15.5.09

Finalmente, después de tanto tanto tiempo, fui. Nada que ver con lo voluntario: simplemente el curso de la historia, quizás algo que pueda llamarse destino. Estuvimos en algún momento pensando en esa otra dimensión, en cómo llegar. El amarillo te deja ahí pero no hay forma de pararlo estirando el brazo. Será un episodio, algún punto de inflexión en el que cierres los ojos, y al volver abrirlos estás sentado en un asiento, mirando por la ventana cómo pasan lucecitas amarillas por la avenida.Entonces comienza el viaje: empezar a preguntarte, y entonces darte cuenta, de que no sos la misma persona. Que ciertas cosas te pasaron, que ciertas cosas te volvieron distinta cosa de lo que eras, que tenés nuevas opciones obligatorias. Está develado el misterio, yo fui y lo vi. Es un lugar indescriptible, es nada más que un vacío donde uno queda suspendido, y allí todo es tan perfecto que los pensamientos fluyen como corrientes de electrones. Entran y salen, son voces hablando de miles de cosas. En Instrucciones conocí los ingredientes que me faltaban para completarme, para terminar de caer. Supe de la soledad a pesar de tener gente al lado, supe de la decepción, supe del sentirse incomprendido, supe de no encontrar una mano cuando te tropieces y caigas, y te duela una rodilla. Y en esa otra dimensión de entendimiento, supe de la reconstrucción como herramienta para renacer. Me dijeron, las voces nuevas que contengo, que de tripas corazón y más, más adelante encontrarse. Solamente así. Como desprenderse, como dejar una rama de un árbol para volar y aterrizar en otro lado.Fui a Instrucciones. Me llevaron. Me arrastraron furiosamente sin poder parar. Me dieron contra el piso, me lastimaron alguna parte del cuerpo que sangró un rato. Pero ya está hecho. Se termina la historia de quien soñaba con ver más allá, con subirse, con ir y entender. Yo ya entendí.A otras dimensiones me dirijo en breve, en busca de lo que me falte. Estamos continuamente cerrando círculos para empezar otros. Y al fin de cada uno, cuenta alguna voz de entre la gente, hay una pequeña carta de despedida. Carta triste, dolorida, profundamente dolorida. Pero asegura, al final de ella, que los nuevos caminos prometen luces de todo tipo iluminando la historia de un simple ser humano.
Así será.


Aurevoir.

11.5.09

¿Y si un día de golpe al volver me diera cuenta que cambiaste la contraseña de la puerta? ¿Si me diera cuenta en plena agonía, en plena caída, que cambio cada letra de tu cerradura y que mi llave no funciona más? Hay cerrajerías que funcionan 24 horas, pero a veces el auxilio se ve lejano. El campo no guarda grandes urbes y las cerrajerías no guardan soluciones. Y en una escena llena de picaportes es obvio que no hay ni herreros ni cuchillos de palo, ni silencios ni soluciones a esta puerta que no se abre. Esa horrenda sensación sin continuidad, pero con toda infinidad. Ese moebius de penas que se ve nublado como mi ciudad ésta tarde. El sol que no se pone y la luna que no sale, los vientos que soplan fríos y la llegada de un otoño que nos confunde el porvenir.
Mis dedos tocan en un teclado palabras que en código morse emanan amor que jamás llega a tu oído. Mis códigos en braile no llegan a tus ojos y tu mirada nunca se posó en ésta mariposa que en mi pecho revolotea. Ya no se si me escribo a mí, o a cual de las voces le estoy dedicando éste mensaje. Hoy me siento más cerca de la luna, más cerca de San Juan, más arraigado al sur y bailando por doquier. Mis silbidos me llevan a volar y mi poca paz me hace pensar que en economía uno siempre quiebra para volver a quebrar. El sonido de monedas que caen hasta la alcantarilla y en medio de todo el caos mental y la verborrágica mala confesión se ve una violeta que crece entre el hormigón -como en esa vieja canción que escuchamos alguna vez juntos-.

De olvidos y desesperanzas.