24.12.08

¿Alguna vez te pasó que en la cabeza se proyecta la película que filmarías si tuvieras lo necesario? Tal vez después descubriste que no es una película, sino la vida o (al menos dame esta chance)un momento, una sucesión de situaciones no tan larga pero suficientemente extensa como para saciarte. Apuesto que también te reirías. Que terminarías con las sábanas envolviéndote y una gran risa, risa de trasgresión y conciencia, de alegría y de saber que el mundo no quiere que estés así. Pero estás, y eso es lo más glorioso.
Nada peor que encender el fósforo bajo la lluvia. Así tampoco es, y así también se muere Iribarne. Él que pintando escribió su futuro, la ve y muere por saber qué piensa cuando mira. Qué parte de su cuerpo lo siente presente. Cuántos pasos da hasta llegar a la oficina. Si huele las naranjas o simplemente no les presta atención.
Te estoy viendo sin que estés, estoy espiando tu casa, esperando que llegues. Vos me abriste la puerta, me diste la llave, me agarraste una mano y sin que la sienta me abriste los ojos. Te estoy vigilando con el corazón salido, marcando su contorno en mi ropa, dibujándome ventrículos de ansiedad. Espero que llegues e imagino. Eso nunca para. Siempre imagino, imagino y proyecto películas, que son las escenas que filmaría, que viviría, si pudiera. No sé porqué demorás tanto. No sé porqué no podrías simplemente acordar conmigo una hora y entonces vernos, tocarnos la cara, saber que existimos más allá de un cablecito anunciando modo on.
Mi fósforo y el agua, esa incompatibilidad insoportable. En un rincón de mi cabeza el olor exquisito y lo horrendo del palito negro y mojado se mezclan, adquieren una textura espesa y chorrean desde mis conductos lacrimales hacia el universo. Me hacen acordar que durante mucho tiempo, seguramente más de trescientos sesenta y cinco días, amé a alguien sin decirle una palabra. Más tarde, formando parte de una de esas iluminaciones que le ocurren a uno cuando su interior nos obliga a ser sinceros, reconocí que no fue solo una vez. Reconocí que siempre fui las rejas que no me dejaron decir palabra. Nunca di una sola batalla. Todas las veces, como un guerrero que se corta el cuello antes de arriesgarse a sufrir un poco, me declaré en pérdida y bajé la bandera. Ahora muchos lo saben, esta es mi forma de decírselo a todos. En el fondo quiero que sospechen de mi, que se den cuenta que hace rato estoy bajo la lluvia, con solo fósforo apagado y el bolsillo lleno de esperanza, de tibia esperanza que me canta bajito, para no asustarme, que no me desespere. Alguien traerá otro fósforo y vamos a prenderlo, antes de que la últimas toma termine, antes de que digan corte y no quede más tiempo.


Lifeforrent.

23.12.08

Si no puedo evitarlo. Aunque mi casco de minero tenga una luz que funcione bien.
En medio de la penumbra baja el nivel de oxígeno. Los alveólos no reciben bien la información y por inercia se encuentran todavía oliendo tu perfume a verano y sol. Los alveólos tampoco sirven. Obsoletas partes del cuerpo.
Los colores se ahuyentan con éstas malas energías. Y esa carpeta que no se puede guardar en ningún cajón no la puedo dejar de ver. Esos recuerdos que no tenía guardados, por poco memorioso y porque las neuronas en algún punto también son obsoletas, están ahí. Eso que aprendiste, me carcomió el alma. Me la escondió y me dio esa sensación de que uno cae entero al piso cuando en realidad está depositando todo su cuerpo contra el colchón, desde los talones hasta la nuca. Esa sensación de un pozo de aire en el vuelo.
Todavía tengo todas las partes de mi cuerpo, pero me falta algo por el medio. Un poco de luz que no está en ningún casco, ni en ninguna cocina. Se escucha de fondo la voz de Eladia cantar, y Luis Alberto siempre está a la orden del día para aconsejar. Open 24.

Mesabeasavemeenlaprimaria.
Como si fuera un primer fascículo de poesía encantadora. De voces que resuenan en las mentes de los peatones en las urbes. Bandas sonoras en las mentes que no necesitan de ningún enchufe a sus orejas para disimular los chirridos del freno de los omnibus y de los subterráneos de más de cuatro pisos. -Te confieso que a mí también me gusta el A, como si fuera más que un fascículo, una carta que dice estupideces para descargar- Va cantando alguien por ahí, hace veinte años una melodía tarareada que dice entre letras sin sentido que Chico Buarque tiene puestos los anteojos que dejé sobre un cuaderno con su rostro iluminando el cuarto. Como derritiendose sobre el papel araña, como se derrite el sonido de los bandoneones de tu versión con la voz femenina de una rubia despampanante en el corazón. Algo entrando en la mañana.
Chocan, se hacen trizas en el aire. Lo del tango es una idea que me toca aunque no quiera.
Una chica sube a un taxi. Caballito, Buenos Aires. Muere un tipo en Mataderos, un balazo en un aguante.
Y esto no deja de ser una canción desde el alma.
Sol, que me calmás.
Tango que me hiciste mal. Sin embargo te quiero, quiero sepultar.
La vieron a tu vieja con un pan de hash, vendiendole a los negros en la calle Montparnasse.
Y esto no deja de ser una canción desde el alma.
Ni un fascículo disfrazado de carta, ni una carta sin sentido desde el fondo del dolor. Ni un tango malherido, deja de ser. No deja de ser nada. No deja de ser un todo que lastima y que es una llaga de dolor en cada uno de los dedos que sostienen ésta lapicera. Llagas hasta el fondo del tango. Llagas hasta el fondo de la ciudad. Hasta Pompeya, hasta un puente con olor a podrido. Desde alguna calle perdida de París.

Alma.
Este canto con destino, este canto con destinatario. Esta carta cantada con recipiente, con un goteo constante sobre la tapa de la cabeza de cada uno de nosotros, bailarines. Este ritmo de tambores sonando al compás del corazón, y el llanto de un cantor que expresa la razón que sostiene al corazón. La canción caribeña, las ganas de mover los pies, que sonaban en el fondo de una habitación cuando no estaba helada y solitaria. Entre ventanas que se abren y sábanas que se mueven al ritmo del tambor.
De a poquito uno recuerda que controlaba las luces de la ciudad, como una especie de misterioso conocedor de las ciencias urbanas. Uno llega a la conclusión de que fue una especie de esbozo de superheroe que merodeaba la ciudad entre zapatillas baratas y cordones desatados. Los pies de un semidiós que cargaba un hijo y un proyecto de vida entre sus nalgas.
Hace mucho había sueños y hace menos fueron realidad. Hace mucho menos tenían patas de gallo que dejaban marcas sobre la arena de la dermis. Hace menos que mucho menos los débiles se bajaron del tren, decidieron abandonar la lucha imposible y largarse a mojar los pañales de llanto.

Hace.

21.12.08

Lo vi.
Lo encontré.
Encontré a ese tipo con los ojos de fuego. Los ojos llameantes.
Se encienden sin gas, ni artificial ni natural, sólo con un abrir y cerrar de ojos se transforma en un tigre espantando gacelas. El miedo, sólo en quienes no se animan a abrir los ojos.
Los vi. Los ojos llameantes.

Ver.

14.12.08

Palomas inservibles que no me salvan, como ángeles grises urbanos y poco afectivos. Ninguna solución, ninguna aura más que caca en los tejados. Palomas inservibles diciendo cosas murmurando entre la lluvia. Una luna oculta tras una tribuna, y una canción que te hace acordar a su piel y a un viaje que le hizo bien. Un campo lleno de bombas saltando y explotando al ritmo del recuerdo fugaz de amar mucho, explotando por el calor, por la presión. Una continuación de los malos capítulos de la novela. Un duo siempre tiene segundas y terceras partes, nuevas oportunidades de tomar un cafecito y muchísimas oportunidades de seguir cometiendo errores al ritmo del rocanrol de los pelados. Vino tinto, café, mesa, pizza, mate y cualquier excusa es buena para este encuentro. La luna, la noche, los pájaros y Plaza Irlanda son sólo recursos, espejos que reflejan la luz del sol, la chispa de la verdadera cuestión.
Gotas inservibles que no me salvan, como suicidios de poetas uruguayos y poco afectivos. Ninguna solución, ninguna química entre el agua y el vidrio. Ningún recuerdo de capitales colombianas parece colarse en mis neuronas.Gotas inservibles diciendo cosas murmurando entre las palomas. Truenos, llantos, relámpagos, toses y mocos a la carte.

Las pelotas.

12.12.08

A veces me parece que no perdimos. Que la ilusión está ahí, como en los días en que se podía pensar sin razonar.
Ella me mira y me dice que se ríe mucho. Que cree en mí. Que cada vez que imaginamos algo mejor, estamos simplemente aportando un granito más de realidad, y avanzando. Le digo que me cuesta verlo así.
Lo cierto es que ella sabe mucho más que yo. Entiende al mundo de una forma a que aspiro a llegar alguna vez. Quisiera ver con sus ojos. Más allá de todo, ella está convencida de que mi cabeza es un circo real. Me dice con entusiasmo, y con la sonrisa más linda del mundo, que lo único irreal es lo que no podemos imaginar.
Por un segundo, entonces, me parece que no perdimos.

Algunos días querés bailar - pleasemakemedance!

4.12.08

Mientras levantaba la mirada y todo era negro, negro e inmenso, Venus y Júpiter saludaron con varias guiñadas a la Luna recortada y a mí, que encendí la llama e intenté entender el mensaje. De allí, tantas cosas están siendo dichas. Vuelan lejanas y llegan hasta acá, el lugar más recóndito de la galaxia. Miserable y recóndito.
Ahora la canción habla de rosas y espinas. Todas tienen al menos una. Pero de noche, cuando brillaron así y saludaron tan gratamente, no me importó. Estoy esperando volar hacia ellas. Que las lucecitas crezcan hasta transformarse en mi hogar. Que me abrace el brillo hasta incluirme en él. Que al fin me cuenten la verdadera historia.


The DJ say love's a game of easy come and easy go.

16.11.08

Me abandonó en un canasto, entre el frío y el viento de una noche de verano. Me abandonó como la buena voz dejó a ese cantor del Abasto sin una digna cuerda vocal para cantar Nada. Quedé temblando entre los sueños y las pesadillas, con los pies marcados y callos en lo más hondo del alma. Sin felicitaciones -entre tangueros y dolores- ni sonrisas.
Sin admiradores, ni perplejos espectadores, la voz del tanguero y mi ser en forma de bebé están en la puerta de una propiedad horizontal esperando que alguien los levante y lea la misma nota que escribo a puño y teclado ésta misma mañana.

Rescatame.

9.10.08

El que quiere enriquecerse tiene que inventar cosas prácticas, sencillas.
El que patentó el juego del diábolo, ¿sabe usted quién fue?... Un estudiante suizo, aburrido de invierno en su cuarto. Ganó una barbaridad de pesos, igual que ese otro norteamericano que inventó el lápiz con gomita en un extremo.

El que quiere enriquecerse está sonriendo y negando todo el tiempo. Le niega el grafito al lápiz del niño que dibuja, le pone precio a la lapicera que iba a escribir ideas y que ya no está al alcance del bolsillo. Las ganas del creador mueren y son tan pocas que se declaran incapaces de cerrar la puerta del baño cuando está haciendo las necesidades más marrones. Las manos se demuestran débiles para hacer bajar el picaporte y en el caso que el viento cierre la puerta con más ganas, no se va a mover ni un pelo -de punta a punta, de extremo a extremo- ni un pelo de la cerradura. La cerradura pega de lleno y no se escuchan más que gritos en el recreo de un colegio cercano.
El sol pega sobre la fachada blanca y parece que la música de hoy es una campanada que dice cuando está bien o mal disfrutar. La eterna pelea del bien y el mal, siempre.

Da ganas de subirse a una furgo o a una canoa a navegar. A pensar en el Río Luján, en el Río Tigre o en el Río Tigris.

Furgonetamente triste.

7.10.08

¿Atrás de qué corrés?
Nadie promociona ésta maratón.
La carrera más lenta del mundo, sin ganadores, hoy.

Informes.

27.9.08

Como contar un cuento que no acaba ni empieza. Un día inventó una escalera al cielo y la tiró a un pozo sin fondo... y así, creó el infinito.
Como cuerdas que se enlazan para siempre, como ciclo de reacciones, sucesiones, estaciones, que sigue para siempre. Que empieza aquí, allá o más allá, da igual. Siempre es igual. No importa qué camino elijas, vas a llegar al mismo lugar.
Y esta incapacidad de hacernos crecer las alas...

Ernesto me mira con la cara en sombras y le (me) digo que no hay de qué preocuparse. Un día vamos (voy) a salir de acá. Te lo (me lo) prometo, no podemos seguir así como si el mundo, la vida, esa idea de futuro que como idea es brillante, fuera una cascarita de nuez. Una gota de agua. Alguna vez, en lo más recóndito del pensamiento, todos quisimos el mar. Anhelamos sus violencias y sus olas, sus caricias, su inestabilidad, sus mareas de lunas y noches oscuras hasta lo más profundo. ¿Verdad que no? Una gota es insensata.
Todo eso le digo a Ernesto. Le hablo de lo infinito, de que no animarse es ser infinito, de que no poder es infinito, de que vivir para retroalimentar lo que no nos sale es insostenible.
Si un día lo encuentro, cuando estemos afuera, y me mira con la cara brillante de alegría, con el gesto de quien ha llegado a ser mar, y sus ojos se pierden en lo alto y su cabeza lúcida respira más que sus pulmones, ese día... quizás hayamos hecho algo más, como un avance en el tiempo, o simplemente cumplir con quien ya nos pidió que no nos apaguemos.


Como un baobab.

"...Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una se le antoja despertarse..."

[Quizás vi más allá.]

20.9.08

Va a ser mejor que dejen de provocarme la lava. No tengo paciencia ni remedio. Hay cosas que no se tocan. Hay sitios inviolables, no pueden entrar y lavarse las manos en la puerta. Esta no es época ni de Pilatos ni de personas que se lleven de a pedazos mis cosas sin siquieras darles un grito de dolor, o de enojo o de algo. No me importa ya. Si siguen llegando y atravesando mis espacios, si siguen esparciendo su vida como un viento...
No quisiera tener que empezar con la persecución interminable que termina con acorralamiento inútil. No hay peor víctima que la que no existe. Nadie tiene la culpa y al final los puñales terminan clavados en el mismo abdomen. No me importa ya.
Nadie puede venir y creer que entiende. No se puede agradecer lo que no se merece. Nadie puede intentar penetrar en los sentidos más profundos, porque no-hay-nadie-que-entienda. Ni uno solo. Cada uno, con su arte y su forma majestuosa de caer, ha fracasado en el intento. Demostraron, con ejemplos variados y detallados, que por algún lado se les escapa el aire. Ahora, a mis pies (los miro por debajo del escritorio) tengo un campo minado de globos pinchados.
Si siguen insistiendo, esos que con palabrería compran y con un poco de coquetería se venden, voy a tener que empezar a mostrar los dientes. Desde la vida que creen hasta el otoño que ven, todo, es una mentira. No quiero ser yo quien se los diga. Es mentira que las hojas de verdes se vuelvan amarillas, solo porque es otoño. Hay una historia de xantófilas liberadas y espectros de luz que se reflejan. Seguramente no sepan porqué dejan de verse rojos en lo más profundo del mar.
Alguien me contó de los cuchillos de unos guerreros: cuando los desenvainaban solo podían guardarlos con sangre. Si no lograban matar a nadie se veían obligados a cortarse las palmas de las manos antes de hacerlo.
Mis manos, llenas de tajos, amenazan una vez más y no alcanzan a hacer daño. Sangrando gritan y gritando callan, para que nadie se entere.


I'm sure, it's time.

10.9.08

Como el anuncio de que vas a llegar, sin necesidad de verlo, de saber, de que pase ahora. Es un alivio. No podríamos estar toda la vida esperándote, toda la vida sabiéndote posible pero sin vernos ni una vez, sin lograr palpar esa magia que, cuentan, existe una vez que pisás tierra y estás para mí y para siempre.
No llegaste y ya siento en la piel el peso de tu peso. Como la canción que cantaban antes de que llegue yo, esa melodía que aún hoy me entristece hasta lo más profundo. Nunca supe qué fue, qué camufló la alegría y porqué se me seca la garganta. Debería haber un festejo de luz y de vida. Debe ser que lo que es tan limpio, tan puro, no se puede comprender y no se puede soreir. No está dentro de nuestros parámetros, nos supera, nos traspasa, nos revive, nos purifica.
A veces tengo miedo. Me pregunto adónde vamos a ir. Si vas a estar bien. Si será suficiente lo que tengo y tengamos. Si mi presente podrá construir un buen futuro que ofrecerle a tu presente. Si serás de verdad. Si lograrán mis deseos alimentar la voluntad y crearte tal como te imagino... tal como te imagino, pequeño y frágil, tan fuerte como para motivarme, tan capaz de florecer, tan tierra de mis adentros, tan flor que se vuelve al cielo y lo mira como seguro de poder conquistarlo.
A volar, volar.


... Y uno esta vacio para que después
lo llene la dicha de verte nacer.
Va importando por las mentes más las autobiografías que las rimas y los slogans. Van importando más los grandes asesinatos, y se van importando las peores frases en el haber mental. Desde el otro lado del límite el aviso es que las aguas están quietas y que el mar muerto está parecido al Río de la Plata. Re azul de muelle, desde la cima del techo del interplanetario.
La medio loca y el más zorro. Cachas flojas y rocanrol del mediodía. Que fácil es componer.

Isi.
Es inconfundible esa subida como colandose, subiendo por la escalera caminando por las cabezas de la gente en vez de apoyando los pies en los escalones. Sube rapido y con pasos cortitos para llegar hasta arriba y lanzarse otra vez, como en un tobogán de canción inglesa. Se tira hasta la arena y de vuelta empieza a subir, una y otra vez lanzándose desde el Hercules sin paracaídas ni ala delta, con simples ganas de aprender a volar en la caída. Simples ganas de aprender a caminar sobre las cuerdas, a hacer equilibrio sin pensar en los trastes y a sonreir ante la muerte para finalmente morir.
Recitado porteño en medio de un solo de bata, esponjosa salida para un nuevo estribillo que va a morir estrellado como un kamikaze en el cielo. Esponjosa bata llena de espuma y de ganas de gritar un gol, de tomar un mate y de sentarse a pescar en la escollera a ver el atardecer.
Y tus labios y tu voz tratando de imitar el sonido salvaje del dedo. Tu murmuro constante tratando de imitar el riff de esta canción. Explosión de emoción, riff de bajo de cinco cuerdas y poesía desgarbada en el menú del día.

¿Que hay de éste?

8.9.08

Si la encomienda internacional supiera que sin querer dejé caer de mi buzo una pelusa rosa de tu frazada y un pelo de tu largo y color, estaría contenta de ir a Londres y llevarse de lo más conmovedor que me tocó tener como ser humano.
No hay impuestos de importación ni aduanero que te robe para su hijo. Porque los aduaneros y los hijos parecen no reconocer este latir.

La música que nunca hiciste.

31.8.08

Voz que se queja en una esquina. Estamos los dos y apenas le conozco la cara. Solo a veces, cuando entra luz por una rendija que alguien se deja olvidada, adivino algo. Una vez vi un ojo tan azul que lloré. No me preguntó nada. Quizás no quería que lo supiera.
Me quedo quiero, escuchándolo. De a poco, sus quejidos se vuelven palabras. Es la primera vez que escucho su voz, que suena a seca y a poco acostumbrada. Imagino que pide agua, o que anuncia que le duele la cadera, como a mí, después de tanto tiempo acá adentro.
Me sorprendo inmóvil en la oscuridad, con una mano en el pecho y los ojos cerrados, escuchando atento. Está cantando una canción.


"Yo por las rejas, tú por el miedo".

27.8.08

El perro estaba echado en la puerta de una casa cuadrada, blanca. La noche caía lentamente, quedaba nada más que un tenue resplandor, como la última caricia.
Apuntó el hocico al cielo y olfateó. Era ese olor otra vez. El ozono concentrándose cada vez más, anunciando lluvia. Sintió cómo las partículas entraban en su nariz y le conducían hasta el cerebro el olor a tierra mojada. Ya llegaba, ya llegaba.
Habían sido lindos días de primavera. Nada de qué preocuparse. Y, por sobre todas las cosas, una sensación de liviandad incomparable. Se había olvidado qué tanto añoraba estar tirado en la tierra con la cabeza despejada y el sol en el lomo.
Un minuto después, el perro todavía miraba el cielo. Lo sentía venir. Como tantas otras veces, se le iba a mojar la cabeza y no sabría bien hasta donde le gustaba y desde cuando empezaba a querer que se terminara de una vez. Con el tiempo le parecía que cada vez duraba menos el rato de placer y llegaba con demasiada rapidez el momento en que odiaba el agua, el fin de la primavera.
Adentro se oían voces, un televisor prendido y el ruido de unas cacerolas. Una niña lloraba pidiendo ayuda con los deberes. De la casa de al lado anunciaron tortafritas.
Y de repente empezó a llover.


Te voy a extrañar, primavera.

26.8.08

Se puso de rodillas en un urinario con forma de confesionario. De chapa en vez de madera, pero con las mismas cruces por todos lados que separan al enjuiciado y pecador de la santidad que va a perdonarlo. Por debajo, en la madera, corre el amarillo liquido del ser. Residuos de una noche fatal, navegando entre alcoholes y drogas de cuchara.
El acusado, de rodillas en el urinario, le confeso susurrando a su hermana, aunque ella a millones de metros de su posicion, que tenia un monton que contarle. Pero que los tiempos habian cambiado. Un cambio de tiempos que al reves, hace que el teclado sea obsoleto y que la novedad sea escribir a puño y letra de tinta china. Le confeso susurrando "Hermana, tengo todos mis recuerdos en un cuaderno con sorpresas, pocos dibujos y muchos garabatos que en nuestro idioma dicen montones de cosas que vi en el viaje. No pude poner todas y por eso le ruego perdon. Perdon en mil idiomas."

Para vos Almeja.
Musica popular.
Hay un individuo por las calles, que se escapo de un monigote de Barracas, que pensaba por momentos que no existian populares cosas. Se perdio alguna vez entre el gris de Sudamerica y en la normalidad de las calles todas cuadriculadas en las venas de Buenos Aires. Este individuo se moria de gris y verde en Montevideo, se escurria como un trapo con el ruido de los buses en Buenos Aires. Se perdia entre la rutina y la simpleza de la complicada vida en la gambeta porteña. Se perdio mas de mil veces por calles faciles de andar, se deprimio en lluvias de nostalgias a tiempos que se habian perdido para siempre. Se confio de que todas esas cosas que cantaron, podian desaparecer. Pero no desaparecen y todo se transforma dicen siempre los cantores.
En charla directa con la nostalgia, cafe de por medio, se asincero y encontro que hasta lo que huele mal es oro. Se lo canto un viejo amigo que no conoce en una cancion que no para de sonar en su cabeza. Una cancion que hay que aprender y cantar a los cuatro vientos, gritar a todos los destinos.
Se escapo el monigote. Con palitos en sus brazos y piernas, con redondez en su cabeza. Muy distinto a las mascotas del mundial, muy poco enfermo por las corridas de toros y de humanos en Pekin. Le escapo y le sigue escapando, sigue fugitivo del sentido comun andando contracorriente y silbando. En plena charla de nostalgia cerro los ojos por un segundo y en ese segundo extraño dos Febreros y ansio todos los que le quedan. Ansio todos los carnavales de otros meses que se colan de sorpresa en la vida y amo por siempre a un carnaval que se asomo un mes antes en un barrio del margen de la Capital. Y a millones de kilometros de su rio se encontro sonriendo, cantando y bailando en pleno carnaval de sangre real (de realidad, no de realeza) las canciones que son la musica popular de su lugar.
Reyes, azucares, pulmotores, calaveras, bestias, diablitos, pop, te para mas de dos, matadores, injusticias, anarquistas, uruguayos y canallas. Canciones que no te gustan pero que sabes igual. Canciones para sonar, canciones de libertad.

Enfrente a un muro de Romanos.
Asuntos desde el extranjero. Asuntos de nostalgia pura en lejania. Un cuentakilometros que mide mas de 10000 y unas lagrimas que saben a agua con gas. Una prisa que se pierde entre los murmuros de distintas lenguas. Un olor a frito nuevo y turco, un olor a vieja chatarra conocida. Fritura, y no de vinilo, en cada esquina. Picante, y no de miedoso, por cada callejon.
Tierras de luchas medievales, portones y cupulas por todos lados. Calles de mas de cien años, direcciones que van a Roma hace mas de mil y teclados con las ultimas letras del alfabeto barajandose para confundir al que no es de aca.
Una gota se cae por la mejilla del arlequin, vestido de rosa. Es nostalgia pura. Es melancolia urbana. Es que todo es tan distinto a un oceano de distancia que da miedo perder para siempre el empedrado y uno se encomienda a los dioses para no quedar en Madrid anclado para siempre, o en Berlin rezando romper los muros que quedaron, y bien lo dijo el flaco. Una lagrima en la mejilla del saltimbanqui que sabe que la calle no es suya, como su moneda que vale -5. Sabe que no lo comprenden totalmente. Por mas que uno se remita a vencer ese autismo irremediable alojandose en los brazos reconfortantes de la globalizacion uno no puede vencer muchas barreras que agitan en el alma pañuelitos. Uno no puede nunca olvidar que el cielo de su tierra, el cielo donde dejo a su amor, tiene otras estrellas y otras lunas a quien rezarle poemas. No me permito nuevamente abandonar tanto a mis lunas, mis estrellas y mi amor. Extraño a la cruz del sur en tu mejilla y extraño a extraños que iban por la calle sonando a histeria porteña. Extraño a mi hermana desde el otro lado del charquito soñando con imposibilidades y con visitas del mas alla.
Parece que en el mas alla estoy yo. Hoy solo y contando los palitos que se escriben con carbonilla en la pared de mis ansias. Buscando que mañana sea mejor y que estos poemas de critica que todavia tengo escritos a mano en mi sien sean el sonido que marque los caminos de algun otro peregrino.
Lo criptico de mi sangre se descubrio en forma de genoma, lo criptico de las sagradas escrituras se traduce en alquimia y mis adivinanzas son simples pavadas de poemas a imagenes que corren por el mundo real e irreal.

Colonia pero no en Buquebus.

10.8.08

No se tomó el ómnibus amarillo con un trescientos en fondo negro, es verdad. No pagó el boleto, no sintió el traqueteo característico ni algún oportuno "pasando al fondo" entonado casi como de murga. Se podría decir entonces que Luisalberto no viajó.
Pero no. Él pasó el límite. Tenían razón los que decían que había algo más, como otra dimensión, cosas distintas. Entre el horror y la paz, la emoción, lo nuevo, el destino. Destino Instrucciones.
Está pensando atentamente cual será el próximo movimiento en este ajedrez. Sabe que tendrá que ser solamente el correcto. Lo único que tiene claro es que estaban equivocados: no era un portal a algo desconocido, era un portal directamente a la vida. Ahora todo está ahí, como suspendido en el aire. Ya sé quien soy.

Darien Ameihe.

3.8.08

No debe ser tan tarde para decir, quizás en el último momento quede, lo que nace del sentimiento, un día como hoy, como ayer, como tanto otro escritos y por escribir.
Es el eco que resulta de una larga estadía en la tierra, de la cantidad de huecos y faltas de amor rellenados con tu presencia. Con la riqueza de los momentos más pobres, y esa pequeña certeza de estar ahí aunque el viento grite guerra y uno se quede, firme, en el lugar que le corresponde para alimentar otras tantas vidas.
Quien quiera que te recuerde, quizás cuando llegue el momento de solamente recordarte, tendrá la mirada calma del que vive paz sin más que cerrando los ojos. Habrá grandeza en el sitio que ocupen tus huellas, como eternas manchas de calor anaranjado sobre la mesa, en una gorra, en las patillas de unos lentes gigantes.
En mi memoria hay un tacto a lana suave, un gusto a algo que no sé qué pero es tanto, un olor a árboles y a humedad, una imagen de desorden en el infinito del tiempo. En mi memoria quedaron rastros de historias abajo de una mesa, y solidarias risas para entender porqué fuimos metidos en este quilombo existencial.
No hay ternura que no te tenga presente. Como ejemplo, como recuerdo, como hoy, como ayer, como todos los días. Y quiere hacerlo ahora, que lo escuches, aunque seguramente ni sepas. Pero no importa. Quizás no sintamos menos culpables el día que llegue y ya no podamos haber dicho estas palabras. Yo no voy a cambiar nunca. Solamente, sin pensar demasiado, poder aplacar un poco el fuego de las cosas que uno se calla, quien sabe por cual razón de la naturaleza. Si quemaran en el interior con menos intensidad, seguramente no estaría ahora con una sola canción pensándote. Seguramente, por más que el tiempo me apuntara de frente con sus tantas armas disponibles, me habría dado vuelta a hacer otras cosas.
Pero hay palabras que no pueden ser dejadas hacia atrás como descartables. Hay palabras que ejercen presión. Algún día lo voy a entender; porqué son éstas y no aquellas, si parece que justamente las que no lo son tienen la culpa de todo. Pero éstas, ahora, no dan espacio a tomar otras alternativas. Hay que dejarlas salir. Como aquella otra señorita cerrando los ojo y cantando, sintiendo algo que no puede ser compartido. Por más que su voz exprese el dolor necesario, y las mejillas húmedas sean conexión directa al sentimiento.
No podemos. Estamos solos para saber qué nos pasa. Y aún así...
Con tus manos construiste la sangre que te sucede. Hiciste la historia de los que cuentan con idas, vueltas, y esas trampas que (¡no sé!) te patean por atrás cuando las estabas esperando. Pasan, ¿no? No hay (no hubo) forma de hacerlas a un lado. De saltarlas como una carrera con obstáculos. Uno se da de cara y cuerpo contra ellas. Las sufre hasta el final.
A vos te dejaron la cara cansada. Te acrecentaron algunas arrugas y te hicieron la sonrisa más franca. Para que guardes todo esto aunque no lo leas. Para que escondas en tu alma lo que quise decirte alguna vez, ahora un simple día perdido en el tiempo, cuando recordándote te hiciste presente y entonces yo no tuve edad, el corazón sonrió un ratito y el aire trajo a peinarnos de alegría las caras, uno de esos tantos domingos al sol.



And I wanna believe you, when you tell me that it'll be okay.

27.7.08

Bo, ta. Pidió el tipo. Y se secó con una mano los restos de algo en los labios. Carajo, che. Había estado mucho tiempo entre dos botellas o entre dos piernas que ya ni se acordaba entre cual de las dos. Estoy cansado de adormecerme, tengo gusto a jugo gástrico subiéndome por el esófago. En una esquina tan montevideana que da asco escupe un gargajo con ruido y se aleja del portal. Recuerda todo aquello que es posible traer a la memoria solo con una puerta y dos postigones de madera (cerrados... uf, otra vez). El olor a humedad, las dos piernas y las dos botellas, el juego predecible y la hebilla del cinturón desoprimiéndole el ombligo. Ni ta, ni chau, ni basta. Todo. Y esa locura. Carajo, que no se puede estar así de continuo. Un día empezó a odiar que le desprendan la camisa, que le descubran la espalda blanca, las manos negras, que le toquen un hombro y le pasen una botella o una pierna (¿cuál sería?).Ta. No no puede esperar la llegada del mediodía un domingo con media lengua fuera de la boca. La pera mojada de saliva, el pecho húmedo y los ojos entrecerrados mirando las pequeñas líneas de luz que se filtran por la persiana. Al lado, dos piernas o dos botellas.

Ahora camina por la vereda y todo es bastante irreal. Acaba de volver al escenario típico de un mediodía de domingo en esta ciudad. La pucha. Qué cambio. De la euforia a este cuadro de arbolitos, casas congeladas y soledades solamente apaleadas con pelotas de fútbol y dos muchachos. Uf... así, otra vez. Preferiría haber estado entre dos botellas, o dos piernas, y aunque luego no recordara cuál de las dos había sido. No importaba ya. Se prendió un pucho y decidió unírsele al mundo de esta forma tan particular. Se dejó agarrar por las fuertes manos de la pachamama y terminó tirando un azuelo y plomada, sentado en una silla plegable, en la escollera Sarandí.


Aquellasfilasinfinitas.

26.7.08

Con la polera blanca de Andy Kaufman su cuerpo pica en la habitación con pasos torpes que hacen sonar la madera como tambores en Montevideo. Baja dos escalones y comienza una travesía fantástica, una exploración que ninguno de los presentes hizo. Otra percepción se ve desde sus ojos que ven poco, como los de Tommy. La magia de poder desdoblarse en plena realidad y adentrarse en una selva amazónica en medio de Marte para buscar un nuevo mejor horizonte. Esquivar y gambetear percheros y sillas de madera con la misma facilidad que un Polaco chueco baila en el Bajo Belgrano. Agacharse, saltar, esquivar, hacerse bolita y flaquito para pasar. Esas motricidades de película que nadie percibe porque están demasiado ocupados con su look, sus tarjetas, sus aspectos, sus novios y el 'qué dirán' de los vecinos. Los cuerpos son cuerpos y los humanos son humanos.
Con la polera blanca de Andy, con la locura de algunos pocos y con la sabiduría de poder estar ajeno a todo da 7 u 8 vueltas entre pleno festejo y la escena parece de Navidad. ¿Alguna vez viste las caras de los chicos? Están tan excitados. Yo creo en el amor, pero ¿cómo los hombres que nunca vieron la luz pueden ser tan iluminados? Él no sabe quien es Jesús y qué es rezar.
Mirame, tocame, curame. Reíte en pleno lío y escuchá solo lo que querés escuchar. Go to the mirror boy.

El Tomás porteño.
La voz del flaco rebota en los rincones del cuarto, en las paredes y en los techos. El piso de madera absorbe y repercute los pasos de alguien que jamás pisó éste escenario. Es una casa vieja y las hojas del otoño bailan fuera en remolinos invisibles. Las bolsas de supermercado son recicladas en la memoria de una película que mucho no entendió.
El flaco rebota en reversa. Un programa genera que su voz suene al revés, como la lluvia inglesa que una vez fue simple -también lado b de un escritor de novelas de bolsillo-. En reversa confiesa entre disculpas, toses y llantos de bebé que el florecimiento en los gritos, el ahogarse en la música y el homenaje al más claro de los seres de este siglo son reales. Enumera ideas sobre el arte y la vida, la música, la poesía y el arte real. Se asincera y comenta que ya quedan pocos silencios y pocos cuerpos sensuales. Esperando una respuesta silenciosa y rogando por la luz en la libre expresión. La voz en reversa es aplaudida por manos que ejercen la presión al principio del aplauso y que terminan con más distancia que nunca. Palc, palc, palc, suenan los aplausos.
Hoy suena de vuelta la voz del flaco, rebota en otros rincones entre colchones azules y ventanas de mentira. ¿Alguien lo comprenderá ésta vez?

No estoy atado a ningún sueño ya.
Como en los viejos tiempos, sueño con ser un rayo que anuncie una lluvia de nostalgia y melancolía urbana. Un trueno que incendie con sonido los arrabales de mi ciudad con quejas que se escuchan desde lo más profundo de mis entrañas. Mi bilis enfadado y mi sangre a punto caramelo para cocinar fracasos.
Los latidos aumentan y enseñan dimensiones de cielos que no existieron. Mis vibraciones del alma se sienten sonreir ante tal naufragio. El fracaso eterno es la mayor ambición de tanta poca gente con sangre hirviendo. Dentro, muy dentro nuestro, el fracaso eterno y la mediocridad de una vida rutinaria bien saboreada es el norte que mueve los hilos de nuestras almas como títeres al viento, como telas flotando en el porvenir.

Falta de ejercicio. Asma.
Todavía no tuve tiempo de pensar si quiero girar a favor o en contra, ni de qué ni cuándo ni bajo qué consignas. Uf... me sobran ganas y el tiempo no me deja implementar las ideas.
Salí corriendo hace un rato. Que cosa peligrosa los instintos. Al rato desperté, estaba la ropa tirada a un lado y sentí que me habían vuelto a conectar a dosveinte. Salimos de la fase inconsciente del hacer y experimentar, esa actividad que, dicen, implica dos procesos simultáneos. Cuenta Juan, un amigo de todo aquel que pretenda desarrollar en los demás sus propios deseos de superación, que hablamos de un aspecto activo y otro pasivo. Dice Juan que el activo implica la acción de hacer algo, y que el pasivo es un proceso de sufrimiento. Qué palabra tan gigante. Sufrimiento es padecer. Padecer las consecuencias del acto y adquirir la experiencia.
Así que, cuando desperté, la ropa estaba a un lado y pareció que volvía el mundo después de haber estado un rato en mute. ¿Qué hice? ¿Porqué me comporté así, tomando cada segundo como si fuera el último del tiempo? Ah... pero no se puede negar el placer que produce la baja concentración de pensamiento. La reflexión suele ser, a veces, una herramienta de martirio interno. Al menos si somos como soy yo, que de todo sacaría una conclusión y para las culpas y los malos recuerdos tengo almacenamiento extra por las dudas.
Entonces... que alivio estar así. Sentirse tomado por fuerzas irreconocibles que del pelo y las manos te van tirando hasta entrarte entero en su cueva. Una vez allí, es como llover fuegos de artificio mientras las masas de los cuerpos se mueven y la historia se escribe sin que te des cuenta. Solamente después, al despertar quizás con el ruido de un auto, alguien te cuenta lo que sucedió, aquello que hiciste sin saber que estabas haciéndolo.
Cómo pude, será una pregunta recurrente. Y la verdad es que no importa cómo. La verdad es, también, que así tampoco estamos resolviendo el eterno dilema de ir en contra de qué y a favor de quienes, cómo, cuándo y porqué. Pero son cosas que nunca van a pasar. Nade lleva engrampadora a la clase y eso ya lo sabés. Como tantas otras cosas, como el horizonte que por más que corras y te arrastres ensuciándote el pantalón, nunca van a tocar tus manos.
Dijo otro sabio, uno de esos que impregnan marcas en el alma, que hay cosas situadas como en el horizonte con la única finalidad de hacernos avanzar. Y en eso estamos.

Le laboratoire des hallucinations.

Por basta favor. Favor basta por. Favor por basta. Basta favor por. Basta por favor. Por favor basta.

7.7.08

Ya pasó todo. La nube de dibujito animado, eso de que uno no sabe bien con quien arreglárselas y todo lo demás. Descubrimos que está bien así. Que igual hay aire e igual hay palabras para incluir a la sopa de letras del alma. Pensé mil veces en eso escuchando una canción que creí que después de tanto tiempo ya no causaba nada. Error. Me acordé de lo importante que es que se despeje y eso de que esté el sol. Fue una suerte. De otra forma no hubiera sentido mis pies doler y los pelos desordenarse violentamente en un mar de gente que llevaba y traía movimientos, voces, manos alzadas y humedades como de otro planeta. Ah, que vulgar y sin embargo tan importante. Tanta fuerza, tan distinto. Lo mejor es saber que no hay más lugar para la astilla metida en el pulgar. Fue un instante de dolor y desconcierto. De que nada es lo que parece. Ahora todo es distinto. Queda una huella pequeña de las que se olvidan. Hay un dolor de cansancio a nivel de las costillas, porque ninguna euforia es gratis. Y las horas anuncian un abrazo esperado, tiempo de acortar distancias y aceptar la invitación a vivir la nueva vida. Ojalá haya dientes suficientes para ilustrar tanta sonrisa.


Por nada gracias.

3.7.08


Un viaje de nostalgia y de recuerdo.
De esos que arrancan con letra prolija y terminan sin carpeta al final de un cajón. Una travesía de tinta y papel arrancando en un febrero. Recordando un amor de letra verde, un puño con hambra, tinta alemana y envase chino.
Empieza una cantata que empezó en una cuna, creció en una esquina y termina lanzándose a un charco de vida y amor.
Hace algunos Febreros... mi respuesta a tu pregunta manuscrita sin signo de interrogación.

29.6.08

Un almohadón lleno de nostalgia es el que sostiene mi cabeza todas las noches que duermo sobre el colchón. Sucio y húmedo, el colchón esconde cada uno de mis secretos. Cada orín, cada polvo y cada partícula de dudas nocturnas. Dudas nocturnas de ésas que se le escapan a uno cuando habla solo de noche mientras duerme, charlas de ensueños que confunden nombres con timbres que suenan a guitarras de dos mástiles con una afinación partícular y que quieren tocar punk rock a todo volumen cuando desde el living despunta un riff Luis Alberto Spinetta. Sueños con bicicletas de dos asientos que te llevan a comer el mejor morcipán de la ciudad, en una humareda que entrevera niebla con olor a vaca asándose. Sueños con bicicletas voladoras, sueños que quieren hacer que lo cotidiano vuele al más allá con alas de ángeles imaginarios. Sueños como musas que inspiran a estos hombres tristes a buscar el más allá del horizonte, a saber que existen 3 o 4 horizontes intercambiables cada día y que las formas de las nubes esconden dragones que vomitan, relojes que se apuran y patas de mueble de bronce que caminan sin cesar.
El almohadón es como una alfombra voladora en la cual uno no puede ir sentado en posición de flor de loto, sino que tiene que hacer el esfuerzo de ir colgado como en el omnibús todas las mañanas. Equilibro sobre el piso de goma, que se balancea por sobre el asfalto y el empedrado de la ciudad. Todo va bien y los sueños pueden ser de colores, hasta que pasa siempre la almohada -como el recorrido del 39 o el 42- por ése Cementerio que me hace acordar a vos inevitablemente. Tus cenizas de familiar esparcidas por el olvido, una cruz oxidada de tanto respirar que hubo en la vida, un trauma de niño flotando sobre el empedrado del cementerio, un guardia nocturno que ve prostitutas danzando los bailes de la oralidad entre tumba y tumba, tus graves errores de compartir lo que no se comparte con cualquiera en el techo de una estación.
Mamita, me duele el corazón cada vez que paso por el Cementerio. Me duelen los recuerdos y me dolería más olvidarlos. Y cuando no hay escapatoria, ¿uno a donde marcha?

Pena de muerto.
A menudo los tiempos de existir como casi nunca, llegan. Los tiempos, esos instantes fuera de serie, en que conectamos con el entorno y con los adentro nuestros, únicos espacios para estar y ser. Cuando te hicieron a vos rompieron el molde, escucho y te digo. Cuando te hicieron a vos se olvidaron de quien eras y ya nunca más existió alguien igual. Pequeña sutileza del mundo para notarla y darse cuenta de esta pieza preciosa en el museo de la humanidad.
A menudo (a veces parecen siglos, pero...) todo encaja. El porqué de la gente robándose las lucecitas verdes que estaban en el pasto para verlas todos y no para que jueguen diez. Encaja eso, perfectamente, con la belleza de cien globos de papel flotando iluminados en el lago, alejándose de los ruidos, los humos y las euforias. Los bailes, los sudores, los cantos, los mensajes, las manos saliendo de los bolsillos a explorar el aire y llenarlo de partículas y de gente.
Todo este tiempo esperando que el momento que a menudo sucede, llegue. Todo este tiempo con algodón en los oídos, perdiendo la mitad de la belleza y la mitad del color.
Ahora ya podemos respirar. Con el pecho hinchado, con ojos abiertos, con los pies listos a saltar y llegar a lo más alto. Más alto que los techos presupuestos, más alto que el alcance de un avión, más alto que ese cielo que no existe... es la ilusión óptica de la luz interactuando con los gases. Cuando te hicieron a vos gastaron todos los frascos de lucidez. No les quedó nada para el resto. Bajaste a tierra y todo estaba contigo. Brillabas de intensidad. Tenías los ojos encendidos y la mente llena de pájaros. Dicen que ese día, cuando te vieron venir, algunos pensaron que no eras de este planeta. Pensaron que para tanta rareza no estamos preparados. Estaban todos equivocados: eran testigos del comienzo de un nuevo tiempo y no se daban cuenta.

24.6.08

No entiendo en qué parte el discurso fue de predecir y antecederse a lo que, de una forma bastante más coherente en mentes más coherentes, hubiese sido evitable en vez de anticipable. Es como esperar que el cuchillo te corte un dedo. No: es como saber que el cuchillo te cortará el dedo y esperar a que lo corte.
Todos los días podría agarrar un cuadernos y relatar qué pasará, aún antes de que el sol salga y la noche caiga derrotada y doblada, como un pañuelito de seda tranquilo. Para muchos saber, poder predecir, sería el arma perfecta para manejar sus vidas sin ese bichito molesto que es el azar. Se abrirían como se abren los días, todas las posibilidades imaginables. Contarían con el tiempo suficiente para cambiarlo todo antes de que el tiempo les dicte la sentencia del que llega tarde.
Imposible imaginar quienes hay que no puedan hacer lo mismo. ¿Hay alguien que no pueda hacer lo mismo?
Levantando la mano para hablar, por favor.

En el caso de lograr conquistar un segundo de cambio, ese aliento fuerte de estar logrando cambiar la historia, empezará la desesperación a carcomer cabezas y nervios, uñas, ansias, impulsos, conciencias. Correremos como corren los que no pueden esperar más. Y otra vez, con los ojos cerrados de alivio y la culpa anunciando que ya llega, repetiremos lo predicho y crearemos, otra vez, ésta nuestra historia en espiral.

Que no tiene fin, que se retroalimenta, que es como un parásito comandando una nave de carne y hueso. Y no tiene ocho patas, ni colmillos gigantes, ni enormes poderes. Es, nada más y nada menos, un ejemplar de la especie humana.



Proviene del latín dicto y significa "dicho", más el negativo a. Sería, entonces, aquella persona que no puede poner en palabras su angustia vital.
Aquella persona que no puede poner en palabras su angustia vital.
Aquella persona que no...

20.6.08

Atentos. Ya saben que somos cincuenta y tantos. No solo eso, ya saben que de los cincuenta y tantos asistimos treinta y pico. Entonces borraron a los restantes, atentos, borraron a los restantes.
Atentos: Todo tiene un nombre. La mesa y su historia, las características con que ingresa y egresa la gente, como cajitas de cartón, con las cosas que ya saben cómo depositar. Tiene nombre el que es bueno y es buena voluntad, tiene nombre el que es malo y es resistencia. Resistencia: así le llamamos, dijeron, a cuando las personas se niegan a aceptar las leyes. Ay, perdón, es verdad que no les decimos leyes. Ahora les decimos normas.
Atento: hay peligro de mala interpretación a la vista. Resulta que cierta señora tenía ante sí un fragmento de El Principito en que hablan y discuten conceptos con un zorro muy sabio. La cabeza de esta señora entonces da una vueltas raras, como que se le quiebra el cuello, y de repente esta señora parece creer que domesticar es acatar. ¡Atento, señora! Se le vuela la bufanda de gritos entre pupitres y descolocadas caras de risa y enojo. ¿Adiestrar, dijo? En lo peculiar y lo más gigante, domesticar es singularizar el alma. Ver un mar de cien mil almas y encontrar la de uno mismo. Qué vulgar, tan vulgar.
Entonces como venganza de mediodía tardío con lluvia, le metimos un perchero al aula. ¿¡Un perchero!? Se preguntó la pobre. Uno, de dos metros, viejo y con una pata rota. ¿Ésta anda para todos lados con eso? Se pregunta. Pero mire, sirve para colgar los paraguas.
Con el alma singularizada y llena de buenos lazos, o sea domesticada (éste domesticar, hermoso y limpio, no aquel), la estrategia era sacar al perchero, que se llamaba Fortunato, por la ventana del primer piso (desde el tercero no, pensamos, se va a romper más). Porque, claro, en la puerta también están ellos (los que borran a la gente que creen que no viene e interpretan obras de arte como si fuera su profesión de vulgarizar lo inabarcable).
Es bastante complicado y Fortunato parece no tener buenas posibilidades ahí dentro. Pensamos que por la puerta no se puede, y por la ventana del primer piso habría que salir a mojarse. Decidimos mojarnos.
En la vereda la batalla con los paraguas desacatados es complicada. Nos parece que quizás no lo logramos. Entonces recuerdo otro concepto errado, el de la resistencia, y pienso que en un acto podríamos, quizás, darle el sentido correcto a la idea. Resistencia.
Pasó un minuto, un poco más, creemos que alguna vieja voló aferrada a algún paraguas, pero logramos sacar de incógnito el perchero, mojado pero sano y salvo. Y correctamente domesticado, también.
Fortunato ahora aguarda en un salón donde se dan talleres diversos. Le prometieron barniz, arreglo de la pata rota y una buena función para toda la vida.

13.6.08

- Pasta base para los místicos- exigió el Doctor.

El doctor Amor había estado alejado de los hospitales procreadores y de los sanatorios con forma genital. Había buscado defender los viejos esquemas: tatuarse un fusil y celebrar con cada petardo que en año nuevo desesperaba al burgués en su habitat. Solía fumar recién cosechada para sonreir sin sentido porque era mucho mejor que sonreir sin sentido viendo la TV. Después de todo por lo menos era un despiste natural. El doctor Amor iba por la calle, lo que más bronca me da..., iba por la calle y sonreía para el costado y entre sus pelos se confundía la suciedad de la sociedad occidental. Todo esto hasta que una nueva revelación, disfrazada de amor de Dios, penetró en el cerebro del célebre personaje que contamos la historia. Los rayos no caen dos veces en el mismo lugar y nadando en una mezcla de pasta base y agua se hundio creyendo que en Brasil estaba Dios, que Pelé era Jesús y que la revolución va por dentro. La Iglesia Universal de Dios un poroto! Pasta base para los místicos! Jesuses para hippies y ponchos al pueblo!

Lo que más bronca me da es haber sido tan gil.

8.6.08

Volver a las fuentes. Las fuentes son esos caracteres con los que uno escribe en la computadora. Uno elige la que más corresponda a cada ocasión y casi siempre el buen gusto -ese inconciente de mamar más publicidad que leche materna- hace que uno piense que eligió correctamente.
Las olas del diseño son tan distintas como cada ola del mar. Todas las mañana, por más cíclicas que aparenten ser las historias del mar, las mareas se encargan de que suenen distintas, en miles de tonos las olas de la inmensidad. El mar cambia de colores, de tonalidades verdosas, azuladas y cambian las aguas vivas de turno. Entre picardías se las arreglan para llegar siempre a la pierna de algún llorón. Las olas del diseño hacen que cambie la mirada de uno y se vaya acostumbrando a lo que más acostumbra a ver. Las miradas europeizantes son aquellas que alejan el corazón de las personas al extremo de la naturalidad. No porque ser europeo sea malo o arrogante, porque ya es bastante jodido cantar "Mi Buenos Aires querido" con el mal olor que tiene La Boca, sino más porque uno se aleja de las raíces, de aquellas que sostienen el pecho que después temblará con miles de colores que mirará, con las olas del mar.
Hoy parece que hay algunos que se olvidaron de su conurbano norteño que tan lindo olía a mar. Parece que algunos olvidaron sus sueños de poder vivir del sonreír de los demás, algunos olvidaron que se puede vivir de los besos en las manos y de lo alternativo de la vida. Está llegando un nuevo día y no quiero ser de esos que añoran un pasado anterior, sólo añoran que alguien recuerde de donde viene, para saber a donde queremos ir.

Nota: La moraleja es un cover de Curtidores.

6.6.08

Che:

Hoy es un buen día. Amaneció menos frío y más soleado. Está oscuro, pero parece que así será. Al menos nadie se lo cuestiona. Los viernes siempre son así, ¿no? Aunque esté nublado hay más sol.
Estaba pensando, en un momento es que casi me había dormido pero una señora recibió una llamada por teléfono celular y habló tan alto que los despertó a todos y todos rieron bajito, que las vidas de la gente son mucho. ¿Cómo explicarlo? Digamos, que la vida de una persona es tanto que la hace seguir un camino, a veces, demasiado determinado. Hablo de vida y me refiero a todas esas cosas de todos los días que nos definen una ocupación, una profesión, un sitio, un deber y tantas otras cosas. No me refiero a lo demás, ese maravilloso mecanismo de existir como ser viviente, sintiente y tantos otros adjetivos que están mal escritos.
Entonces, decía, la vida de las personas a veces es mucha cosa. Y eso es dificultad en algunos casos, cuando intentamos salirnos un rato y hacer contacto con un punto lejano, con sentido opuesto a nuestras cuestiones diarias. Se hace complicado coincidir con otra persona que anda teniendo otra vida, quizás en otro lugar. Cuestión de horarios, de estados emocionales, de niveles de cansancio, de haber más nubes acá que ahí, ahí que acá. Es más simple si la sintonía es la misma durante el día y volvemos a casa y hemos hecho practicamente lo mismo. Entonces el diálogo sería me levanté tal hora, fui a casa de tal que estaba así y asá, comí equis cosa, no estaba muy rico, qué calor está haciendo, acá también, qué loco, parece que siempre está igual en los dos lados.
Bien. Fantástico, como para no complicarse mucho ni ejercer el complicado arte de entender. Eso lo pensé muchas veces, también te lo cuento: entender es un complicado proceso que requiere voluntad y, si tenemos suerte, cariño. Pero ganas, sobretodo, y disposición. Cuantas cosas nombré.
Entender es casi vivir otra vida. Ser, por un rato, otra cosa. Si no somos otra cosa mientras lo intentamos, no entendemos. Si sigo siendo estudiante de ciencias biológicas, no entiendo. Si sigue haciendo pip mi tarjeta electrónica cada vez que al centro ya no digo que voy (porque ya saben!), entonces no entiendo. Entender es el increíble proceso de compartir vidas. Ya uno no es uno, porque alguien lo vivió por un rato. Uno es dos, es tres y es tanta gente como gente haya entendido qué pasó, que es tan distinto y a veces tan inimaginable.
Quizás se pueda, de a ratos, pensar en los días calmos en que las diferencias eran mínimas y las vidas tan parecidas. Pero sería ingrato. Ingrato ignorar que el esfuerzo invertido en entender nos implica el esfuerzo invertido en acercarnos, el esfuerzo invertido de salir de estos zapatos y calzar otros. La vida que uno lleva, que es como un traje para vestir cada día, se vuelve un abanico de colores manchado con la pintura de tantas otras vidas. Entender es vivir y vivir es incorporar a su propio historial de vida. Ni más ni menos.
Así que no tomes a mal ahora que te voy a contar que estaba la otra tarde en una sala de espera (de las salas de espera pienso muchas cosas y una de ellas es que la gente muestra sus lados más inesperados) y había dos personas, un padre muy viejo y un hijo veterano. "Yo le digo que viva por el perrito, que lo quiere tanto" le contaba el hijo a una señora muy dispuesta a escuchar (a entender!), hablando su muy anciano padre, "tenés que vivir por el perrito... usted sabe que lo trajimos y lo quiere mucho. Así que por eso venimos, porque él tiene que vivir por el perrito".
Y los esfuerzos por entender de nosotros, los que escuchábamos, fueron gigantes. Seguramente no lo logramos. Al menos yo no tuve boina puesta por un segundo, como el señor que hablaba, señal de que no logré entender que dijera eso. Menos que menos tenía bastón en mano, señal de que no sufrí la falta de ganas de vivir que le estaban adjudicando a este muy anciano señor que luego fue casi obligado a dar una vueltita "para que no se te duerman las piernas".
Y todo esto, che, lo venía pensando hace días cuando me comentaste algo. La palabra desencuentro a veces es un poco fuerte. Pretendo compensarla con la palabra entender, ese tremendo concepto aquí explicado que nos encuentra y nos acerca, maravilla humana de la vida (y ahora sí, vida como mecanismo de ser viviente, sintinte y tantos otros adjetivos mal escritos).

Hasta luego.


Luego, palabra que connota la seguridad de que vuelva a sucederse un encuentro.

¿Estás pensando si será para vos?

30.5.08

¿Detrás de qué van corriendo, detrás?
Esos que van creyendo dejar atrás
Todas esas cosas que encadenan
¿Detrás de quién van corriendo de atrás?
Si no pueden soltar su mente nunca jamás.

Queridos, y ayer creídos esclavos de un mundo familiar sepan que la cadena más grande que ata su cuello está afuera de su viejo hogar. Está en la casa, en la esquina, en la biblioteca y en el bar.

¡Cómo no va a estar así!

La cuestión.

29.5.08

Algo tienen estos años que me enseñaron que mis dedos van tomando un sabor agridulce que me encanta, que el 21 de junio empieza el día a crecer otra vez, que antes el tiempo no se medía con relojes sino con soles y flores, que en algunas partes de la India se cree lo obvio: que el ser no envejece, que la resignación mientras más crezca más posibilidades hay de que en el camino haya más obstáculos para revertir en noches de locura, febriles delirios y vuelos de nostalgias del futuro.
Algo tuvo ésta semana que me hizo encontrarte en el camino de lo cotidiano caminando en la vereda del frente para el mismo lado. Viendo a los obreros escuchar el partido desde el andén con una spika casi clavada a la oreja con tuercas y tornillos oxidados -emocionados óxidos emociones- esperando para volver del receso a picar y picar bajo tierra. Se pasa el tiempo y se aumentan las ganas de morir. Justo cuando creía que había más cosas que eran inversamente proporcionales, como la alegría y las ganas de morir. Ahora que el libro que leí ha suicidado a mi protagonista y lo ha dejado como un número más -o mejor dicho 50mil números más que vendió aquel diario en el año 1929 tras morir-, ahora que en el piso de la pensión quedó una niña bizca y moribunda. Ahora que la muerte parece rodear el todo, me alegro de florecer en amaneceres invernales repletos de ganas de ser oso, de ser panda y de cercanos encuentros a cualquier hora para comprobar que late más fuerte hoy el planeta que la resignación permanente y monstruosa.

Denunciote, denuncio a tu fantasma que no me hace daño.
Denunciote, denuncio a tu vanidad que no deja que veas más allá del cerquillo.
Denunciote, denuncio a tu materialismo que sólo deja mensajes en el contestador esperando monedas.
Denunciote, denuncio a tu teléfono que no permite que entren monedas y se las come en nombre de los que no tienen qué comer.
Denunciote, denuncio a tu músico de protesta por no hacer un bis más.
Denunciote, denuncio a tus coincidencias que no muchas veces funcionan.
Denunciote, te denuncio en exclusiva a la soberbia ánima en pena, monstruosa y colectiva, que inunda tu cuerpo de mujer, melancólica, nostalgia y ciclotímica Buenos Aires.

¡Te brindo una bomba H desde acá!
¡A tu salud!

Salú.

28.5.08

¿Y si me creo joven y parece que ya el espejo denunció que caducaron los tiempos como para darse lujos de lentitud? Hay preguntas que no puedo apagar, son como luces siempre. Me duelen en la parte trasera de los ojos, como un nudo en el nervio óptico. Y si me creo joven y parece que ya...

Las caras de ansiedad demuestran gente a quien ya les llegó el momento. Los que vieron venir el tren y cuando les pasó de largo, recién, ahí, se vieron parados con todo el tiempo esperado como mochilas sobre los hombros. Se fue haciendo chiquito, despreciable contra la gran distancia, hasta que al final desapareció (otra vez el silencio, anunciaron desde abajo dos pies cansados).

Hay momentos para decidir hasta cuando se soporta y cuando se dice basta. Hasta cuando uno es capaz de saberse joven, sin entender que las arrugas en el espíritu empiezan a quejarse de no haber hecho nada sustancialmente importante. Ni grandes sucesos, ni nada de eso: hablamos de haber encontrado el hueco en que uno cabe perfectamente y se ajusta y lo siente. Después, desde ahí, florece como en primavera e invade todo de hojas y ramas y flores. Hablamos de haberle tirado el vaso de agua del escritorio al tremendo señor que dedo con dedo en cada mano hablaba y nos enterraba cual muñequitos en torta de casamiento. Hablamos de haber sacado las rodillas de merengue, haber manchado algún esmoquin, haber arruinado más de un vestido con canutillo (y el grito de aquella dama, ay). Hablamos de la tremenda barrera ancha que separa estas manos de esas mentas y condena a este cuerpo al lento final, triste y aburrido.

El sol se pone en el ventanal, estamos tan cómodos. La estufa está prendida, se apaga el otoño y se enciende la noche. No importa estar solos y desesperados, ansiosos y desconcertados. Hay comodidades que parecen poder con todo. Lentamente nos dormimos entre los almohadones, lentamente vamos cayendo más allá de los límites de lo visible. Respiramos suavemente una vez dormidos, damos un un par de vueltas y cuando la leña termina de consumirse aparece, sin que nos demos cuenta, el tiempo y se sienta en el banquito azul a reírse un rato de nuestra pobre resignación.


Enough.

25.5.08

Y no supe aprovechar el cielo de tu sonrisa cuando en la caída del avión se hacía inevitable. Parecía que la barranca abajo era infinita y que el abismo se extendía por más de 100%. Probabilidades de muerte, todas. Probabilidades de vida, nulas. Y en la confusión de remolinos fue cuando llegué a entender que tu metáfora también es la mía y que esta poesía es confusa sólo para el que nunca cantó que quería vivir más de hoy, y que quería morir comiendo ésta miel viscosa y suave de cantar.
Probabilidades de confundir tu pelo con el mío, tu extensión con la magia del viento y tu respiración con las lloviznas más lindas que inundan todo el barrio de Villa Crespo y mojan de verano el alma de un pobre peatón. Nostalgia de bicicleta, nostalgia de verano y de calor -aunque éste siempre vuelve debajo de lo que uno menos espera-. Un buen discurso, una buena meta, un buen "meta y meta" y "un montón" le dirían al pelado Brossi.



La carne vale todavía.

24.5.08

Por enésima vez, cantaba retirada. Que lo parió, che. Y tan peinadito, y tanto perfume, para quedarse con la flor en la mano, el ojal vacío y alguna que otra ilusión perdida. Bailoteando en el cordón de la vereda como borracho de fin de fin de semana, rezagado entre la gente que ya volvió a casa.
Un estribillo y adiós.

- Mirá, che - le dijo a un poste de luz que ofició de dama perdida, quetito y escuchando- Se me acaba la vida, no nos podemos dar estos lujos. Me queda poco tiempo y no me aguanto esperando como un nabo a ver si aparecés. El perfume no es cosa para despreciar, ¡mirá que tapin! Hasta flor te conseguí. Y quería que fuéramos a cantar juntos. Pero ta, entendí como viene la mano. Se me acaba la vida, ya te lo dije. Estoy empezando a pensar que estoy medio condenado por el destino, o Dios, que viene a ser lo mismo. Como que tiene un dedo en mi cabeza y aprieta. Soy muñequito de torta medio enterrado. Así que me voy, ¿sabés? Andá a cantarle a Gardel, no te espero más. Dicho el recitado, adelante la retirada. Cambio y fuera.

Se calzó el sombrero con elegancia y, haciendo caso omiso del puñal de angustia en el pecho, se fue caminando por la calle vacía sin voltear ni una sola vez a ver si lloraba o si simplemente continuaba ahí parada e indiferente. Ni una sola vez se dio vuelta a fijarse, como corresponde. Con el eje un poco torcido y la gravedad medio aumentada dobló en la esquina, justo al momento de entonar la bajada.


Tan difícil como andar.

16.5.08

Al parlante se le ocurrió cantar que otra vez no puede dormir. Y que, por favor, no acepte las promesas. Que no hay promesas que pueda mantener.

Recuerdo haber dicho lo mismo, con el parlante en mi garganta. No tomes mis promesas. No las puedo mantener. Es cuestión de ciclos, me hablaron las voces. Los míos, aparentemente, eran más cortos y nunca llegaba. Yo siempre había concluido cuando el otro estaba aún por darse cuenta de algo, de nada, de todo.

Quizás algún día nos conozcamos y charlemos, no solo hablemos. El lema con el que caminamos entre la gente, buscando. Para lograr escuchar en vez de oír. Tan acostumbrados a tener tubitos en las orejas que dejan pasar todo y nada se queda. Por eso, a quien le importa (que me importa!) si del piso once hasta el final él está enojado con las restricciones de energía. No tenemos un ascensor pero estaban todas las luces de la rambla prendidas esta mañana! La coherencia no es nuestro fuerte, le digo. Y asiente, sí, sí, claro, tenés razón. Como decir mire usted qué calor hace de repente, pensar que estamos en otoño, que tiempo de locos, cómo se fue el año.
Pero: ¿Cómo decir mire usted qué calor que hace de repente, pensar que estamos en otoño, que tiempo de locos, cómo se fue el año? No es una pregunta pero... es. Y me pregunto cómo decirlo para que no parezca que estoy combatiendo el interminable silencio de ascensor que detesto, que me molesta, que no aguanto. Porque solamente en las películas la gente tiene sexo en el tiempo que se demora en bajar once pisos. O se enamora, o se pelea, o le pasa algo bien importante. Al resto de la gente, que somos un número en ascenso, nos pasa nada más que un silencio o, en el mejor de los casos, una conversación de esas en que la gente habla pero no conversa.

Una lástima, te diré. Quizás hubieras podido saber qué me pasaba. O quizás, yo hubiera entendido que esa mañana te molestó tanto más que las luces de la rambla, siendo que vos no podés disponer de tus tres ascensores. No. Te molestó el eco agudo del túnel en auto, te molestó la gente caminando en filas por la calle, te molestó cuando otra vez repetiste el repertorio de frases a decir en un encuentro pactado solamente por la rutina. Y te preguntás cómo decir que qué calor si estamos en otoño, que qué rápido se va el año, ya otoño. ¡Ya otoño!
Entraste al ascensor, con la picazón incómoda de saber que ibas a bajar once pisos sin sexo, ni amor, ni peleas, ni nada bien importante. Para hacerle frente, en un intento desesperado, comentaste lo de las luces en la rambla, qué barbaridad. Alguien te contestó es verdad, la coherencia no es nuestro fuerte. Asentiste, sí, sí, tenés razón.

Tenés razón. Llegamos a planta baja, estábamos salvados, nunca nos enteramos de nada. Nunca supimos que nos inquietaban las mismas cosas, ni nada, nada.
La calle volvió a resurgir entonces, las mismas preguntas, cómo lo digo, cómo hago que no parezca que no escucho, cómo le pego una patada al adormecimiento general y mantengo la promesa de aniquilar cada uno de los silencios interminables con el parlante en mi garganta.

Siete cuadras después tenía peores cosas en qué pensar.



The same mistake again.

14.5.08

Como a un toro en la arena. Que se esconde entre médanos para no saludar a la vecina. Pero la característica que más lo distingue como toro, es la sangre que derrama después del ruedo, torero mediante. La bestia está por caer, con un último respingo y ese vaporcito que sale por sus fosas nasales. La multitud clama "vencido!", el torero se siente invencible y erecto, y a la arena se le manchó el vestidito de sangre.

Hace cinco millones de años que no hablo. La escena del toro, tan representativa, reaparece cuando invento, otra vez, una realidad hecha con escarbadientes. Que se tuerce y se retuerce, se cae con un vientito de morondanga. Cuando intento invertir la historia del toro, hacerlo ganar la batalla y no morir desangrado después de haber intentado derribar la pared roja que solo era una tela, algo pasa. Es como girar el pie derecho en el sentido de las agujas del reloj y a la vez querer dibujar un seis en el aire con la mano derecha. No se puede. El pie cambia inmediatamente de dirección y entonces no tiene sentido.

Estos tiempos son de mirar por las ventanillas. Siempre en silencio, claro. Son tiempos de sucederse interminable, toqueteando el balance de colores hasta que aparezca una imagen increíble de otoños para el deleite, plagados de rojos y marrones, amarillos y celestes, verdes y anaranjados. Entonces respirar y que se note que hay sal, olor a que no cuesta nada estar ahí, con vientito de mayo y arena de todo el año. Pero en silencio, por favor, no rompamos esto que es tan frágil.

Así pasa todo, todo el tiempo. Acostumbrados a mirar, sin saber qué decir. Desde afuera me tocan la puerta y yo, que soy toro moribundo, finjo muerte para que no me molesten. Que me lloren pero que no me molesten. Que no pregunten porqué no le di con los cuernos al de la tela roja, porqué me dejé pisotear, porqué no salí corriendo y me presté a ese juego. Ahí, en todas esas preguntas que no respondo porque no atiendo al llamado, se esconde la esencia, lo que veníamos pensando. Pensando que estamos necesitando cambiar de época. De hábitos. De siglo. De país. De mente. De planeta.

La ventana, todo cerraste. Todo. El cadáver del toro se pudre adentro, no queda arena y no entra aire. Los curiosos se cansaron de golpear la puerta y siguieron caminando, preguntándose y preguntándose. Hoy cumplimos, exactamente, cinco millones de años acá adentro. Y lo celebramos en silencio, con la cabeza alta y las lágrimas bajas, con el sueño en los párpados y los cuchillos en el costado.



En la sombra.
Erdosain siente que varios resortes de su sensibilidad escapan de los gatillos y le estremecen el tuétano de los dieintes. (Pido secreto, secreto).
Te agacharás cada vez más, de manera que la gente podrá caminar encima tuyo, y serás invisible para ellos casi, como lo es una alfombra.
Si Erdosain tirara de la punta de su odio es casi seguro que el carretel se desenvuelve definitivamente; pero él no se atreve, y las puntas de su odio cuelgan allí dentro de la caja de su pecho mientras él no sabe qué hacer.
Se acuerda de los cornudos felices y lustrosos que ha conocido y reitera la pregunta:
- ¿Me habré equivocado de planeta?
No quiere confesarse a sí mismo que siente una nostalgia terrible de llanuras miniadas colinas, que siente la nostalgia de un país donde monte por medio se habla un idioma distinto y se viste un traje diferente. El vestiría entonces una túnica de buriel, y con una escudilla en la mano limosnearía entre bueyes fajados con mantas y mujeres que manejen rastrillos.
Su amargura crece. Está solo, solo, en un siglo de máquinas de extraer raíces cúbicas y cinema parlante...

Y si Roberto aún viviera... hoy sería jardinera.
Extracto de "Los Lanzallamas" de Roberto Arlt.
No quiero arrancarle las piernas -dijo mientras pitaba una vez más su cigarro- porque no da crucificarlo antes de tiempo, todavía tiene toda una vida para resarcirse de lo que dijo. Uno se equivoca, ¿viste? ¿Cuándo alguno que otro no dijo algo que no debía, miró al culo de la mina equivocada o pasó un semáforo rojo en distracción? No podemos hacernos cargo de que somos perfectos, entonces tampoco puedo yo ser quien critique y le clave a éste nazareno callejero los clavos en las manos. Porque yo no soy ningún romano como aquel tampoco fue ningún rey.
Pero vamos a ser sinceros, porque quizás éste no sea ningún nazareno, quizás sea más Judas de lo que parece. Detrás de su barba y su pelo largo esconde alguna gambeta, alguna tramoya de esas medio extrañas. Y ahora que lo pienso ¿no tenía Judas también barba y pelo largo?
En verdad no me acuerdo. Si no voy a catequesis desde que tengo 12 años... ni idea. Pero me da esa sensación. Porque viste como son las modas... uno empieza a fumar y del grupo de amigos todos empiezan a fumar a la misma edad, a vestirse con la misma ropa. Siempre hay uno que va marcando la moda... la "tendencia" como le dicen en las revistas que lee mi mujer. Bueno, ponele que es alguien que sea medio líder y en éste caso Jesús era medio lider de esos 12 tipos... entonces estaban los otros haciendo lo que hacía éste Jesús. Él predicaba, los otros predicaban; él se dejaba la barba, los otros se dejaban la barba. Eso sí cuando al otro se le ocurrió entregarse para que lo clavaran, ahí sólo unos pocos se bajaron los pantalones y dejaron que también les metieran el clavo por el orto. Pero bueno, siempre hay cagones y hasta en los calzoncillos del más fiero hay un poquito de caca en la situación que menos se te ocurra. Una vez vi un especial en la tele que hablaba de una molécula de caca que le sale a cualquier persona, como de transpiración, de adrenalina en cualquier situación. Por cuestiones de vértigo... el famoso "vértigo en la cola", ¿no? -Risas-.
Bueno, en verdad no puedo crucificarlo, no puedo decirle nada. Pero qué fiero estuvo cuando dijo eso la otra tarde... que irrespetuoso che.

Minutas de charlas.

12.5.08

Tiene ojos claros bajo su frente porque el cielo siempre es más amplio donde no hay tantas edificaciones y humo como en la capital. La textura -lo primitivo- de la ropa de trabajo hace que su piel se vea curtida por los años y las tempestades, por la chapa y el concreto que sobre su piel se fueron posando en forma de polvillo, en temporal forma de suciedad llamada experiencia en el mundo moderno. Ya está pelado.
A pesar de la experiencia, de ese peine del que alguna vez habló un boxeador, es un obseso. Y no es un gordo con una letra de más, nada de eso. Es simplemente el grotesco personaje que habita un pequeño pueblo cercano al oeste de la costa, pasando Colonia. Fantasmal realidad que hace latir su corazón, fantasmal obsesión para llegar a tener un mundo mejor, su mundo mejor. Para todo lo demás, existe la falsedad.
Todas las noches -no es que sea sonambulo, sino que lo hace en plena conciencia- se levanta de su cama y arrastrado casi en cuatro patas como si fuera un perro abandonado de la estación por la cual el tren dejó de pasar hace años de apellidos capicúas se va hasta alguna parte de su campo donde desea que nazca su riqueza, donde desea que broten los dólares que mañana le den de comer. Fertilizante de su ambición es hoy su excremento que marrón se va posando sobre la tierra entre ladridos de perros nocturnos. El abono humano es el mejor, le dijeron en el '50 y nunca olvidó ese consejo. Todas las noches se levanta y caga en su campo para que el trigo salga mas dulce y que mañana podamos comerlo en forma de pan en nuestras mesas de la civilizada ciudad.

Trigo.

8.5.08

Una vez se me dificultó cuando entre lenguas verdes y malestar muscular típico del ómnibus y del tiempo contar un poco más de ella, ser un poco más detallista. Me cuesta a veces lograr que mi relato sea real, puro y que llegue a tus oídos -a tus ojos- sin metáfora alguna que busque intentar confundir al recipiente aunque sea la manera más natural y menos disfrazada de seguir comprobando la transparencia tengo que desde que soy gota de lágrima.
Volvamos en el tiempo a aquel atardecer de cielo confuso, pisando una tierra nueva por primera vez, donde mi relato se confundía con las demás gotas que sobre el vidrio resbalaban. Volvamos a soñar con un pueblo donde el chirrido de las motitos de los jóvenes es la banda sonora junto a los grillos, el sonido del agua y de la soledad. Y una vez que lleguemos te voy a contar con un poco más de detalles cuando en otra vida, en otra época -más adelante en el tiempo, no tiene porque ser más atrás mi otra vida-.
Cuando lleguemos... podemos tardar una eternidad en verdad para volver a ese invierno de manos frías que en la calle La Vajilla dejó que nos sentaramos en la orilla de un escalón de marmol a sentir los labios más fríos que el hielo eterno, que la eternidad de una copa de madera de película de aventuras. Un escalón que nació en la marmolería donde mi abuelo jura haber visto como llevaban a Cristo con su cruz colgando en una parte macabra de la religión. Jura haber visto a un artista del cincel mostrar la verdad de la realidad de otra época con simplemente ajustar unos golpes sobre la piedra deforme. Los rasgos de Jesús, los rasgos del mármol frío, el frío marmol del escalón en la calle La Vajilla, tus labios fríos.
La fresca, el viento, la escarcha en los ojos y lo vidrioso de nuestras almas que juntaban humedad y transpiración de exitación nos llevaron a un subsuelo donde lo más podrido de la sociedad de la
época se fue juntando. Cada partícula de polvo, cada rata habitante de la urbanidad más que el rufián, cada luz amarillenta del mundo y cada miles de dólares invertidos en chapa y motor rodeaban una situación tribal y prohibida. Una situación normal según algún loco de Boedo, una situación digna de narrar como la defenestración pública de una prostituta. El olor a milongas y tangos, y la radio Clarín sonando a encierro de trabajo insalubre. El trabajo insalubre de tener tantas ropas y tener que quitarselas llevó a darse cuenta que en la pubredumbre de ese club de la pelea de mi ciudad uno se encontraba tan solo, que ella no existía, como Tyler. Ella estaba pisos más arriba subida a una terraza, intentando pescar alguna estrella para diferenciarla de un planeta porque "a los planetas se les nota el relieve hasta a lo lejos". Ella estaba en una estrella volando y queriendo no volver a tocar el piso para no tener que mirar las manchas de las lozas del patio, las manchas que se le iban agregando a la cara de sus padres castradores.
La soledad nuevamente presente en el relato, fue nuevamente una vez más nueva banda sonora de una vida que ya viví. Las ganas de parecerme a un suicida de principios de siglo, a un inventor de chatarras obsoletas que algún día funcionarán en un sueño de un niño. Las ganas del suicidio puro inundaron la sangre de mi ser. Cada día me encuentro más parecido al personaje del libro que estoy leyendo. Cada día estoy más viejo, más cercano a la muerte.
Pasó la vida después del episodio del subsuelo, pasó la vida y después fui gota en el vidrio de unos viajeros que se aprontaban por el oriente de mi país. Años más tarde fui un girasol humano que con cada niña menor de 17 temblaba de ganas de escupirla en la cara más de una vez, porque después de tantas vidas ya comprendí porqué hay gente que para matar no alcanza con una puñalada y llega a contar más de treinta. De rabia y de locura, de soledad y de relatos detallistas.

Banda sonora.

7.5.08

En uno de los tantos viajes que hice a la tierra más allá de las cortinas, conocí a un individuo asombroso. Estaba caminando a solas en una puesta de Sol (no sé si era el Sol o un astro más lejano) cuando lo divisé, sentado abajo de un árbol grande, mirando quizás la puesta del astro, quizás simplemente mirando. Me acerqué con curiosidad. En mi larga travesía me había cruzado con miles de personajes extraños. En los puertos, en las avenidas, hasta en los interminables campos verdes y marrones, crucé gente. Pero ahora, después de haber andado tanto, este ser me causó algo especial.
Siempre creí que para lograr conocer las verdades de las personas es mejor observarlos actuar sin que noten que estamos ahí. Si lo descubren, somos como una basurita en la inmaculada estructura de cristal de sus acciones. Con cautela me fui acercando por detrás, casi invisible e imperceptible, hasta que estuve cerca de él como para poder ver qué hacía.
Era un extraño hombrecito luminoso. La luz era suave y se extendía por su contorno como una protección fosforecente. Tenía los brazos largos, la cara despierta y los ojos grandes. En una mano sostenía una flor casi perfecta. La miraba como cuidándola, como queriéndola, como orgulloso de que estuviera allí con él a la hora de las sombras largas.
Era un buen cuadro para mis ojos, parecía que la luz de su cuerpo y su actitud estaban de acuerdo. Estuve un rato con él, sin que supiera. Lo miré con felicidad, le dediqué sin que sepa un pequeño agradecimiento por haberme dado algo para ver que contradiga el metálico vivir que a veces se siente, tan frío. Estaba en el momento más feliz del viaje.
Pero, justo cuando pensaba seguir antes de que se diera cuenta de mí, el hombrecito le arrancó un pétalo a la flor y lo hizo trizas. Me quedé en mi lugar, con asombro, intentando saber qué le había hecho cambiar de opinión acerca de la flor. Él miraba el pétalo roto, la flor rota, y no parecía expresar más que indiferencia. Un minuto después, lloró en silencio tres o cuatro lágrimas.
Así estuvimos un largo rato. La flor tenía el poder de regenerar el pétalo que él le arrancaba cada cierto tiempo. Después la acercaba a su pecho y murmuraba palabras de amor. Pero volvía a arrancarle un pedazo pasado un rato, invariablemente.
No pude entender porqué. Creí que, seguramente, él se manejaba con un código distinto al mío. Y yo, por primera vez yendo en contra de mi teoría de no intervenir, quise tocarle un hombro y sentarme a escuchar cómo explicaba ese comportamiento. Pero había en el medio un mundo de separaciones que no explico, no habría podido acercarme más aunque me dejara. Algo en mí se negaba a entender y a incorporar.
Esperé hasta que la noche llegó por completo. Él no se movió y no dejó de repetir su escena de amor-mutilación. Tenía que volver.

En mi camino de regreso a casa paré a tomar algo. En la barra del lugar solo había un tipo, tan normal como los más normales, que se prestó a escuchar el relato de mi historia acerca del hombrecito y su flor. Me dijo que él también lo había visto. Que todos en el pueblo lo habían visto.
- Recibe a sus visitantes sin saberlo.- comentó- No es más que la imagen de quienes somos.
- Quienes somos... ¿nosotros?
- Nosotros. Bueno, no vos y yo únicamente. Nosotros los humanos. En la tierra más allá de las cortinas a veces hay representaciones metafóricas de cómo somos.
- ¿Cómo somos?
- Somos... somos una paleta de colores que no admite contradicciones. O, más bien, las incorpora y convive con ellas. Estamos muy lejos de conocer los verdaderos sentidos, siendo como somos la prueba existente de lo ambiguo.
- Querer y destruir, al mismo tiempo...- pensé en voz alta.
- Parece imposible, pero...
- Pero es.

No dijimos más nada. A mí la bebida me resultaba insípida. Él me dijo que era muy joven, que un día entendería, como un callo en la rebeldía, que deja de doler cuando ya le dieron suficiente palo. Sabía que en otro momento hubiera respondido de alguna forma. Pero no hay argumento que aguante tanta prueba en contra.
El día estaba acabado. Después de pagar y salir, ya estaba preparándome para volver a casa. El mundo de detrás de las cortinas se alejaba lentamente, y yo casi sentía estar en la barca, con un Caronte llevándome lentamente de nuevo a la realidad. Realidad que no era la misma después de haberle incorporado estas nuevas visiones y preguntas, situaciones y verdades. Presentí que todo iba a verse distinto. Detrás de la ventana solo encontraría una turbia secuencia de imágenes, una cama, un monitor apagado, una persona durmiendo, un ronquido en el cuarto de al lado y la alarma del celular programada otra vez. Al despertar, resultaría absurdo haber pensado que todo era distinto. Haber ido a buscar la confirmación de lo que venía pensando. Y la confirmación era, simplemente, que detrás del amor la destrucción también estaba presente, ensuciándolo de hollín pero sin matarlo del todo. Con menos brillo, sobreviviendo y nada más.

A veces siento florecer lo que creía antes de mi último viaje. Pero son solo breves momentos, pequeñas puntadas en la sien. En seguida la máquina ejerce su presión ineludible, y vuelvo a dormirme caminando por la calle. No puedo decirle a nadie, no entenderían. Solo a veces, cuando la oscuridad es absoluta, me acuerdo de la silueta brillante. Y extraño esa primera sensación, la de las gracias, por casi haber tocado con las manos una prueba tangible de que se puede brillar de continuo sin apagarse.



Meta y phorein.

4.5.08

Aparición. Nada es real, pero se escucha. Absolutamente convencido de que la escucha. La canción que programó para que le avise el momento justo. Siempre es el momento justo.
Las fronteras entre lo real y lo irreal son absurdas. Es una división que no tiene fundamentos para sostenerse. Su deseo es todo, lo que importa a esta ahora y a toda hora. Y si solamente eso importa, entonces la canción está sonando. Que no lo contradigan.
Déjenlo en paz, no le toquen timbre, hagan como que no existe. No se comporten como agujas acercándose a su burbuja. Hagan silencio.
Él está acá, y va a estar allá cuando esté allá.
Si lo oyen gritar no hagan caso, es que por un segundo se desconcentró y casi se cree eso de que los parlantes están rotos hace años.

No es nada malo, es que pasó una brisa.
Ahí voy. No soy así, en mi bolso llevo cosas tan distintas y tan escasas, no se parecen a las cosas que contienen los bolsos de otros. Quizás cueste un poco más. Ya creo que sí, después de haber tenido que sonreír a más de un chiste que no entendí, y asentir a más de una afirmación acerca de algo que, lo juro, jamás viví. Pero es tan esencial... (¿quién lo admitiría?).
Soy hijo preso del siglo de las obligaciones, marcado a fuego por las cosas que no digo en voz alta. Pero ahí voy, como si me costara nada más que un soplo elevarme y llegar, descendiendo elegantemente en el jardín de una casa perfectamente iluminada.
De mi galera saco gatos y el público tiene miedo de abuchear, no quisieran tener que decirme que un conejo debía ser. Un conejo debía ser.
Agüita para consolar. Mitad convicción, mitad mentiras. Ahí voy, balanceándome en una telaraña, más pesado que diez elefantes.
Ahí voy. Agarro mi bolso y ahí voy. Nadie sabe qué cosas serán, seguramente piensen que son las mismas que llevan ellos. Cuando paso mi tarjeta electrónica y el pitido me permite ocupar mi lugar, ahí voy. Compartiremos asiento, o no, pero seguramente yo estaré mucho más lejos.
Y ahí voy, a escaparme como una fuga de aire en una pelota, disparado hacia el infinito por una falla en la capa de ozono.


So here I go, hello, hello.

30.4.08

Asco nomás al mundo.
Empedrado al tacho.
Renglones no llegan a cubrir la angustia de sentirse pisado por un remis azul al ver la absurda burda competición de rayas en remeras, sandalias en las patas y rulos en las neuronas. El olor a onda verde nunca es bueno cuando al piso uno se cayó de nuca y frente a la vez.
¡La cabeza rebotando en el asfalto por ser poco tigre de bengala, por tener corazones de medias y por el pelo lacio natural!
Asco al mundo y altermundo. Incomprensión a la absurda sorpresa y a la rubia y fría felicidad de un porrón.
Moza, camarera, tráigame por favor algo que de la sed me arranque la cabeza para dejarme en un destino mejor a kilómetros de acá y de acá. Impotencia y un autismo incapaz de reir y de llorar. Equilibrio sin gas, no encontrarás. La mente está ocupada y las hormonas alteradas. Todo al bajo costo de un barato alfajor en un barato tren.

Ya probaste el mainstream, ahora probá el under.

24.4.08

Ésta mañana mientras desayunaba arroz con atún que nadaba en mar de mayonesa pensé las tremendas ganas que tenía de escribir un manifiesto, manifesto. Bueno, primero para empezar pensé que podía buscar en el diccionario si esa "i" que está en el medio va, o no va. Fue entonces cuando encontré sobre la mesa el libro viejo y lleno de tierra de mi hermano donde se habla de fantasmas que recorren el viejo continente. No había nada que no me hayan contado en ese libro lleno de tierra, de polvo y de siglo y siete, ocho, nueve pero todo antes que hoy.
Un manifiesto, como en los viejos tiempos. Como cuando uno podía determinar en varios puntos y especificar en cada una de esas acepciones la locura de sus sueños, de sus pesadillas y elegir un modelo de vida para armar como esos avioncitos de madera balsa que siempre pensé en hacer cuando era chico.
No quiero creer que me estoy quedando -como ser latente de mi generación- sin ideales ni amores y sólo con envases y fotos amarillentas de un pasado mejor que no viví. No quiero creer que me gustaría más vivir en dictadura irresistente antes que en mi realidad y mi presente. No quiero tener 66 en vez de 22. Un tercio de vida y un millar de esperanzas ardiendo como fuego en una playa donde se celebra una orgía pasional. No quiero creer que todos nosotros vamos sin rumbo y sin un claro manifiesto que nos indique el andar.
Quizás lo mejor para volar -como cuando chico- no es armar un avión de madera balsa, sino saber aterrizar y aprender a aterrizar sin ruedas. Aterrizaje de emergencia. Quizás lo mejor para seguir es no manifiestar más que unas ganas de vuelo eterno que baje y llene de fosfato las almas inundadas de pureza y mensajes que no se entienden que viajan por las ondas electromagnéticas, de esos que habitan el mundo actual.

Volar. Nada comparado a soñar con Brecht.
Como personaje en cuento de Poe. Inmersa, pero de verdad, en un horror que no se puede quebrar y emparchar con otra cosa. Sin entender, sin haber encontrado razones, hay una realidad suplantando a otra, mientras gritan desde todos lados que no le crea. Pero...

Avanzan desde las alturas con rapidez. Cuelgan de la nada y son más negras que la oscuridad. Las veo cayéndome encima, sé que hay alguien tirándolas y no sé quien es, pero lo odio, lo odio más que a cualquier cosa. Entonces, cuando caen sobre el acolchado, hace 7 segundos que grito. Pero él no para, porque es una realidad horrorosa sin posibilidad de quiebre. No la puedo suplantar.

Y desde los costados, desde las paredes, desde un metro de distancia hay personas hablando y gritando, creo que dicen que no es verdad, que la verdad está ahí con ellos. Pero no me convence, no pueden decirme que no las vieron caer, que no las ven ahora ahí, arrastrándose y aterrorizándome. No pueden estar ciegos de esa manera, y no entiendo porqué no las ven. Yo las veo. Yo estoy llorando ahora porque están ahí y no las puedo sacar.

Entonces la pregunta clave. La de las realidades. La de porqué no va a ser real esto, mi horror, mis cosas desde el techo, mis gritos. Porqué si quisiera sacarlas de la cama no habría nada que sacar. Si creo profundamente que sí, que sus cuerpos horriblemente largos caerían al piso haciendo ruidos feos. Y no, y porqué no. Si no las puedo sacar, se quedan. Si nunca cayeron, si no existen, entonces porqué no dormimos.

Quiero salir, todos quisiéramos salir. Pero no se puede creer en las voces que anuncian otras posibilidades aparte de lo que ven estos ojos. No se puede así solo por deseo. Solamente, si yo las vi, si ahí están, si con su imagen me estremecen el cuerpo y el alma, no hay remedio que sirva, no hay golpe en la cara ni vaso de agua ni cortina abierta que aparte la sensación.
Yo creería. Si pudiera creería y dejaría de ver. Pero, ya lo dije antes, yo vi a la anaconda tragándose una iguana enterita. Y después, todo se transformó. La iguana quedó muerta a un costado y la anaconda me llovió desde el techo, una noche, rato después de acostarme y siglos antes de entender qué pasa.



La mato y aparece una mayor.

23.4.08

Están cerrando la puerta, y como ya se sabe en el mundo del teatro, tan mala educación es decir suerte como entrar en medio de la función. Pero a este tipo se le ocurrió por una vez más romper con las absurdas estructuras de los espectáculos que dicen que están bien. Con alma de psicótico y ojos de vampiro se abalanzó sobre el acomodador que con los bigotitos de Alfred -no Hitchcock sino el mayordomo de Bruno- y lo desvistió con los dientes mientras gruñía como si fuera una bestia de otro planeta, de otra película.
Luego de minimizar al guardián del silencio, del cuidado de lo puro y virgen de lo artístico pateó la puerta cual oficial de la más patética película de acción y a los gritos empezó a rociar con kerosén las butacas de la sala. El líquido rojizo transparente se mezclaba con la gomina de los cabellos de los caballeros y se metía en las venas de los animales muertos que colgaban del cuello de las damas. Horror en las palabras con dos eles seguidas. Cabellos, caballeros, cuellos a una chispa de ser una fiesta infernal. El olor a estación de servicio, el olor a malabarista mugriento, se hacía sentir en las pieles de las decentes personas que como afamadas personalidades de la sociedad habían llegado a la sala en busca de un poco de vanguardia cultural envasada en un plástico. Rogaban ver al maestro, al danzarín, al actorón, a la hermosa cantante, a la voz que sacude los órganos, al pianista que sacude las voces. Orgasmatrón artístico, las damas entre pieles de zorro y zorras de piel humana se acaloraban y gemían como con el sexo más salvaje con cada exclamación del artista. La piel del artista con las luces brillaba como el papel moneda en el Banco Nacional.
El orgasmo ésta vez fue del más sádico. Porque aunque el que teja los hilos del planeta sea el que tenga el título del más sádico, quizás porque estudió años de terciario y universidad para ello, no entienden nada. Porque éste sádico kamikaze -escapado del sueño de un montevideano, tanto como de un porteño insómnico de amor- hoy lloró sus penas riendo lágrimas de kerosén y su bronca fue la chispa que encendió zorros, zorras, pieles y que marchitó el más mediocre de los artes. Marchitó la flor de la mainstream, quemó el escenario principal de punta a punta y la astilla más chica que quedó mide menos que una molécula de hipocresía y le quedan segundos hasta que termine de esfumarse y ser completamente ceniza. Cenizas que son la victoria de una honorable pasión que se quemó como una película vista antes del estreno, como un rumor antes de que sea verdad, como la noticia de que iban a matar a un presidente un día antes de que suceda en un diario australiano.

Teatro.

20.4.08

Tanto tiempo tardamos que, cuentan los ojos de los testigos oculares de aquella tarde, caducaron todos los períodos. Se deshicieron los enlaces, las moléculas se separaron unas de otras, con velocidades en sentido opuesto, alejándose años luz de todo. La materia se descompuso, vibrando y silbando en el viento el final de lo conocido.
Estábamos tan cansados...
Así estamos, tanto tiempo después y tanto tiempo antes del fin. Ambiguos y cansados. Finitos y estúpidos. Desilusionados, con grandes ojos buscando caras y respuestas, como si fueran lo mismo. Y lo son. Te creo que lo son. Creo en tantos rasgos.
Pero acaba de romperse todo. Aquella tarde y ésta. Fue el día del fin, el día en que no hubo nada más. Las fechas de vencimiento no son algo que nunca llega. Compruebe la fecha en el dorso del envase. Y cuando volteaste decía solamente un ahora. Se te cayó el alfajor de las manos y te caíste vos después, rodando interminablemente por el túnel del tiempo. Y cuando quisiste acordar eras uno más. Te levantaste y pisaste un montón de cuerpos que hicieron auch (y solo auch). Como figuritas repetidas estaban todos ahí, apilados en aquel depósito. Los hombres idénticos.
Acá, de este lado, se está vaciando el mundo. Tengo tanto miedo. Cada vez quedamos menos, cada vez más gente está encontrando su ahora al dorso del envase. Caen y desaparecen al instante. Los siento irse como si se me prendieran de la carne y al resbalar se llevaran un pedazo. Yo nunca termino de irme. Aparezco siempre en el mismo lugar, no tengo fecha todavía, no sé ser diferente y cada vez hay más aire en todos lados. Porque los cuerpos se esfuman.
Si lloro un rato o extraño a alguien que se fue, algo los acerca un segundo. Pero solamente es un recuerdo de su imagen, los que eran antes de caer en el depósito de la gente idéntica. Quisiera pasaporte por un rato, para ir a buscarlos. A veces me convenzo de que si les pidiera volverían otra vez. No acepto que quieran estar ahí, en vez de acá.
Pero las horas desmienten. Si no vuelven es que algo allá les llamó la atención y decidieron quedarse. Yo quisiera poder convencer a más de uno de que no vale la pena resbalar. De que repetir personas es aburrido y no abre la mente. De que depositado nadie florece.
Pero en mi discurso no hay espectadores, hace tiempo que perdí la batalla, si cuando miro adelante alguien trastabilla un poco, está a punto de dar vuelta el envoltorio y hallar su ahora, yo corro y le pediría que no, que se quede quieto, pero es demasiado tarde. Justo cuando llego a agarrarle una mano se esfuma mirándome, empieza a caer inalcanzable y, otra vez, estoy de este lado del vidrio, apoyando las mejillas para poder pasar y sin lograrlo, hundiendo las manos en la oscuridad e intentando no perderlo.
No sirve de nada. La gravedad se lo traga, no tengo tiempo ni de decirle que va a hacer mucho más frío del que ya hace. El contador retrocede uno y se ríe bajito.


de mí.