24.6.08

No entiendo en qué parte el discurso fue de predecir y antecederse a lo que, de una forma bastante más coherente en mentes más coherentes, hubiese sido evitable en vez de anticipable. Es como esperar que el cuchillo te corte un dedo. No: es como saber que el cuchillo te cortará el dedo y esperar a que lo corte.
Todos los días podría agarrar un cuadernos y relatar qué pasará, aún antes de que el sol salga y la noche caiga derrotada y doblada, como un pañuelito de seda tranquilo. Para muchos saber, poder predecir, sería el arma perfecta para manejar sus vidas sin ese bichito molesto que es el azar. Se abrirían como se abren los días, todas las posibilidades imaginables. Contarían con el tiempo suficiente para cambiarlo todo antes de que el tiempo les dicte la sentencia del que llega tarde.
Imposible imaginar quienes hay que no puedan hacer lo mismo. ¿Hay alguien que no pueda hacer lo mismo?
Levantando la mano para hablar, por favor.

En el caso de lograr conquistar un segundo de cambio, ese aliento fuerte de estar logrando cambiar la historia, empezará la desesperación a carcomer cabezas y nervios, uñas, ansias, impulsos, conciencias. Correremos como corren los que no pueden esperar más. Y otra vez, con los ojos cerrados de alivio y la culpa anunciando que ya llega, repetiremos lo predicho y crearemos, otra vez, ésta nuestra historia en espiral.

Que no tiene fin, que se retroalimenta, que es como un parásito comandando una nave de carne y hueso. Y no tiene ocho patas, ni colmillos gigantes, ni enormes poderes. Es, nada más y nada menos, un ejemplar de la especie humana.



Proviene del latín dicto y significa "dicho", más el negativo a. Sería, entonces, aquella persona que no puede poner en palabras su angustia vital.
Aquella persona que no puede poner en palabras su angustia vital.
Aquella persona que no...

1 comentario:

Anónimo dijo...

...puede poner en palabras su angustis vital.

Puede puede puede