25.12.09

En el patio se paseaba un gato. ¿Eh? No entiendo la fotografía: ¿Cuál era la razón para dejar caer los párpados, si puedo saber? Ella es inquisitora, observadora, lúcida hasta la desesperación. ¿Porqué los párpados? Y yo soy bruja de medianoche, malandra de árbol, dormido, tirado al sol fermentando todas las sustancias de día festivo. Entonces supone, me mira, pregunta y saca conclusiones. Sí, sí, por favor, no molestes. Como quieras, pero no molestes.
El patio, el calor, los ancianos. ¿Porqué no estás donde deberías, allá, arrastrándote con los demonios? ¿Cómo puede ser que pregunte eso? No sabe quién soy. O sí. Sí... la miro mirar y descubro, más bien como que palpo algo que repentinamente se solidificó, que sabe bastante bien quién soy. Me vio hace mucho tiempo, una vez de noches y gemidos sin control.
No sé. ¿Porqué no podríamos simplemente estar, con el gato y la bebida, con las cucharitas de helado y un hada misteriosa que no sé?
Acariciame, le piden. Y ella acaricia. Es solícita, no quiere dar vuelta sus ojos, no quisiera que se le fueran para dentro de las cuencas y termina viéndose la nunca. Le digo: Si te pasa, encontrarías otros ojos mirándote. Y se asusta. Me dice que soy malintencionada. Y me confiesa que todas estas noches ella fue quien entró a mi cuarto a moverme las manos y hablar parada frente a la ventana. No me importa. De verdad, estaba durmiendo y al despertar la mañana era más clara.

Ahora bien: ¿Vendrías si yo insistiera? ¿Me creerías si te dijera, un día, que podría tapar con enduído el agujero en la pared blanca de tus párpados? ¿Hasta dónde llegarías conmigo, sin invitación? A mí no me gustan los pasajes de vuelta. Nunca compré uno, siempre acepté que casi todas las cosas son indelebles. Entonces: ¿Vos?
Abro la puerta y encuentro un cuerpo. Cierro los ojos y me encuentran algunas manos. El jardín, las flores, el aroma que se pierde como una inhalación. Campos de cerezos florecen en una única maceta, y estamos adentro. Abrí la puerta, ¿quién sos? Estoy buscándote, y vos que te perseguís la cola como un perro pequeño. Mi aire se fuga, abre un boquete en mi tráquea y escapa, hace ruido de globo pinchado. Dame la mano. Decime que cuando deje de respirar voy a poder seguir sintiendo. De verdad, de verdad, no me importa otra cosa. Porque... ah, qué paz, ya no espero más. Nada más.


Epidural.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Celestial. Este texyto es celestial. maravilloso.