Si la encomienda internacional supiera que sin querer dejé caer de mi buzo una pelusa rosa de tu frazada y un pelo de tu largo y color, estaría contenta de ir a Londres y llevarse de lo más conmovedor que me tocó tener como ser humano.
No hay impuestos de importación ni aduanero que te robe para su hijo. Porque los aduaneros y los hijos parecen no reconocer este latir.
La música que nunca hiciste.
8.9.08
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