7.7.10

El cine es testimonial. Recuerdo cuando fui el aire que se coló a tu lado. Presencia indeseada en aquel cine en el cual solías comprar dos entradas de más para ocupar de angustias y soledades cada una de las butacas de tus lados. Recuerdo todavía el olor de tu fobia al prójimo: producto incoherente de tu buena educación católica. Me acuerdo aún del color del crucifijo que colgaba de la cabeza de la mesa y de la postura rígida y de evangelio de cada uno de tus ojos que miraban fijo el brillar del blanco y negro que desfilaba en formas y colores delante tuyo. Suspiré con un llanto a tiempo y caí con aquella lágrima que lloró un beso que nunca pudiste darle a aquel amor de pantalla gigante. Corrí con tus ansias detrás de aquella bicicleta que huía llevándose los vasos en aquel guión tragicómico e italiano.

Hoy muero derrumbado junto a tu cruz, tu cine y tus nietos.

Cine. Querida Ana.

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