalina que persigue y la polilla retorcida va rezando un Padrenuestro al piso, lamiéndo el cielo con su mugre.

Ah.
Tengo que apurarme. Debería hacer ya todas las cosas pendientes, rellenar con enduído todas las depresiones en mi pared, antes de que el amanecer, y la luna llena yéndose entre los árboles, me transformen en hombre lobo atacándome a mí mismo.
Es tanta la certeza de caerse otra vez, que cada mañana mi mente hace sus mejores esfuerzos, elige las frases más persuasivas que conoce e intenta mantenerme en la cama. Me seduce la almohada, tibio consuelo del que se ha dormido más de una vez con la cara húmeda e hinchada. Me aprieta la sábana, con la seguridad de no dejarme ir, de agarrarme cuando vengan a buscarme desde la corte electoral para que elija un presidente, desde la facultad para que elija ser mejor y callarme la boca, desde el futuro para que elija tener un hijo y ser madre soltera.
En la cama está la milagrosa posibilidad de volver a dormirse. Y quizás, si para pasar el tiempo no tengo mejor excusa, soñar. Soñar un viaje, un vuelo, un charco de agua. Meter la mano en un tarro gigante lleno de lentejas. Zambullirse.
Cuando tenés la certeza, el frío helado de la verdad, de que no va a salirte bien, no tenés ganas de escuchar Tren a volumen 5. Tren, que sustituye a Discoid en la lista de cosas para las que no estoy preparada aún. Necesito días de lento amoldamiento a la nueva forma que tiene el mundo de avisarme que ya es hora de sumergirme en él.
Por eso, como para no tener tiempo de nada más, estoy apurándome a hacer todas las cosas que pueda ahora mismo. Estoy bajando dos discos a la vez, para ahorrar tiempo. Voy a escuchar un tercio de cada canción, y a llorar una lágrima en vez de tres cuando con su voz curtida y norteña diga que no encontraron nada.
En el fondo de aquel saco, donde iba la vida junto a su almuerzo, quizás me encuentren algún día. Hace tiempo que espero, deseando que se den cuenta de que quedarse callado es querer que hablen por uno. Que con palabras de talco y papel digan lo que no necesito siquiera pensar en articular. El tiempo pasa, la gente pasa, y nos va pareciendo que en verdad no es tan sorprendente aquella tal cosa extraña. Me asusta pensar que en algunos años no quedará espacio para la sorpresa, esa cosa tan importante que le da el puntapié inicial a algunos pequeños cambios necesarios.
Imagino a la novia llorando en un cuartito, pataleando en el piso porque no es simplemente como ella quiere. Lo imagino a él, cediendo una vez más, apretando mil teclas hasta encontrarla, prometiéndole en un susurro que va a ser como quieran sus deseos. Y después, cuando cuelga el teléfono y ella en otro lado se va a dormir tranquila, le da algunos besos a otros labios menos demandantes. Más acá, donde no me ven, empiezo a dejar de sorprenderme. Empiezo a creer que es natural. Empiezo a querer dormir, cada mañana, sin Tren y sin mundo.
Podríamos negociar: me quedo con Tren, pero llevate lejos al mundo.


No es casual, es causal - Lo que quería decirte hoy.

10.2.09

Una lágrima de tambor. Una pirueta grotesca en el aire. Los brillos de tus ojos. El napalm que hincha heridas. Las cicatrices del abono. El demente de las cosechas. El pepino que nunca creció. El tamborilero loco. La estresante tarea de asistir. La lista de presentes. El olor a tabaco ajeno. La pipa y el olor a madera que no quema. El viento de tu instrumento. El silbido apasionado. La enumeración que no termina. El niño que molesta y molesta. La risa descabellada. El absurdo de seguir esperando al lado del árbol. Las frases célebres del viaje. Los bolsos llenos de ropas. Las ropas que te dicen como soy. La tierra de mis pies. Los hongos. El baile tradicional. Los pañuelos al viento. Los cueros por el canal de TV. La transmisión en vivo del fin del mundo. Hasta el fin del mundo.

Para que mi fe no acabara.

23.1.09

- Buenas.

- Buenas noches.

- ¿Y cómo va? ¿Cuántas hoy?

- Y... no muchas. Tal vez ocho, siendo optimista.

- ¿Pidió deseo?

- Alguno. ¿Usted? ¿Viene a probar suerte?

- Sep... a ver qué sale. Dicen en la ciudad que no se acierta mucho. Aunque había uno que, no sé, andaba contento porque consiguió otro trabajo.

- Tuvo suerte.

- Tuvo. Y usted... ¿nunca le llegó la hora feliz?

- Nunca. Y eso que trato y trato... no cierro los ojos nunca.

- ¿Hace mucho que viene?

- Perdí la cuenta.

- Pero... ¿tanto? ¿En qué momento se levantó a hacer otra cosa?

- Que recuerde... ninguno. Siempre acá mirando y deseando, cada vez que pasó alguna. Vi cometas enteros. Las constelaciones más famosas estallaron, se extinguieron ante mis ojos. A todas les pedí algo, pero nunca me pasó nada. Pero yo no me levanto, nunca me levanto. Día y noche (no duermen de día, todos lo saben, están ahí aunque no las vea) aquí acostado. Esperando.

- Y nunca... ¿nunca pensó que acostado no suele ser como el hombre vuelve de material sus castillos en el aire?





El observador de estrellas.

15.1.09

Por la mesa se desparrama, todo queda teñido de violeta. El líquido corre, se desplaza, se cae y me mancha las manos, las piernas, los brazos. No digo nada, porque ya estoy empezando a entender. Toda la vida hasta ahora, dos décadas rumiando las mismas preguntas (eran las mismas, aunque lucen tan distintas), las mismas sensaciones. Y ahora, como quien decide simplemente dejarlas caer sobre uno, comienza a nacer el Sol que alumbra ciertas oscuridades.
Nada empezó así, acá. Nada termina allá, en esos años donde nos volvamos apagados y fríos. Todo es, tal como lo explican las voces antiguas desde nuestras profundidades, un continuo circular y avanzar, perderse, encontrarse y saldar deudas que nos saquen brillo. Como una manzana.
Tenemos que decidir ahora mismo. Luz o sombras.

Luz o sombras.


Luz.


Energía electromagnética radiante capaz de ser percibida por el ojo humano.