1.3.08

Si hasta el...

No, quizás no es la manera más lógica de tramar un monólogo escrito sobre fondo negro. Sobre todo porque el fondo oscurece lo que uno intenta aclarar, ¿o será que confundimos los valores y las palabras? Quizás no haya que aclarar, que en más de una canción alguien armoniza que no aclaren que oscurece. Quizás el alienado sea el otro, quizás la lógica es ilógica y la realidad una basura. Una bolsa de basura. Pero no hay nada nuevo bajo el sol y siguen bailando los mismos delirados, confundiendo las palabras los mismos intelectuales que no quieren que los llamen así. Los poetas siguen llorando la tierra, la vereda, el empedrado, después el asfalto y cuando ya se vuele en el futuro van a llorar los pies que entre felpa, plástico y pelpa andaban.
Se está levantando la humedad de la llovizna de recién, el platillo golpeado por el leve palillo y una cadencia de jazz genera más humedad en los ojos que en las terrazas plateadas. La brea se confunde en las techos con el malestar de mi mirar.

Si hasta el colectivo quiere rajar...

Me lo corregiría cualquier maestra de Lengua o Literatura. La Pacot, la García y hasta Beatriz Burgos me diría que hay algo equivocado en esa frase. Va más allá de la gramática, de la ética, de la libertad o la poética.
Las palabras tienen cargas, como un celular, pero generan mucho menos en este habitat artificial. El que no sabe como cargarlos llora de soledad, el que no sabe como escribir rápido pierde tiempo y el que no corre queda atrás. No hay competencia en realidad, en la realidad que está más adentro, abajo de los techos con brea.
Podemos decir que hay dos problemas, o tres según quien lo vea. Aunque en realidad quizás haya un montón más de los que puedo querer escribir. Infinitos problemas en una frase de seis palabras infinias.
El primero es la carga de las palabras, las cuales son como un prisma que genera miles de colores en más de miles de diferentes direcciones. Para acá y para allá, como flechas en mi murga. Cualquier cosa puede uno leer, cualquier cosa puede uno sentir. Cualquier cosa no da igual. Porque estamos inmersos en un mar de confusión (otra metáfora más que viene y que va, que oscurece y aclara como el sol, la noche y el río). La confusión genera que genere confusión cada cosa que en el aire flota, cada cosa que se mueve. Entonces no es igual, no da igual que cuando uno quiera mostrarle una foto de Polaroid a un colega el otro vuele en espejitos de colores. No son espejitos de colores lo que hoy vine a mostrar, sino una carta de renuncia y una carta de presentación. ¿Las dos a la vez cuando el sentido es solo uno? El mar de confusión me reclama desde lo más hondo. Este mar tiene un tesoro que su capacidad de ser como un prisma, que genera miles de colores en más de miles de diferentes direcciones. Y en el fondo esa capacidad es tan real como cada una de las cosas que uno puede leer bien en el fondo de su propio mar interno.
El segundo problema es quizás ideológico. Porque no es que el tipo este la pase bien sentado ahí donde está. Las jornadas ya no son de 8 horas, fue como una parábola este siglo XX que nos hizo pretender que venía bajando en progreso y ahora hacia el 1900 está volviendo a virar, como un barco sin timón. Las jornadas ya son de días enteros, donde se les duerme el culo a los caballeros y el cerebro entre tantas horas de ver empañados su vidrio con las gotitas de la llovizna de recién. Más tristeza que sale desde la alcantarilla para golpear en sus espejos negros para no encandilarse con tanto hoy en día que hay hoy en día. Uno le pide "uno" o le pide "noventa". Uno le pide "quince" o le pide "veintitrés". El destino es el mismo y es infernal. ¿O estaremos de vuelta confundiendo los valores y las palabras? Por ahí si fuera infernal el destino disfrutaríamos del calor humano. Entonces es esta persona, esta vida que se disfrazó con pelo largo, con camisa celeste y lentes para no ver, es una persona y por eso tanto como el poeta, la Pacot, la García, Beatriz Burgos y mi murga merece escapar. Pero no entramos todos en el SDF-1, yo lo vi cuando era chico. Algunos entraban por estrellas y otros entraban por milicias. Las estrellas de pelo azul cantaban bien y afinaban sobre estar enamorado, las milicas sólo querían matar. Quizás entonces antes de subir a esta nueva arca de noe lo mejor sea perecer y gritar que valió la pena lo que pasó, que uno quedó limpio intentando limpiar con todas sus ganas. Porque yo estoy escribiendo con mis manos, pero al lado mío hay un otro Luisalberto que tiene una escoba y barre lo que la lluvia ensució de mi terraza, corriendo la brea seca.
Y el tercer problema quizás haya que descubrirlo. La informalidad a la hora de escribir, el insulto y la desprolijidad, decir culo, que no sea graciosa mi ironía, que no sea amoroso mi abrazo, que no sea cautivante mi relato, que no tenga relato mi relato, que no haya un cuento entre estas letras, que la moraleja más profunda sea de otra canción. La anestesia de escribir con una escoba, la irrealidad de subirse y ya no pedir mas "ochenta". Que ya no tenga que pedir más tristes ochentas, que ya a las falsas lunas se le vean los hilitos, pero me sigan dando nostalgia igual. Y sonreír cuando uno tiene ganas de llorar y escribir cuando uno tiene ganas de morir. Y morir cuando uno tiene ganas de vivir. Y confundir cuando las palabras son para uno la flor y para el otro la mentira, cuando uno canta truco y el otro está jugando al black jack. El subterráneo del día a día, el metro que mide el acelere urbano y la tijera que corten estas ganas de querer crecer para poder disfrazarme y ponerme un buen traje, una buena corbata, peinarme para el costado -o para arriba porque ya estamos en otro milenio- y sonreir por mis Rocas que voy a cobrar a fin de mes para comprarme una pantalla chota-chata, un yo puedo en inglés alatinado o una línea blanca que me lleve por las calles a mandibulear. O por ahí comprar comida para mi Golden Retriever, nafta para mi negocio lunfardo. Que no se compra nada. Que no se vende nada. Acá sólo hay humedad que va subiendo para volver a ser lluvia. Y como un Bariloche al revés hoy rogamos muchísimos que se corte la cinta de esta película, no para morir, sino para poder empezar a vivir algo que nadie haya guionado.

A quién corresponda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

che, bueno, hola. mi nombre es antonella y no tengo mayúscula en este momento en mi teclado. por lo menos, no tengo en el lugar donde estuvo siempre. si se puede crear de otra forma, disculpen mi ignorancia.
yo nomas pasaba por acá mientras como flan con crema (disculpas luisa, sé que te parece una aberración) a comentar que este sitio me encanta y que este texto es de los mejores que leí por acá. no me animo a decir el mejor porque no tengo clara memoria de tooodos los textos y no quiero dejar ninguna joya afuera, pero al menos seria premio compartido con algún otro. es loco y raro, cambiante y... no se, simplemente me gusta!
así que bueno, ahora tengo que dejar el platito del flan en la cocina o servirme mas, todavía no estoy segura cual de las dos. pero si quisiera despedirme deseando que luis alberto tenga una vida muy larga, porque la verdad que es un placer leer todas estas maravillas de la locura humana.
sepan disculpar la desprolijidad de la la no-mayus y nos vemos en la vuelta.