7.7.10

Algo tienen estos años. Tienen algo clavado. Una aguja en un pajar, una pera pelada en la arena. Un cigarro prendido en el fondo de un cenicero. Humo enredándose en el aire para dejar de pensar en aquella noche y pensar en esta noche que sigue siendo una sóla palabra: tango. Cesan las invitaciones y las cartas dejaron de llegar a la dirección que alguna vez fue la mía. Van sucumbiendo los fuertes cimientos del lugar que me vio crecer hasta llegar a la punta de ese farol como si fuera lo mío una cuestión de subir hasta el sol de a poquito. Verde y de a poquito creciendo buscando un corazón.
Tus trenzas bajan de donde no se ve y no me dejan subir a ningún lado. Los miradores ya se chocan con los nuevos cimientos de una modernidad que no deja ver. Juro y prometo poner esas cadenas alrededor mío para aferrarme a ese árbol que no quiero que se lleven. Que lo vi sonreirme de chico y devolverme la pelota con su mano. Que te vi darme tu mano y que no la corrías a pesar del llanto y la transpiración. ¡Qué bailamos tantos tangos y nunca nos corrimos por valientes! Y que hoy esa misma valentía nos quema de adentro hacia afuera hasta hacernos ceniza en el cenicero, humo enroscándose por el aire para llegar al pulmón de algún fumador pasivo que nos rescate y nos haga verdad en algún tango con orquesta típica.

Tango.

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