16.5.10

Las manos sienten el frío. Son éstas manos mismas que perdieron sus acordes cotidianos y hoy lloran hasta en las cutículas. Las manos lloran frío. Tiemblan y ya no es de velocidad rotunda e innecesaria. Toda aquella velocidad, sumado a todo aquel deber de cumplir con esas cosas que eran las que realmente no importaban, se extinguió como el fuego que incendió esas hojas en mi patio.
Las manos olvidaron de fueguitos y fogones. Vieron como se hizo una masa a la parrilla los ojos de mis manos. Vieron como el fuego cocinó hasta que dejó de ser crudo todo lo que iba a ser relamido. El fuego quemaba las hojas en el patio. Sólo había que juntar ramas y el resto era tarea de las estrellas y de las formas que armaban en el cielo.
Mis dedos y tus dedos. Un extraño baile desnudo con toda la ropa puesta. Una caricia indice. Una manera de colocar las manos... el maestro tenía razón. Tus manos son mis acordes cotidianos.

Re bemol.

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