10.9.09

No existe la casualidad, sólo existen los sucesos. Depende qué color elijas en un paleta de pintor, la tonalidad que tomen. Porque lo sucesos se parecen mucho a una imagen para colorear. Uno de esos mandala, universos creados, en blanco y negro, para pintar adentro.

Casualidad es cuando preferís creer, pintar, que las puntas de una línea de arbitrariedad se tocaron por un segundo, formando un círculo perfecto.
Causalidad es cuando aceptás que en algún momento, lo recuerdes o no, ahora o antes de nacer la memoria, tus intenciones manifiestas resultaron en hacer que esas dos puntas se toquen, dejando de ser azarosas y pasando a hacer el dibujo mismo de la causa y efecto.

Así, de verdad, es como se vuelve perfecto al camino recorrido. Tenías razón, y ahora comprendí. El destino sigue siendo el mismo, destino Instrucciones, sólo que yo ya gané acceso permanente. Se convirtió en mi casa, mi escuela, el lugar donde me esperan. Entro vacía y me voy con cargas pesadísimas, que son ovillos infinitos de lana que procedo a desenredar lentamente. Cuando desato el último nudo, y con ellos comprendo, es la felicidad el único sentimiento posible.

Nada es igual. Nunca va a volver a serlo. Una vez que cruzás, cuando te rendís ante lo nuevo como hombre de guerra cansado de luchar contra sí mismo, el cambio es tan radical, tan notorio, que ni siquiera recordás quién eras antes.
Antes yo tenía fantasmas recorriéndome la cara. Antes no sabía qué hacer, para qué y cómo.
Ahora tengo dos cosas: Luz y misión.

Kuntur: el vuelo del cóndor.