31.10.10

Suena una afinación y en el contratiempo de la milonga se escapa un guiño de silencio.
¿Y si ese silencio es alegría pura y concreta?

La milonga.

17.10.10

Recordar que la única muralla es saltable a cada rato y que es esa misma que está todo el tiempo, ¡Dios! ¡Somos los mismos estúpidos de siempre intentándo luchar contra esa gravedad que todo el tiempo nos tira para abajo! Malditos brotes de vida en plenos asfalto -violetas en el hormigón- que no alcanzan a respirar jamás el aire puro cercano al sol entre las sombras de los edificios de Caballito. Somos vida como los hongos de humedad en las paredes. Esos que van pudriendo los cimientos de algo que supo ser.
Voy buscandome en ese espejo sucio que está reventado de agua y no puedo sentir otro relieve que las mismas ojeras debajo de las pupilas. Huecos bajo mis ojos, llanto total a cada rato y en cada pata de la mesa quebrada de tanto uso. No queremos más callos en el codo, ni más mostrador. No quiero más el sueño eterno y la ilusión de que podemos ganarle a la gravedad. Si ya es hora de entender que no se puede más jugar contra el viento y marea, si es hora de saber que la contracorriente sólo va a electrocutar cada una de mis putas venas contra el empedrado de mi barrio. Positivo y negativo, polos de un mismo entierro y hasta el cura se piantó de la esquina.
No puedo asincerarme, no puedo leerme ni en las letras de mis diarios íntimos. Voy cayendo boca abajo en falsedades de papel madera donde leo manuscritos de mi tinta, de mi puño y mi letra, mi sangre corriendo lamentando la existencia de todo. ¿No es hora acaso de la autoreflexión que me lleve al paredón donde se haga la justicia que se debe hacer con uno mismo? Autofusilamiento es quizás la luz al final del túnel, la esperanza a éste derroche de aire que le robo a quien si cree que va a vencer.
Estoy seguro que en este lugar hay una reunión secreta que decide mi destino y el tuyo. Y un botón que sabe mucho y sobre todo de los problemas tuyos y míos. Busco la luz, viene y es el último tren. Quizás es tiempo de ser libre y dejar de ser y estar. ¿Y si el que hace mover la palanca se quedó dormido y me dejó andando en vano? Porque puede ser, ¡claro que sí! Silencio y viento. Corteza de árbol dura y ronca. Silencio con zumbido de tu prendida y una nota entre el mar que no hace mal sino andar entre los rieles. El último, si se pierde uno la queda. El último, aquella luz que es una vela en el mar flotando para todos. Suenan los alambres del titiritero que duerme en la esquina. Anuncian su llegada y la luz viene de donde se estipula sin duda alguna. La luz no viene por mí, ¿acaso estoy cruzado otra vez? ¿o acaso todos estamos al revés? ¿Ocaso hay ecos por doquier? ¿Vida? ¿Por qué no te digo chau con este escaso porvenir? Son horas cuando ya toods se largaron y no están para volver. No piden boleto y no piden más que el final. Que se termine todo esto con la luz del último tren. ¡Qué ganas de saltar a tiempo!
El que baja esa palanca vida-muerte se olvidó de mí. Pero yo no me olvidé del que la mueve en tierra de vivos. Si el muere todos mueren. Si el duerme, ¡que me pisen! ¡que me pisen! No cambia nada. Si falta un guiño entre mil, un centavo en un millón. Ser uno menos es hacer menos fuerza de manera corriente. Ser uno menos acá es ser uno menos para siempre. ¿Será que hay manera de salvarnos todos? ¿O que siempre será el zumbido el que entre hasta hacerme sangrar? Veo los ojos de sardina pero no hay putas ni pistolas. ¿Se habrán vuelto fifís todos los personajes o todavía quedará esa revolución con una silla en cada esquina? Reyes del terror. Yo me quiero bajar.
Esta carta es para los dueños del mundo que la disfrutan sin duda alguna. ¿Nos salvamos todos o volamos todos? Está todo y medido, estoy todo estipulado. El tren que me lleva a la muerte ya tiene los horarios y yo como mal actor no me aprendí la letra de ningún papel, a ninguna hora y a ningún lugar. ¿Será o no será? Tres a cero y ningún carguero. El rey sabe cuál viene y a dónde va. ¿Qué mano pasa por tu pelo? La mía llena de mi propia sangre te dice chay sin palabras dulces ni adioses rimados. Todas falsas alarmas en este riel sin destino. Con destino a no se qué. Con olor a muerte. Sangre negra y pájaros sin volar. Ni un pío pío en el viento. Ni un pájaro en la falsa alarma. Ni una voz en la estación. Un pez sin sala de espera, un botín sin cordón.

¿Dónde estoy?

7.8.10

Después de todo, eres tu única muralla.
Si no te saltas nunca darás un solo paso.

15.7.10

Una hoja resultará eterna, verde e interminable, incapaz de ser recorrida. La misma hormiga se sentirá microbio, sudará la sangre que no tenga, se espantará de horror al ver la hoja. La hormiga es tímida y no tiene idea que es la más fuerte. No sabe cuánto peso puede soportar su cuerpo. No sabe que la hoja es, simplemente, puentecito sobre el agua para llegar al otro lado.
No es mentira: Un elefante entra en una hormiga.

Nada peor que ignorar.
Excepto no querer ver.

7.7.10

El cine es testimonial. Recuerdo cuando fui el aire que se coló a tu lado. Presencia indeseada en aquel cine en el cual solías comprar dos entradas de más para ocupar de angustias y soledades cada una de las butacas de tus lados. Recuerdo todavía el olor de tu fobia al prójimo: producto incoherente de tu buena educación católica. Me acuerdo aún del color del crucifijo que colgaba de la cabeza de la mesa y de la postura rígida y de evangelio de cada uno de tus ojos que miraban fijo el brillar del blanco y negro que desfilaba en formas y colores delante tuyo. Suspiré con un llanto a tiempo y caí con aquella lágrima que lloró un beso que nunca pudiste darle a aquel amor de pantalla gigante. Corrí con tus ansias detrás de aquella bicicleta que huía llevándose los vasos en aquel guión tragicómico e italiano.

Hoy muero derrumbado junto a tu cruz, tu cine y tus nietos.

Cine. Querida Ana.
Algo tienen estos años. Tienen algo clavado. Una aguja en un pajar, una pera pelada en la arena. Un cigarro prendido en el fondo de un cenicero. Humo enredándose en el aire para dejar de pensar en aquella noche y pensar en esta noche que sigue siendo una sóla palabra: tango. Cesan las invitaciones y las cartas dejaron de llegar a la dirección que alguna vez fue la mía. Van sucumbiendo los fuertes cimientos del lugar que me vio crecer hasta llegar a la punta de ese farol como si fuera lo mío una cuestión de subir hasta el sol de a poquito. Verde y de a poquito creciendo buscando un corazón.
Tus trenzas bajan de donde no se ve y no me dejan subir a ningún lado. Los miradores ya se chocan con los nuevos cimientos de una modernidad que no deja ver. Juro y prometo poner esas cadenas alrededor mío para aferrarme a ese árbol que no quiero que se lleven. Que lo vi sonreirme de chico y devolverme la pelota con su mano. Que te vi darme tu mano y que no la corrías a pesar del llanto y la transpiración. ¡Qué bailamos tantos tangos y nunca nos corrimos por valientes! Y que hoy esa misma valentía nos quema de adentro hacia afuera hasta hacernos ceniza en el cenicero, humo enroscándose por el aire para llegar al pulmón de algún fumador pasivo que nos rescate y nos haga verdad en algún tango con orquesta típica.

Tango.

27.6.10

Las lluvias torturan. El difícil camino de los dos metros por dos, del encierro entre cuatro paredes y una ventana donde la luna promete mejores horizontes y cielos rosas. Como cuento de hadas, como cualquier cosa y todo es indigestión de recuerdos. Conmoción es la palabra que explica. La lluvia, las cucharas, las paredes blancas, mis zapatillas colgadas en una percha se secan tras un concierto bajo el agua, tras un submarino de emociones que piden que no le abran más los sobres ni promesas sobre el bidet.
Mis zapatillas en una foto en esa percha parecen en el aire. Y yo tras esa ducha caliente que me convidaste y la guitarra que me diste para escribir estas canciones hoy ando casi volando y conmovido entre lloviznas buscando nuestras sombras en alguna pared de mi barrio.
Y no encuentro a mi barrio ni a mis amigos sino un silencio que me hace recordarte con más fuerza. Una carta abierta a puro grito, unas tripas arriba de la mesa que encastran directamente con mi alma más cercana. Los patios de las casas asoman recién mojaditos y resbalosos. Algunos se pierden entre los virreyes de la zona, confusos por empezar todos igual, pero no lo son. Las baldozas son pieles recién lloradas por el agua de la ciudad, la tristeza total de Buenos Aires.
Sólo se puede ir hasta aquella plaza donde una bicicleta me dio una paliza, donde el piso me dio raspones y el desamor me dio tristezas para tomar un colectivo e irse como aquella mujer en el Sarmiento con remera verde y agua brotando de mis ojos.

Griveo.

19.6.10

Yo me morí cuando perdí la memoria.

Esa es mi única conclusión.

15.6.10

Atrapado. Y ya no sé si estoy huyendo o pensando como sería.
Sufro la atrapada. Choco y reboto entre historias de caminos no elegidos pero quedé en el medio, o más bien arribita... con la malla puesta y en el trampolín. Abajo la caída y el splash y yo tratando de saludar al balcón de alguien que no vive ahí. Subí hace rato. Hace rato que subí escalón por escalón y no es tiempo de trampolines y lanzamientos. Ya se terminó el verano y yo no me tiré.

Atardece en el Club.
Soy una pésima flor. No tiro ni amago, ni aroma ni bolero. Una pésima flor en un pésimo abril. Lo cierto a veces es nulo y a veces es mosca. Pero a las moscas se las mata sólo cuando se están frotando las manos. Es que hay un momento hoy y hay un momento en el ayer al cual no se puede volver ni con la frente marchita, y mucho menos con las manos frotadas. Castigo en el destino por haber hecho tanto y mal, tanto mal, tan tomal. Destino de mosca.

Mosca.

13.6.10

Volví después del amor. No entendí bien hacia dónde íbamos ni porqué era más fácil jugar a jugar en vez de jugar a ser. Ni tampoco me cerró aquella cosa de no saber si me gusta o me desagrada, si prefiero estar o ir a dormir. ¿Y entonces?

Pero, no sé, escribí cosas que quise decir, me expliqué brevemente y vi los libros de filosofía oscurecerse cuando se fue la luz y se dilataron las pupilas. ¿Estás ahí? Te pregunté. Sólo sentía una espalda llena de apófisis espinosas. Me pinchaban más allá de los brazos, mucho más allá del pecho. Me pincharon el ego y la sensación de libertad que escondí y cultivé como mi planta más preciada.

Lo que quiero saber es si tenían razón los que decían que amor y pensamiento no van tan bien como uno cree. Porque sucede que pensé hasta ver partes de mi cerebro criar rueditas mecánicas de hilvanar cosas. Pensé en el dedo índice, en las palmas de las manos, en el sentido de la caricia, en lo transversal y lo longitudinal, en la postura incómodas y en la media azul a rayas blancas.

Mi función es simplemente aliviarte. Sacar tu dolor, quizás masticarlo, jamás deglutirlo, sacarnos airosos de la lucha y revolver los párpados en busca del recuerdo visual. No diré identidad pues me cuesta creer en quienes somos. Y ahora que tocarnos es tan sencillo, ahora que el diálogo es como luz, fácil y simple, comprendo que no sé mucho de tu individualidad.

Entonces tengo miedo de dar en el botón que no es, que caiga un telón misterioso y asustar a mi pequeña capacidad de relacionamiento. Por eso, y porque el pensamiento me desborda y no sé a donde ir, mi función es simplemente aliviarte. Sacar tu dolor. Masticarlo. Jamás quedarme.

¿No ves que no son alacranes?

11.6.10

Aunque diga que
no tenés esa cosa,
no sé, quizás el
perfume o aquel color.

Siempre serás la flor.

9.6.10

Ola de frío polar. Olas y nadie a quien saludar. Se congelan mis manos ya con este invierno venido a menos, venido a más... venidito antes. Me abrazan de muchos mundos y me palmean de otros no tan cercanos. Milongas suenan en mis tímpanos y repercuten hasta el pecho. Letras de viejos tangos que voy confundiendo son vidas pasadas de otros y de mí. Miedo a cerrar los ojos y que no abran más. Miedo a que alguien haya cantado bingo en otra parte del planeta y a que yo me quede con mi mano abierta -abierta como mi noche triste- esperando tu palma.

Mi noche triste.

7.6.10

Te vi. No había flores. Te vi y sólo hacía frío. Yo te miraba de reojo porque intentaba engatusar alguna que otra mirada regalando chocolates y haciendo el ridículo para hacerme notar. Tonta como siempre te vi. Tonta como siempre andaba regalando el dulce a cambio de un poco de olvido. Un poco de olvido con olor a puerto. Estábamos todos y juntos, ahí detrás del teatro en aquel recoveco donde Mario Bros sirve pizza a rolete. Y entre el bochinche de la noche y la tortura del recuerdo te vi. Estabas ahí. Dejabas caer tus muletas al piso y mantenías el equilibrio con la pierna que te quedaba. Probabas a cada segundo lo invisible que eras y lo poco de mágico que tenía tu milagro. Es que no era ningún truco esa manifestación, era simplemente una saturación de lo que sucede todo el tiempo. Al sonar la madera de la muleta contra el asfalto y tus piernas se doblaban para sentir el frío de la calle nadie miraba ni atrás ni adelante, sólo escuchaban el gas de sus bebidas y yo... te vi, pero estaba pendiente del chocolate.

Muletas en Ciudad Vieja.

23.5.10

40 hojas. Comienzo de Abasto, de a ratos: un ancho. Anchos de Abasto y perfiles de sazón. Camino a hoy con la cabeza en una caja negra que refleja el rebote de un recuerdo. Una fotografía en sepia y un duelo que debe doler.
Suposiciones de oraciones en posiciones de sesiones entre espiritistas y cotidianas, entre fascistas y lennonianas. El frío nos hace pensar: ¿y cómo seremos cuando seamos viejos? ¿yo? ¿y vos? ¿cómo será nuestra alma cuando sólo nos calcen en el cuore una trama escocesa y un confuso punto de crochet?
Repercusiones nulas. No sabe y no contesto. 40 hojas que caen y yo junto a ellas. 40 hojas que caen y yo junto a ellas. 40 hojas que caen y yo junto a ellas. 40 hojas. Yo. Ellas. ¿De qué color será tu pullover este infierno?

Querido cuadernito.
Hora temprana, pero al fin, es la hora de dormir acá donde me tocó crecer. Silencio de inspiración, una soledad donde la voz es pura y el alma es cero, donde el silencio es la canción. Suena, respira un árbol. En el recuerdo inmediato alguien me dice 'jilguero'. Yo canto de alegría, se me pone el pecho amarillo. Bien te veo, bien.

Jilguero. Benteveo. Bicho feo.
En el trunco tempo de esta chacarera te veo tachicatapum tachicatapum por mis alrededores, revoloteando cual campanita - tin tan tin tan. ¡Qué ganas de que suenes a negra en mi alma! ¡Qué ganas qué! Pedazos de luna y de exclamaciones te esconden de mi en plena noche, en plena calle y no te veo más que en abrazos y besos ajenos de sábado a la noche. Romances de calle que no supimos ser y yo, una gravedad. Una gravedad que me mantiene al piso como gusano, arrastrando cada parte de un alma deshecha. En cada esquina doy la vuelta para ver si encuentro tu luz. Una luz que me pegue los restos para volver a ser entero. Mi alma es un plato roto.

¡Qué plato!
¿Veré en la noche tu sonrisa y así entonces poder trocar el temblor de mi pecho por caricias? En el pulso de la medianoche piso entera el agua y sueño con secarme todo el óxido que la arena de un error de verano me dejó. Hundido en arenas inquietas pero inmóviles, en silicio de fracaso. Bien cercano al piso yo repteo, un lagarto de tribuna de madera que llora las derrotas sobre la hora. Mi pecho quiere le saquen el pus, ¿dónde atienden los exprimidores en esta ciudad que nunca duerme, que nunca muere?

Pus.
Ningún mensaje llega al destinatario. Hoy es un día largo y no llego a llegar. Quiero en el fondo poder empezar a escribir con mi lápiz aquel primer trazo que va a dibujar tu sonrisa en mi querer.

Jaime.
Presa de la falta de nuevos horizontes a tu lado. Tengo una fila de platos sucios esperando ser enjuagados pero sólo quiero lavar tu piel. Le dicen sombra a aquel que patea fuerte y duro a la boca de mi estómago. Clava al ángulo el dolor y sin aire sigo. Se cagan a patadas en mi interior pero nadie sangra porque quedé congelado y sin suertes.
En el fondo el deseo de ser niñó es por la sorpresa de aquella buena vez, de aquella buena voz. Dejame creerlo.

Promoción.
Millones de caras y en cada cara una carta que será canción. Muchos colores que nadie te robó a pesar de los pesares y todavía quedan restos de humedad. Una cama deshecha y un desorden de ropa que es una suerte. Muchos ojos y algunos lugares que van de tu mano derecho y directo a mis memorias.
Se escapan las caras familiares y toda mi confusión tiene sed, una sed tan significante que mi cabeza hizo que hoy llorara el cielo para saciarme. Pero no es agua y sal lo que pide este pájaro enjaulado, salvo que sea agua y sal que te salve cayendo por tu rostro hasta mi mano. Y hay un reloj y ya ningún sol en este cuarto cuarto. Yo soy menos que medio yo, yo soy menos que un cuarto y me toca morir quizás esta noche entre insomnios y ninguna certeza.

9 de julio.
Canción de cuna. Desfilan las canciones de cuna que te hamacaron en alguna brisa otoñal. Mi pecho parece de papel de diario mojado. Mi pecho va dejando restos en el asfalto cagado por caballos que pasaron a media tarde. Mi desespero es rotundo y mi saliva sólo quiere tomar mate toda la noche pero su deseo no es lo suficientemente valiente como para lograrlo. Desde el parlante suenan las canciones que fueron de mi cuna pero que nadie cantó. ¿Y mi musicalidad? Su origen quizás está en esas notas que resuenan con algún tipo de piel de gallina en mi dermis.

Saliva arrugona.

21.5.10

Paradigma: La llave, la clave, el consuelo... ¿están? Te pregunto y tiemblo pues temo. Y temo pues tiemblo. Tengo miedo de que el miedo sea el motor. Porque todos los días, con diligencia y con esmero, con el pelo lavado y los lentes limpios, me siento a escuchar. No miento, en serio, me siento y siento. Siento que se expande un vagón de carga en mi mente, en mi neurona ideológica del razonamiento y del espanto. Porque a mí me aseguran y me desaseguran, me aconsejan y me ponen en duda, me advierten y me estimulan, me rezongan y me acarician. Entonces lo único que no me queda claro es el futuro. Del hoy sé casi todo: sé del banco incómodo, de la oscuridad placentera en un micro amarillo, del mate sin gusto, de una pelea en el baño y de las risas que no sé que haría de otra forma. Del pasado me duele creer que no pasó.
Me pregunto cuáles son los cristales para ver y qué imagen otorga. Qué quieren decir cuando dicen. Qué es aquello de lo que hablamos como si supiéramos algo, como si con esta metodología infalible y esta inmensa expansión del ego hubiésemos diseñado, construido, descubierto, una irrefutable y triste verdad. Una imposición para las mentes pensantes. Una definición.
Una manera de ver el mundo.
Ese temblorcito. Casi mañanero y una pizca de luz de alba. Un poco de nostalgia amarreta y tanguera resuena como un tamborcito o como los diminutos pies de un muñeco a cuerda. Ese temblorcito que hace el mismo ruido que hace una hornalla prendidita. Me confundí de muchas cosas y colores... podríamos hablar de daltonismo sentimental, podríamos hablar de colores sólo y dejar de hablar de cosas porque, ¡cosas no son!
Este temblorcito. Temblorcito rotundo: casi casi que es igual a ese vertigo pequeño antes de lanzarse al vacío. Mezcla de calor interno pero profundísimos miedos de altamar y tormentas. Revoluciones en el pecho y después de todo: crecer.

Pena.

20.5.10

En el bordecito del camino. Aquel por donde no está marcada la huella, pero todavía es camino porque sirve para andar. No es al costado del camino, como aquel otro soñador, sino es más bien todavía en movimiento. Porque la única forma de lograr el equilibrio es estando en movimiento y porque estaba ocupado -entre terribles edificios- tarareando sobre las largas calles de la libertad y sus suntuosas curvas que me hacen acordar a las tuyas. Todo lo que tengo es un corazón y si tuviera auriculares estaría escuchando a alguien que no quiere patear más con la de palo.
No queremos más lo que hubo sino algo nuevo. Lo viejo está muriendo y agonizando y es necesaria la revolución. Cerrar los ojos es perder, detenerse es morir. Igualmente el amar es profundo. Me crucé a un angel al bordecito del camino y me lo preguntó claramente, "¿éstas son horas de andar recuperando amores?".

Yo creí que era muy temprano pero en realidad, era muy tarde.

Horas.

16.5.10

Cambió el color de tu pantalón. Va cambiando y yo inédito y atónito sigo mirando esas baldozas del piso donde una ves quedó dibujada tu sonrisa y hoy está ahí en el aire sin esfumarse. La sonrisa dibujada de aquella musa. La sonrisa dibujada de aquella canción de cuna que alguna vez te supo cantar un caballito de batalla en pleno Caballito. Te imagino, veo ausencias y escucho ratas en el fondo de algún cajón. No sé si es mi cuestión laboral o tu cuestión sentimental, ¿o es acaso todo esto un horrendo invento de mi pecho para darme razones para cantar cuando camino entre las hojas?
¡Maldito otoño! Escucho mi paso por las hojas y es como agregarle una sombra a mi sombra, con dos sombras es más difícil caminar.

Doble peso.
Las manos sienten el frío. Son éstas manos mismas que perdieron sus acordes cotidianos y hoy lloran hasta en las cutículas. Las manos lloran frío. Tiemblan y ya no es de velocidad rotunda e innecesaria. Toda aquella velocidad, sumado a todo aquel deber de cumplir con esas cosas que eran las que realmente no importaban, se extinguió como el fuego que incendió esas hojas en mi patio.
Las manos olvidaron de fueguitos y fogones. Vieron como se hizo una masa a la parrilla los ojos de mis manos. Vieron como el fuego cocinó hasta que dejó de ser crudo todo lo que iba a ser relamido. El fuego quemaba las hojas en el patio. Sólo había que juntar ramas y el resto era tarea de las estrellas y de las formas que armaban en el cielo.
Mis dedos y tus dedos. Un extraño baile desnudo con toda la ropa puesta. Una caricia indice. Una manera de colocar las manos... el maestro tenía razón. Tus manos son mis acordes cotidianos.

Re bemol.

14.5.10

Mover el piecito. Mover el puto piecito con el fin de poder olvidar. Llegar a una isla. Que el piecito con su ritmo marque un surco en la arena que sin dudas sea lo que haga triunfar el día de hoy. No veo si es de noche, si es de día. Hay una persiana cerrada delante de mis ojos. Cataratas no me dejan ver y no estoy más que en plena vejez diurna pensando si habrá mañana. ¿Habrá mañana? Abra, mañana. Miro el agua. Busco en pleno mareo ese reflejo que me haga ver, que me haga verme. Si me han robado la puta sombra y el puto piecito ya no se mueve. No hace mover la arena, no hay surco porque no hubo sombra previa en el centímetro previo que la oscurece para ablandarla.
Si hubiera isla en esta arena, si hubiera arena en esta isla. Si hubiera pies al final de mis piernas. Si pudiera romper las cataratas y no pagar ese pasaje a ningún lado. Fin de semana largo, fin de semana y largo. Nunca termina la semana. Una semana de meses de final.

Postmortem.

5.5.10

Me confundí en el vos de vos y tiré de la cuerdita equivocada. Me cayó una bolsa de arena. Y entre observaciones que no sé bien y epistemes del quizás, de la doctrina del jamás, vi flores y acampé en campos suaves de terciopelo.
Me gusta cuando la coherencia es cambiar las cosas. Cuando efecto antecede a causa, y la huella del beso es un anuncio de él. Porque si así fuera, yo te juro, sufriríamos menos.
Ahora veo la lágrima en la comisura de un labio. Creo que es anuncio de que voy a decir algo que corte en mil pedazos algún que otro yo. Y después morir, porque las cosas tienen sentido sólo si el final es inevitable.

Hermes en otoño.
Cartas con ningún destinatario y remitentes confusos. Los amigos ya dicen que le ven a uno la casa al hombro, la vida caracol que le permite andar y suelto por ahí. El miedo a un pasado que ya no es presente, porque sabemos que el pasado aplasta como un perro grande se come a una gatita diminuta y negra.
Te siento respirar en su panza, veo la veterinaria cuestión de amor y me lamento no ser más el animal que daba alegría de a rabos. Te oigo decirme que ya no te llamás como te conozco. Te oigo decirme que ya no sos quien eras. ¿Es que acaso alguna vez somos lo que éramos? ¿Alguna vez somos lo que somos? ¿O a cada momento dejamos de ser un poquito más?
Y en cada instante va desfalleciendo el pecho... se va quedando atrás mi estar. Me voy volviendo lágrima en la noche que no llega a ver nada más que la oscuridad.

Bautismo.

19.4.10

"... Puede ser que haya otro mundo dentro de éste, pero no lo encontraremos recortando su silueta en el tumulto fabuloso de los diez y las vidas, no lo encontraremos ni en la atrofia ni en la hipertrofia. Ese mundo no existe, hay que crearlo como el fénix. Ese mundo existe en éste, pero como el agua existe en el oxígeno y el hidrógeno, o como en las paginas 78, 457, 3, 271, 688, 75 y 456 del diccionario de la Academia Española está lo necesario pare escribir un cierto endecasílabo de Garcilaso. Digamos que el mundo es una figura, hay que leerla. Por leerla entendamos generarla. ¿A quién le importa un diccionario por el diccionario mismo? Si de delicadas alquimias, ósmosis y mezclas de simples surge por fin Beatriz a orillas del río, ¿cómo no sospechar maravilladamente lo que a su vez podría nacer de ella? Que inútil tarea la del hombre, peluquero de sí mismo, repitiendo hasta la náusea el recorte quincenal, tendiendo la misma mesa, rehaciendo la misma cosa, comprando el mismo diario, aplicando los mismos principios a las mismas coyunturas. Puede ser que haya un reino milenario, pero si alguna vez llegamos a él, si somos él, ya no se llamará así. Hasta no quitarle al tiempo su látigo de historia, hasta no acabar con la hinchazón de tantos, seguiremos tomando la belleza por un fin, la paz por un desideratum, siempre de este lado de la puerta donde en realidad no siempre se está mal, donde mucha gente encuentra una vida satisfactoria, perfumes agradables, buenos sueldos, literatura de alta calidad, sonido estereofónico, y por qué entonces inquietarse si probablemente el mundo es finito, la historia se acerca al punto óptimo, la raza humana sale de la edad media pare ingresar en la era cibernética. Tout va tres bien, madame la Marquise, tout va tres bien, tout va tres bien.

Por lo demás hay que ser imbécil, hay que ser poeta, hay que estar en la luna de Valencia para perder mas de cinco minutos con estas nostalgias perfectamente liquidables a corto plazo..."

JC.

Agregar que la experiencia contribuye, nada más, a darse cuenta que la idea de amor se
expande. Que primero podía amar gente, luego conceptos, y más allá aún de eso logré amar lo inexistente. Por eso el recuerdo de vos, que no es recuerdo porque no estuviste. Pero si de generar se trata, generé el recuerdo tuyo de lentes grandes y tardes con madera y naranjas. Y porque la experiencia sólo debería ser eso, y porque el amor se agranda, es que existe la esperanza.

Por eso gracias.

Tout va tres bien.

16.4.10

La bomba humana palpitando con furia piel adentro. La clave de sol, la cadera, su deseo inhumano de arrancarle pedazos de carne con la boca, en el intento desesperado de amar.

Paciencia para el recorrido: La voz, un grito horrible que empuja adentro de los pulmones, apoya sus manos feas contra las costillas y duele, es como si quiera quebrarlas y salir para afuera entre restos de huesos.

Pero la contengo, mando soldados de rasonable sensibilidad a intentar que afloje un poco, que no presione tanto, que sea amable y escuche cuando aquel buen hombre pidió cucharadas de miel en vez de piedras. Y la fe.

En realidad es bastante distinto a lo que se diría: Es Dios el que no cree en mí. Nunca estuve dentro de sus rangos, siempre me escapé por el rabillo de sus ojos, y un día se cansó de tener que ajustar constantemente su campo visual.

Ahí fue cuando pasaron todas aquellas cosas desagradables, cuando el ser humano se volvió hombre y el ángel se cayó del cielo a mendigar miguitas de pan. Hace frío, es casi invierno. El Sol que no sopla y el viento que no calienta.

Hoy es viernes.

14.4.10

¿Si hago fuerza con los ojos podré llegar a estar parado donde me muestra la foto que estoyestuve?

Preguntas.
El pronóstico duele. Las nubes parecen estar para quedarse como en una vieja fotografía blanco y negro. El agua no para de caer y en cada gota pesa el recuerdo sobre la piel. Siento cada gota bajando por el brazo derecho que va dejando una marca casi sangrienta y transparente sobre la dermis. No siento aquel viento que en una tardenoche nos hizo el favor de hacer rosa el cielo para soñar con promesas de buen horizonte porvenir. Promesas en italiano en un camino que es derecho bajo un cielo rosa y un sol que se va poniendo.
Con el sol se van yendo los amores que supe abrazar. Con una cicatriz en el bajo vientre vi irse su riñón, su vesícula y luego vi llegar su final. Sonriente final con almohada de por medio. Sonriente final de suspiro mortal a la hora en la que no todo está despierto. Con el mismo sol se fue su silueta que no me deja dormir, que no me deja en paz. Hoy día, a día menos 6 de renacer, no encuentro las maneras de traducir mis palabras en lo que quiero decir y hacer. No encuentro mis palabras, no encuentro esos amores y no encuentro las razones. Mi vida. No encuentro.
Rumiantes nubes grises que estampan monotonía en un aire seco que no es el de mi ciudad. Mis huesos huelen, mis huesos duelen. Mis huesos. No encuentro. Se me perdieron los huesos entre las nubes, veo mi piel corriendo detrás de una silueta que huye a toda velocidad y a todo llanto. No encuentro.

Esperando el atardecer rosa otra vez.

29.3.10

Ah, bien, señora Turiansky, yo hablaba del gato. Sí, claro, de aquel gato. Entonces miré por la ventana (la del alma, por supuesto) y lo vi, y pensé que así debía ser.
No se asuste. Sí, lo cierto es que me sucede seguido, pero no es nada que yo llame, por ahora, patología. Es que a veces mirar una situación simple, como un punto sencillo en un plano, es suficiente para que deje de serlo (por lo simple, digo). A ver... déjeme explicarlo mejor: imagine que yo pudiese hacer florecer las semillas con el simple hecho de mirarlas (ah, no ponga esa cara, señora Turiansky, no es para tanto). Pues bien: ninguna semilla seguiría siendo tal una vez que las viera yo, pues al instante tendría ante mí una planta. ¿Entiende el problema? ¿Cómo se puede observar lo que ante mí no va a mantenerse fijo, sino que crecerá adquiriendo múltiples complejidades? Para mí, cualquier serpiente es un pulpo.
Ojalá ahora entienda mejor. Ojalá comprenda porqué le hice todo aquel razonamiento y de dónde partió. Ahora lo sabe: del gato. Porque sí, yo creo que no es cierto que se está vivo o muerto. Yo creo que se está vivo y muerto.

Schrödinger.

18.3.10

¿Cómo es que la cabeza cae en la trampera? Un tanguero a tiempo me advirtió de caídas a controlar pero sigue en marcha el hemisferio de los sueños dándole lata al asunto. En la cabeza busco puertas y paredes blancas. Te sueño entre libros de Cuba y parientes, vida mía.

Otra vez te llamo.
Motín de pecho. Alerta de sirenas en Barrio San Martín. Hay un gordo con collar sorpresivo de navaja afilada. ¡Y es gorda la nostalgia! ¡Y es gorda la sensación sensacional de extrañar! Parece que el ser gordo justamente afianza sentir el contrapeso del piso, es decir, nos hace saber donde estamos parados. La tristeza reafirma nuestro ser y estar nos reafirma las tristezas.

Motín a unas cuadras, a cuatro veranos.

12.3.10

En ningún momento de la vida la imaginación caminó por los senderos necesarios para advertir la realidad que llegaría, suave como alguna cosa de Debussi, como alguna seda en manos cálidas, como agua deslizándose en el cristal. Ni colorín ni colado. El cuento se tornó cierto y la creatividad murió una tarde de otoño apuñalada en el banco de plaza vacía.

Pensar, pensar. Cómo más vivir. Cómo poder ser si no hay intercambio de iones para satisfacer las garras de una mente ensangrentada, dura de domar, testaruda y poco dócil. En un parpadeo, un sueño de diez mil noches sin dormir, la suavidad de una caricia indica que se puede parar de ser maquinita lógica que hace cuentas y suda pronósticos de vida. Le susurran amor y devuelve un llanto lastimero de perro viejo.

¿Hasta dónde? ¿Y qué si el amor desemboca en los brazos que han matado y han tirado abajo sueños como si soplaran dientes de león? ¿Qué pasa si el beso sabe a sangre de otro, a vida marchita y caduca que no puede volver? ¿Y si después de matar llega a casa, y si después de destruir se vuelve dócil, y si después de golpear a los más débiles le surge la necesidad del abrazo?

Hay cosas posibles y otras no. No sé. El nombre suena en mis labios y sé que algo cambia. Que el monstruoso rostro de la bestia se torna hacia mí, me mira, y el brillo surge y la mirada se calma y la ternura florece, tan imposible antes, casi como para no creerlo. Pero entre todas las historias de lucha y de amor, de odio y de sangre, el presente tiene poco para añadir a lo que pase. En realidad, el instinto tira como de una cuerda atada al cuello.

Cuando llegues, no hace falta que te anuncies. Vamos a saber quiénes somos. Y si en tus manos hay sangre y si en mi cara hay miedo, en realidad eso no es más que la naturaleza humana: Aún no nos entra del todo en la cabeza esto de que sea imposible crear sin antes haber aprendido a destruir. Tampoco amor sin odio.

Belcebú.

11.3.10

¿De dónde vienen las cosas que mueren, y a dónde van las que nacen? Todas las preguntas son al revés. Con la lengua puedo llegar a tocar el suelo, y los pies rozan estrellas mientras patalean porque no todo es como uno quiere. La sangre se va, la siento correr como un humo rojo y suave, hacia la cabeza. Colgando. El pelo se me mete en los ojos, y yo sigo queriendo saber la verdad. Mi pregunta es si alguien va a poder arreglar lo que está roto. Y si así fuera, si salieras y tu boca fuera una sonrisa y tu piel pálida un destello, de todas formas habría inquietud. Porque en este estado y en esta situación compleja, aún así, comprendo que el arreglo vendría a ser parte sólo de mi más profundo deseo. ¿Y quién soy yo? ¿Quién soy?

Soy cucaracha cruzando avenidas, microbio mirando a lo alto un rascacielos. Mil rascacielos. Soy inquietud de media noche, somnolencia de las tres de la tarde. Soy invertida, patasparaarriba, persona pensante y sintiente que espera y busca encontrar lo que no existe. En la espera desespera, en la acción se cae y monopoliza un enojo de varios ratos. También soy horror de todos los días, maldad de todos los pasados, esperanza que quiere mirar por la ventana un futuro que no tarde.

Pero no importa. Importa aceptar. Callar más y sentir cómo será cuando sea lo que va a venir. Pero no tengo paz, y eso es terrible. Mi deseo es que muriendo nazcas, que acabes de consumar el camino, que te sientas ir como río al mar enorme, que derrames ya no en lágrimas la dicha de la existencia. Y la paz, la que no conozco, que tome contigo el té y te cuente cómo es cuando ya no hay razón para llorar.

Why you so speechless? Ah ah ah...

10.3.10

Pretensiones. Grados de pretensiones, ¿correctas o incorrectas? ¿Qué tanto vive uno el momento actual, el momento que está viendo con sus ojos? Mi pregunta se remite a cada uno de los estímulos que hay en el momento. Y entonces pongo en duda mi ser y mi convivir con el entorno al cual pertenezco duro y permanente. La ilusión de estar despierto pero no sentir la madera de la silla, el viento del ventilador, el plástico de las teclas en contacto con mis dedos. La ilusión de querer vivir el presente sin tener en cuenta que estás respirando. Reflejos que uno deja de lado y da por sentados cuando es evidente que lo absurdo es que eso sea constante y establecido y no un desorden. Aunque realmente sabemos que es un desorden total y evidente. Entonces, ¿qué tanto tiene uno que pretender que aquel perro que ve en el parque corriendo enfrente haga caca junto al árbol?

Aserrín, aserrán.

28.2.10

Un conjunto de palabras que con ritmo surgen como una melodía. Un conjunto de palabras que si fueran imágenes de un ecualizador mental, que sabe traducir en piel y color, te formaría en cada tono y cada letra empeñada en musicalizar el sufrimiento de querer olvidar y no poder. Un riff se traduce en lunares y un lindo verso se cristaliza en la retina de tus ojos. Tus oídos y tu pecho temblando de emoción, el latido de un recuerdo con un tema que cambió la vida y las vidas. Tengo también una carta que nunca te dí por no haberla escrito. Y no la escribí por estar lleno de pretensiones absurdas que siempre arruinaron mi querer. Porque el problema de aprender a volar no es la sensación de estar cerca de las nubes, sino el hecho de saber que los buenos vuelos son con los pies en la tierra -descalzos ellos dos- y con la sensación de flotar andando, de caminar volando.

Quiero volver para ver ese vuelo. Quiero volver para ser ese vuelo, pero a veces no se puede volver como no se puede volar. Los callos en mis pies, las alas en mi estómago, el vuelo en mi pecho. Derrumbes y aludes de sensaciones, confusiones en sueños y ensueños a la carté.

Una palabrita en francés siempre ayuda a musicalizar la poesía.
¡Cómo pega éste parlante en la nuca! Es sonora ruidosidad, es sonora revolución. Tenemos un son, tenemos un don: el de cantar. Pon que tenemos un don. Supon que tenemos un son. Viene cantando y clareando con sus trompetas y tambores. Viene mezclandose en el rumor y el rubor de la ciudad gris y triste del Río de La Plata. Se mete en las venas ya cortadas de mi ciudad, cerquita del Palacio. Se mete en mis piernas y en los huecos que quedan en el empedrado. Suena la fritura del aceite y es como cocinar esto de cantar y andar velando por los demás y los que uno lleva adentro. Como fetos en mi interior, como fantasmas en el interior, como ratones en la heladera.

La lírica deslumbra. Yo pienso a veces que escribo con tinta limón, que escribo invisible en algún pizarrón. Pero al parecer la poesía transparente en las paredes de mi ciudad se lee por todas partes. Es muy fácil caer en la casualidad, buscando algo sobre cualquier otra cosita. Buscamos bailar, buscamos sonar, buscamos vivir hasta dejar el ruido de lado y ser parte del silencio que nos enseñó todo. La lírica es comentada y la lírica es parte mía, de mi sangre y de la de todos. No hay tintas, no hay limones, no hay palabras... lo único que hay que limar es esa catarata de palabras que sale del pecho.

Esto es una crónica.
Fui a visitar a la princesa a su torre de marfil y terciopelo. Extraña princesa ella. Acomodada en un rincón, como si la habitación no la quisiera, como acobardada del tiempo. Extraña su ausencia de vestidos grandes y larga cabellera. En realidad, sólo un ventilador y una pequeña ventana al mundo hacían de tesoro escondido para ella.

Besé su mejilla, tomé su mano, miré sus ojos. Atravesé el portal de la vida, y la muerte pareció ser más amiga que sombra de la que huir. Ella dijo que aprendió y prometió contarme, como quien vuelve de un viaje y trae fotos, y entonces yo logré expresar con un breve silencio mi triste certeza de que no habrá tiempo físico para tales relatos. De la partida ya hablan los vientos, y el corazón empieza a hacer acopio de fuerzas, de donde sea, para el golpe y más allá. Para la aurora de lo que no se conoce.

Figurita repetida.

26.2.10

Una vez en vuelo eterno a cielo abierto vi. Una vez en vuelo eterno al mirar hacia abajo sólo había hueco profundo, oscuridad (Oscuridad que no es más que la traducción geográfica de nostalgia y profundo arraigue al arrabal). Una vez en vuelo eterno, mi felicidad más grande fue gritar 'tierra!' para mis adentros. Tierra querida. Tierra. Una vez en vuelo eterno la tierra era fuego eterno a cielo abierto. Una vez en vuelo eterno en pleno ensueño el grito era evidente: ¡fuego en las Canarias!

Una vez en un sueño eterno, en un vuelo lejano, en un pleno ensueño a cielo abierto, vi mi casa en las Canarias encenderse fuego. Y por una vez más, me dí cuenta que no era ni canario, ni casa, ni fuego, ni mar... sino hueco profundo, oscuridad. Sólo oscuridad era.

Dark Loch Ness.

25.2.10

Se estrelló contra un periódico. Ícaros ya sin sentido que no llegan ni a despegar sus pies del suelo. Dédalos sin sentido que ya no llegan a despegar sus pies del suelo. Soles ya sin sentido que no llegan ni a despegar sus pies del cielo. No comprendo. Asistentes del cambio y la liberación, esclavizados y encorvados caminando en línea recta. Las órdenes y las reglas del juego parecen ser no pisar por fuera de la línea recta: pie delante de pie, cual panqueso. Pero, ¿cuáles son las razones para obedecer las órdenes y las reglas del juego? Acaso no habría que replantearse como jugador, ¿cuál es el juego que estoy jugando? y ¿cómo lo quiero jugar? ¿Dónde está aquel que puso las reglas y los naipes sobre la mesa? ¿Dónde está y donde estuvo ese momento donde se repartieron las injustas cartas que hoy nos dejan jugar hasta lo permitido?

¿Aceptar el límite establecido?

24.2.10

Claridad de cielo abierto y unas ganas de ducharse tremendas. En su sed de ciclista empedernido, las orejas tapadas por música envasada en un archivo de tres caracteres va andando. Su cadetería se va fundiendo y sus piernas se van acortando. Se va haciendo tan corto hasta que queda chiquitito y sudado, entonces el viernes comienza y con sabor a cebada comienza a despegar esas alas hasta que se revienta contra un muro.

Viernes mensajero.

21.2.10

'You learn'. Canciones de éxitos. Hits de distorsión de supermercado. El envase correcto para tambalear la cabeza al ritmo de una canadiense histérica. 'De cómo Alanis Morisette te puede cambiar la noche' se llama este texto que quizás termine inconcluso, impublicable e impúdico. Y entonces me encuentro de repente -literalmente- bajo techos paternos, abrazado por los cuatro padres brazos, con paredes blancas que no buscan más que mantenerse blancas. Las paredes son como sábanas... un poco por la mediocridad del moderno arquitecto que busca baratez y otro poco porque las ganas de dormir son evidentes en la casa. Hay un clima de siesta, hay un barrio afuera con sonido a pajarito y olor a lagartija. Se oyen los pequeños lagartos y sus piecitos en la vereda... se escuchan los bombos a lo lejos. Se huele a lluvia, y a los doce también me gustaba la lluvia y su olor, como Alanis. Me parece que entre tonos disminuidos y lluvia en el patio no hay tanta diferencia. Me parece que llueve pecho adentro.

¡Qué dificil hacer sonar mis gritos que precisan un poco de rocanrol, milonga y murga como si fueran cantos a la vida y a la flor! ¡Qué tortura hablar de colores y de violetas, de flores y montones de pajaritos al sol! ¡Cuántas nomenclatu...!

¡Pum!

20.2.10

La gente cambia como un terciopelo. Depende el viento, el roce, sus tonos y colores. No es como para alarmarse, pues nunca un terciopelo azul apareció rojo de repente, pero no te asustes y un día aquellas finas cerdas aparecen mirando para otro lado.

Esperanza. Un día, acumulada, llené un barril entero y pensé que no podía pedir más. Pero en el terciopelo se me cayó un poco y en la duda otro tanto. Ahora intento no caerme, pendiendo de un hilo, a terminar de ahogarme donde muertos no están pidiendo.

Aprendo que tengo manchas en un historial ya bastante largo como para agregar más cosas. Aprendo que de lo dicho ya no se puede decir más, pues la contradicción terminaría por aplastarme con su peso monstruoso. Sé del mal mucho más de lo que quisiera. Lo cierto es que volé con él años luz experimentando sin miedo de quemarme un dedo.

Olvidé más tarde quién era, y ahora con tristeza anuncio que me creí mucho y me vi poco. Que sonreí pensando, muchas veces, cuánta bondad podía llegar a dar si quería. De lo despótico y lo cruel me separé, me volví sapo de otro pozo y flor de otro jardín, haciendo gesto de asco y condendando con un dedo más utilizado que el corazón.

Si vamos a hablar, hablemos de verdad. Ya no tengo miedo de las heridas de otros, ni escondo más mi espada. En qué momento sanarán, no sé. En qué momento encontraré la paz que no se preocupa de antiguas caminatas, tampoco. Pero tengo ganas y aún resta esperanza. No puedo devolver lo que tomé y no puedo secar los ríos de lágrimas. Pero puedo desviarlos con piedras que, quizás, los lleven a un curso más feliz.

Me paro a pensar un rato. Presiento que toda la vida fue igual. Si lloro no sirve y si río molesta. Para los corazones tengo un regalo, para las almas una compañía, para las piernas cansadas un grito de aliento, luchando para no declararse vencido, que llega y remonta soñando hacer caer de estas manos las armas y de esas las heridas.

Nageśwara.

19.2.10

Me pregunto si en el fondo de esta casa, en sus cimientos de ladrillo a la vista, al escuchar una armónica armónica se irían a bajo las paredes hasta el piso de la emoción rotunda de un folclore bien pasional y tocado. Me pregunto si mis paredes no se habrán caído hace rato.

Es plash.

16.2.10

Baba. Saliva caliente. Agua hirviendo. La pava que me mira y en su mirar está el recuerdo de muchos mates y muchas aguas hirviendo. La pava que vino de tu mano y tu mano que se va volando. Tu mano que deja regalos en mi pecho y va dejando un nido que ya no sirve, que ya se aleja, que hace agua. El nido hace agua y el agua se va colando por los recovecos de mi pecho. El derrumbe es real y el piso tiembla. La cueca suena en el parlante y las flores no me alcanzan para olvidar. Tu mano riega recuerdos y mi sol sigue sin salir. Mis flores siguen sin florecer, ¿y acaso hay alguna estación que quiera oír mi canto?
Veo una y otra vez la estela y la sombra de un tren que se va y se va. Veo una y otra vez que una película del siglo pasado me pasa por el cerebro y no puedo impedirlo. Veo todo desde la impotente, impaciente e inactiva situación de saber que todo fue pasado y que todo ya pasó. Veo todo ya mismo, en presente, pero ya se va.

Cueca de la pava, la mano y el agua.

14.2.10

El silencio me sirve para muchas cosas. Resto lo que sumé antes, desato los nudos en el tiempo, voy, vengo, y siempre estoy acá sentada en el sillón. Me acero a una cama donde hay una persona, me acuesto a su lado, siento la textura de su pelo, la temperatura de su frente, su respiración tosca y retenida. Le digo que no tiene porqué estar sola, que siempre hay manos y siempre hay almas, que las penas son pasajeras y los dolores medidores de la fe en la fuerza de cada uno. No sé qué contesta. Mis manos son violetas y su voz un aullido lento y pálido en la tarde que cede con bandera blanca ante una noche de vientitos y cantos para recordar. Si le pido que se quede conmigo soy lo peor alguna vez visto. Pero le pido, porque las palabras rompen las barreras de mis labios y se escapan. Una vez más, sólo susurra y yo no entiendo. Pero estoy, y si lloro ella escucha caer las gotas contra la almohada. Es lo bueno del silencio, le digo. Yo estoy contigo. A pesar del sillón.


Amor.

8.2.10

Un día caí en mis propios brazos para descansar, después de la búsqueda y el viaje y la desesperación. Me acomodé en la falda que me sostenía, apoyé la cabeza en este hombro y dormí hasta que el alba dijese que ya se podía respirar sin intoxicarse.

En mis sueños comprendí algunas cosas. Le di imágenes a los porqués que bombardeaban mis párpados queriendo abrirlos. Hubo alguien, no sé quién (nunca sé quién) que me habló de cárceles y de épocas donde no podíamos tocarnos. Algo en mí, quizás una brisa se anunciación allá en lo lejano de mis fibras nerviosas, recordó cómo había extrañado el tacto de la piel ajena, el intercambio suave y delicado de una caricia. Hablé de un hijo, de una mujer y miles de cartas. Y me trasladé, como volando sin volar, hacia los días que corren y cómo nada se pierde. Transformado está.

Para la paz quizás ya no me queden esperanzas. Quizás ya haya caído en la cuenta de que las bombas no venían desde afuera. Aunque el viento me recuerde que tengo piel, y la brisa del atardecer recorra mis conductos lacrimales y se vuelva lágrima tibia, en el fondo más de una idea empieza a congelarse. Alargo los dedos queriendo sostenerme en este precipicio un poco más, esperando a que lleguen volando y me rescaten. Porque es tan fácil caer... cerrar los ojos, aceptar los nueve con ocho puntos de gravedad, con certeza científica aceptarla, tomarla, hacer la cuenta lúcida y hasta quizás saber, si se conoce la masa del cuerpo en cuestión, en qué momento exacto llegaré al suelo. Pero no quiero más caer con facilidad. Tampoco escalar a un cielo que se aleja como si un titán lo soplara desde abajo. Estoy en mis propios brazos y eso ya es un buen comienzo. El problema es la parte del sueño. El alba me prometió anunciarse junto a la seguridad de poder respirar aire limpio. Pero aún no se oye nada, la oscuridad es profunda y el sueño muy largo. Siguen los recuerdos, las imágenes y las respuestas, como si fuera una obra de teatro. ¿Cuándo amanece? ¿Cuándo el Sol? ¿Cuándo el cielo limpio? ¿Cuándo la luz? Recuerdo un tacto, el último tacto. La única vez en la vida.


Spandau.

6.2.10

Busco la etiqueta que tiene escrito el destinatario, la dirección, el código postal y que sea la versión que tiene pegote, para que todavía sea más inmediato. Busco entre cajones, busco en las partes más visibles y menos visibles del desordenado escritorio que tiene cuadernos Gloria, hojas Rivadavia y libros de Cortázar, Lecoq y Handke.

Busco y no encuentro la manera.

31.1.10

I - En la rueda gigante agitándose sobre mí, la cosa azul que se movía tan rápido, agarrándome y elevándome del borde del suelo. Ahí estaba cuando me cayó una carta en la cabeza y la vergüenza a los pies. Las agarré y esperé a que todo terminara. Mientras, ellos se movían sin parar; me habían tirado una cuerda al pecho y tiraban de ella para lograr que mi corazón dejara de gemir con cada diástole. Cansado, inseguro.
Cuando todo cesó, con la cuerda colgando y la vergüenza a un lado, abrí la carta y me sumergí en su interior. Palpé la pálida superficie de sus hojas, pude notar el entramado de todas sus fibras de celulosa. Y metí en las palabras, en la tinta negra y tóxica, exprimiendo de cada una de ellas el significado más profundo.
Imagino, aunque quizás no sea más que un intento de no creer que perdí la cordura hace tiempo, que todos hemos buscado más allá. Que de ocho letras juntas hemos querido descifrar lo que estaba ahí sólo para nosotros. Porque si no está, si entre letras un mago de la tinta no dejó un mensaje personal, somos simplemente uno más. Y a nadie le gusta no poder usar su ego de paraguas.

II- ¿Por qué creés que vas a llorar cuando me mirás? ¿Por qué te eriza la piel cuando cerrás los ojos y recordás las alas verdes y la inmensa sensación de poder? La vergüenza la tiraste al suelo, acordate. Ya no tenés miedo de ser. ¿Entonces? Mirame bien a los ojos y reconocé el espejo. Sentite, mirate crecer como una luz dentro de lo que encuentres cuando me mires. Y mis ojos, toda mi cara de hombre triste, mi cara de pequeño ser que no olvida la antigua grandeza, todo eso, debería darte qué pensar. Porque las muertes son como pasadas de página en una única historia más grandes. Y para hilvanar, para poder seguir contándola, necesitamos tener presente lo que pasó antes. Entonces, cuando me mires no escondas más que ya nos conocemos. Que estamos separados por dos años de planes y descansos para sanar. Te tiré la carta y te di en la cabeza. Esperaste a que cesara la rueda de luz, y una vez que te dejaron, con la cuerda colgando, leíste y buscaste encontrar el mensaje. Y estaba ahí: Decía bienvenida.

Messerschmitt.


Húmeda Buenos Aires, antes ciclotímica, te quiero cantar que, aunque ‘el hombre de bigotes sucios piense todo el tiempo que no puedo amarte así’: te amo. Húmeda Buenos Aires sos juntadora de puchos en el suelo. Es que no somos acaso más que filtros usados andando sobre tu regazo de adoquín y empedrado. No somos más que filtros usados de un Parissien que nunca fue francés. Querida Buenos Aires, nuestra mente ya artificiada determina que la única salvación a tu calentamiento intestinal es una pileta de plástico, repleta de agua fresca y renovación. Un mar pequeño, con unas velas flotando. Una celebración casi pagana a punto de que sea Carnaval. Ciclotímica Buenos Aires, hoy la salvación es una pelopincho.

La salvación es una pelopincho.

30.1.10

Primero pareció que la luna se había caído al suelo. Había adoquines por doquier, y una bola blanca en el medio. Corrieron. La señora se tapó la boca. Alguien dijo esperen, no es el suelo. Y entonces miraron hacia abajo, que se convirtió en arriba cuando alguien dio vuelta el mundo con manos en guantes blancos.

Un Atlas para la noche, que es poderosa y extrañamente fría. Titán que sostenga a los caídos, esos mendigos de pan y agua que se cansan de estar de cabeza. Y las voces. Todas las voces del coro lejano.

Vientito de febrero. Sudor de verano. Frío calmo, perezoso, hablando de desastres y cuestiones de la ética y el amor: lo que jamás le haría a alguien. Y después hacerlo, porque lo cierto es que más allá de la piel, allá lejos donde lata una conciencia, es mil veces más correcto hacer las cosas mal.

Por eso había dado vuelta el mundo: porque me pareció que si todos gritaban se ahogaría un poco el bullicio acá adentro.


The fallen one.

24.1.10

Darse la cabeza contra el piso, sentir la dura superficie deshilvanar ambos párpados. Meterse en la oscuridad profunda de la caída libre, del sin fondo, del no retorno. Desperdiciarlo todo, sacar de adentro un bicho y rogarle que lo coma a uno; lento, doloroso. Con las rodillas raspadas y las palmas de las manos destrozadas, saludar al fin. La pose, la gracia, lo delicadamente artístico. Para todos ustedes, mi sangre. No hay que comprar, es de regalo.

Besos que vuelan. El público no se anima a aplaudir. Animal. Eso piensan. Que sos animal, primitiva, instinto puro.
La cara es retazos. El pelo es nido de pájaros. La antigua muñeca de porcelana suda entrañas. Pedacito por pedacito, se desarma. Se vuelve líquido rojo y se funde con el suelo. Sólo queda el eco de unos gritos, recordatorio de que sí duele.

Mucho.

21.1.10

Descalzo, el asfalto pica. Lo sé por planta propia. La ojota no es compatible pero sí el empeine es enrrojecible. Eludir una vez, ahora eludir dos el lujo. El crío que se muere por patear en primera, corre y cuando se va lejos quiere demostrar su pegada. Un segundo que se vuelve cargada o siempre conmoción. Callejón lugar diferente.

Bulevar.

20.1.10

- ¡La gente tiene que saber quiénes somos! - me grita desde la otra acera de la avenida - ¡Tiene que saber, porque si no saben son más tristes!

Y se va caminando.

En eso andaba cuando me pregunté cómo es esto de caminar y de esperar. De soñar un poco más cuando la conciencia ataca y simplemente querés volver a ahogarte.
Un recuerdo rectangular en mi agenda. Unas palabras que hablan de planes y cosas por hacer. Un poco más de sal en el mar, algún grano de arena que se me escapa en el conteo. Y mirar, como si nunca los ojos hubiesen provisto de imágenes a esta historia.
Me voy alejando. Tocan la puerta en algún sitio. La misma señora, que presumo es inmortal, junta puchos y nunca dice nada. La guerra es interna, me recuerdo. No existe idealista, no existe pensador ni hermoso joven revolucionario, si no se da cuenta que no hay mundo más injusto ni historia más sangrienta que la que se lleva a cabo del lado interno de la piel de cada uno. Nadie podrá jamás cambiar el mundo, nadie va a sacar a la señora de la calle y a lo niños de sus pesadillas callejeras, si no da una mano hacia adentro, una revolución de formas y pensares y estructuras que caen. Como volar en el agua o nadar en el cielo.

2, desarma.

19.1.10

Sábado. Día de fraudes por ser día previo al descanso más eterno. Dominical nube de tormenta. Lesión de tecla a piano abierto. Lesión de muñeca a grado eterno. Visión de ilusión en pleno terreno del vacío. Vientos huracanados. Puzka. Soplando, ahuyentamos los huracanes. Murgas que sonríen aunque sonrisas son risas de sales. Arena en la cara, estéticas de pollera sin ton ni son, ni supon que el alma deba volver a utilizar los códigos del ayer. Hay nomás, en el fondo del fondo, un ayer de códigos y palabras. Repeticiones... ¡no te mueras en repeticiones! Luna y claridad. Tinta negra y lapicera sin andar.

Fogón dos.
Morir de lejos. Profetas sin la tierra. Embadurnados de razón y de palabras complejas a la escritura y al habla. Profesas sin razón en cañaverales que silban melodías de la naturalidad y la pereza natural. Melodía de caña y lejanía de hogar. Muere otro profeta en su tierra, de pijama y olor a caña. Muere otra farsa de piel en el cerebro de recuerdos de algún otro domicilio. Mudanza de cosquillas en pelos de perro.

¿Qué pasa con los belgas y los croatas?
Acordes que exclaman ¡qué lindas que son las nenas! y gent que pide una justa actualización de la leche, los tangos y el amor. Profundamente hay un pensar: los tangos así ya no pueden seguir más. Las razones son transparentes y se estima una recomposición. Se necesitan victorias con 'v' y cerrar menos los ojos al cantar. A menos si, que tu tango sea de tu edad, sino es como un rodado 16 para alguien de 43. Chan, chan.

Cucha tanguero, cucha.
Los pelos dividen capítulos. Los contratos dividen personas. Los vientos hacen volar los pelos. Los interiores sorprenden con sus apariciones. Pena de pelusa de frazada, sueño equivocado (de otro motor). Visiones de otros pasos que de la lluvia van al sol.

María.
¿En qué consiste el alambre en el pecho? No se trata de pubicidad, sino más bien de publicidad y no se trata de publicidad, sino de reformas y expropiaciones. Los alambres no limitan, no estructuran. Porque llueve en todos lados y todos los alambres, entonces pecho adentro todo crece igual. Riego de pecho. Esto es más como una donación total de bienes para quedar bien similar. Camino de cama, techo de cielo. Irse a la bosta.

Bosta posta.
Un perro, un piano y un piano son tres cosas muy completamente bastante distintas.

Diferencias.
Tras la puerta hay un cantor, tras el viento hay una rima muy estúpida y una risa contratada para cantar en un crucero en altamar. En transformación, marrón y azul, ya no tiene golondrina ni gorrión. En transformación, veo tu viento que ya no tiene acordeón. Nadie puso tercera en el barco. Y no es cuestión de velocidad, sino es cuestión de verte entre los árboles aparecer.

Buqueb.
No lloro mariposas porque mi llanto no puede volar.
No lamento flores porque ando comiendo ajena carne.
No suspiro crecimientos porque voy amaneciendo al revés.
No ladro ni pego aullidos por falta de pelo.
No vuelo para no verme despegar, da vértigo ser el globo y volar.

Uf.
Las carátulas dividen temáticas. Las temáticas en el fondo son todas una y misma. Las tentaciones se van con el cauce de un río que se aleja. Los horizontes se transforman y los horarios quieren sombra y porvenir. Relatos de mar, naufragios de alegría. Dolor de mano y alguien pide un sol. Tus ojos de niño cuarentón explican el fanatismo de tu querer. Tu levantar de mano es sincero y con pañal. ¿Cuánto compañero suelto rondando entre playas y caminos sin asfaltar? ¿cuánto enemigo inocente que se va contra un paredón construído de mezcla y aceptación social? Tiroteos y fusiles de ira reprimida. Quizás, quizás, comprarse un burro les venga bien... ¡a todos!

Todos.
Veo tus siluetas de gigante nuevamente invitándome adelante. Cielo gris y bienvenida a la ciudad de la furia. Dormir en el piso no es dormir, dormir en el barco no es dormir. Dormirse muerto no es morir. Me hablaron de vida, de vida pasada, de vida futura, de mucha vida, aceptación e iluminación. Me hablaron de a muchos de la vida, creer o reventar. Yo me siento 99% y en otro código voy haciendo las mismas revoluciones, quizás en una senda en paralelo que en el fondo es el mismo trasfondo.

Fondos.
Si cada siete años las células cambian enteras, voy dos años de cambio de piel total. La alegría de aquel cuadrado de luz en la noche porteña se transmite en mi lucidez insómnica y en mi complicación poética. Me acordé. En el fondo me acordé de quién era. Me encontré entre el cementerio y el zoológico de Buceo, andando de a pie. Pie con pie sobre el agua. Milagro en Rivera. Los consejos de mi madre y la risa de tu voz. Sonría, niña de mis primaveras. Flores en el sol y el sombrero. Hay fe si te encuentro, hay vida en altamar.

Espera.