27.7.08

Bo, ta. Pidió el tipo. Y se secó con una mano los restos de algo en los labios. Carajo, che. Había estado mucho tiempo entre dos botellas o entre dos piernas que ya ni se acordaba entre cual de las dos. Estoy cansado de adormecerme, tengo gusto a jugo gástrico subiéndome por el esófago. En una esquina tan montevideana que da asco escupe un gargajo con ruido y se aleja del portal. Recuerda todo aquello que es posible traer a la memoria solo con una puerta y dos postigones de madera (cerrados... uf, otra vez). El olor a humedad, las dos piernas y las dos botellas, el juego predecible y la hebilla del cinturón desoprimiéndole el ombligo. Ni ta, ni chau, ni basta. Todo. Y esa locura. Carajo, que no se puede estar así de continuo. Un día empezó a odiar que le desprendan la camisa, que le descubran la espalda blanca, las manos negras, que le toquen un hombro y le pasen una botella o una pierna (¿cuál sería?).Ta. No no puede esperar la llegada del mediodía un domingo con media lengua fuera de la boca. La pera mojada de saliva, el pecho húmedo y los ojos entrecerrados mirando las pequeñas líneas de luz que se filtran por la persiana. Al lado, dos piernas o dos botellas.

Ahora camina por la vereda y todo es bastante irreal. Acaba de volver al escenario típico de un mediodía de domingo en esta ciudad. La pucha. Qué cambio. De la euforia a este cuadro de arbolitos, casas congeladas y soledades solamente apaleadas con pelotas de fútbol y dos muchachos. Uf... así, otra vez. Preferiría haber estado entre dos botellas, o dos piernas, y aunque luego no recordara cuál de las dos había sido. No importaba ya. Se prendió un pucho y decidió unírsele al mundo de esta forma tan particular. Se dejó agarrar por las fuertes manos de la pachamama y terminó tirando un azuelo y plomada, sentado en una silla plegable, en la escollera Sarandí.


Aquellasfilasinfinitas.

26.7.08

Con la polera blanca de Andy Kaufman su cuerpo pica en la habitación con pasos torpes que hacen sonar la madera como tambores en Montevideo. Baja dos escalones y comienza una travesía fantástica, una exploración que ninguno de los presentes hizo. Otra percepción se ve desde sus ojos que ven poco, como los de Tommy. La magia de poder desdoblarse en plena realidad y adentrarse en una selva amazónica en medio de Marte para buscar un nuevo mejor horizonte. Esquivar y gambetear percheros y sillas de madera con la misma facilidad que un Polaco chueco baila en el Bajo Belgrano. Agacharse, saltar, esquivar, hacerse bolita y flaquito para pasar. Esas motricidades de película que nadie percibe porque están demasiado ocupados con su look, sus tarjetas, sus aspectos, sus novios y el 'qué dirán' de los vecinos. Los cuerpos son cuerpos y los humanos son humanos.
Con la polera blanca de Andy, con la locura de algunos pocos y con la sabiduría de poder estar ajeno a todo da 7 u 8 vueltas entre pleno festejo y la escena parece de Navidad. ¿Alguna vez viste las caras de los chicos? Están tan excitados. Yo creo en el amor, pero ¿cómo los hombres que nunca vieron la luz pueden ser tan iluminados? Él no sabe quien es Jesús y qué es rezar.
Mirame, tocame, curame. Reíte en pleno lío y escuchá solo lo que querés escuchar. Go to the mirror boy.

El Tomás porteño.
La voz del flaco rebota en los rincones del cuarto, en las paredes y en los techos. El piso de madera absorbe y repercute los pasos de alguien que jamás pisó éste escenario. Es una casa vieja y las hojas del otoño bailan fuera en remolinos invisibles. Las bolsas de supermercado son recicladas en la memoria de una película que mucho no entendió.
El flaco rebota en reversa. Un programa genera que su voz suene al revés, como la lluvia inglesa que una vez fue simple -también lado b de un escritor de novelas de bolsillo-. En reversa confiesa entre disculpas, toses y llantos de bebé que el florecimiento en los gritos, el ahogarse en la música y el homenaje al más claro de los seres de este siglo son reales. Enumera ideas sobre el arte y la vida, la música, la poesía y el arte real. Se asincera y comenta que ya quedan pocos silencios y pocos cuerpos sensuales. Esperando una respuesta silenciosa y rogando por la luz en la libre expresión. La voz en reversa es aplaudida por manos que ejercen la presión al principio del aplauso y que terminan con más distancia que nunca. Palc, palc, palc, suenan los aplausos.
Hoy suena de vuelta la voz del flaco, rebota en otros rincones entre colchones azules y ventanas de mentira. ¿Alguien lo comprenderá ésta vez?

No estoy atado a ningún sueño ya.
Como en los viejos tiempos, sueño con ser un rayo que anuncie una lluvia de nostalgia y melancolía urbana. Un trueno que incendie con sonido los arrabales de mi ciudad con quejas que se escuchan desde lo más profundo de mis entrañas. Mi bilis enfadado y mi sangre a punto caramelo para cocinar fracasos.
Los latidos aumentan y enseñan dimensiones de cielos que no existieron. Mis vibraciones del alma se sienten sonreir ante tal naufragio. El fracaso eterno es la mayor ambición de tanta poca gente con sangre hirviendo. Dentro, muy dentro nuestro, el fracaso eterno y la mediocridad de una vida rutinaria bien saboreada es el norte que mueve los hilos de nuestras almas como títeres al viento, como telas flotando en el porvenir.

Falta de ejercicio. Asma.
Todavía no tuve tiempo de pensar si quiero girar a favor o en contra, ni de qué ni cuándo ni bajo qué consignas. Uf... me sobran ganas y el tiempo no me deja implementar las ideas.
Salí corriendo hace un rato. Que cosa peligrosa los instintos. Al rato desperté, estaba la ropa tirada a un lado y sentí que me habían vuelto a conectar a dosveinte. Salimos de la fase inconsciente del hacer y experimentar, esa actividad que, dicen, implica dos procesos simultáneos. Cuenta Juan, un amigo de todo aquel que pretenda desarrollar en los demás sus propios deseos de superación, que hablamos de un aspecto activo y otro pasivo. Dice Juan que el activo implica la acción de hacer algo, y que el pasivo es un proceso de sufrimiento. Qué palabra tan gigante. Sufrimiento es padecer. Padecer las consecuencias del acto y adquirir la experiencia.
Así que, cuando desperté, la ropa estaba a un lado y pareció que volvía el mundo después de haber estado un rato en mute. ¿Qué hice? ¿Porqué me comporté así, tomando cada segundo como si fuera el último del tiempo? Ah... pero no se puede negar el placer que produce la baja concentración de pensamiento. La reflexión suele ser, a veces, una herramienta de martirio interno. Al menos si somos como soy yo, que de todo sacaría una conclusión y para las culpas y los malos recuerdos tengo almacenamiento extra por las dudas.
Entonces... que alivio estar así. Sentirse tomado por fuerzas irreconocibles que del pelo y las manos te van tirando hasta entrarte entero en su cueva. Una vez allí, es como llover fuegos de artificio mientras las masas de los cuerpos se mueven y la historia se escribe sin que te des cuenta. Solamente después, al despertar quizás con el ruido de un auto, alguien te cuenta lo que sucedió, aquello que hiciste sin saber que estabas haciéndolo.
Cómo pude, será una pregunta recurrente. Y la verdad es que no importa cómo. La verdad es, también, que así tampoco estamos resolviendo el eterno dilema de ir en contra de qué y a favor de quienes, cómo, cuándo y porqué. Pero son cosas que nunca van a pasar. Nade lleva engrampadora a la clase y eso ya lo sabés. Como tantas otras cosas, como el horizonte que por más que corras y te arrastres ensuciándote el pantalón, nunca van a tocar tus manos.
Dijo otro sabio, uno de esos que impregnan marcas en el alma, que hay cosas situadas como en el horizonte con la única finalidad de hacernos avanzar. Y en eso estamos.

Le laboratoire des hallucinations.

Por basta favor. Favor basta por. Favor por basta. Basta favor por. Basta por favor. Por favor basta.

7.7.08

Ya pasó todo. La nube de dibujito animado, eso de que uno no sabe bien con quien arreglárselas y todo lo demás. Descubrimos que está bien así. Que igual hay aire e igual hay palabras para incluir a la sopa de letras del alma. Pensé mil veces en eso escuchando una canción que creí que después de tanto tiempo ya no causaba nada. Error. Me acordé de lo importante que es que se despeje y eso de que esté el sol. Fue una suerte. De otra forma no hubiera sentido mis pies doler y los pelos desordenarse violentamente en un mar de gente que llevaba y traía movimientos, voces, manos alzadas y humedades como de otro planeta. Ah, que vulgar y sin embargo tan importante. Tanta fuerza, tan distinto. Lo mejor es saber que no hay más lugar para la astilla metida en el pulgar. Fue un instante de dolor y desconcierto. De que nada es lo que parece. Ahora todo es distinto. Queda una huella pequeña de las que se olvidan. Hay un dolor de cansancio a nivel de las costillas, porque ninguna euforia es gratis. Y las horas anuncian un abrazo esperado, tiempo de acortar distancias y aceptar la invitación a vivir la nueva vida. Ojalá haya dientes suficientes para ilustrar tanta sonrisa.


Por nada gracias.

3.7.08


Un viaje de nostalgia y de recuerdo.
De esos que arrancan con letra prolija y terminan sin carpeta al final de un cajón. Una travesía de tinta y papel arrancando en un febrero. Recordando un amor de letra verde, un puño con hambra, tinta alemana y envase chino.
Empieza una cantata que empezó en una cuna, creció en una esquina y termina lanzándose a un charco de vida y amor.
Hace algunos Febreros... mi respuesta a tu pregunta manuscrita sin signo de interrogación.