29.6.08

A menudo los tiempos de existir como casi nunca, llegan. Los tiempos, esos instantes fuera de serie, en que conectamos con el entorno y con los adentro nuestros, únicos espacios para estar y ser. Cuando te hicieron a vos rompieron el molde, escucho y te digo. Cuando te hicieron a vos se olvidaron de quien eras y ya nunca más existió alguien igual. Pequeña sutileza del mundo para notarla y darse cuenta de esta pieza preciosa en el museo de la humanidad.
A menudo (a veces parecen siglos, pero...) todo encaja. El porqué de la gente robándose las lucecitas verdes que estaban en el pasto para verlas todos y no para que jueguen diez. Encaja eso, perfectamente, con la belleza de cien globos de papel flotando iluminados en el lago, alejándose de los ruidos, los humos y las euforias. Los bailes, los sudores, los cantos, los mensajes, las manos saliendo de los bolsillos a explorar el aire y llenarlo de partículas y de gente.
Todo este tiempo esperando que el momento que a menudo sucede, llegue. Todo este tiempo con algodón en los oídos, perdiendo la mitad de la belleza y la mitad del color.
Ahora ya podemos respirar. Con el pecho hinchado, con ojos abiertos, con los pies listos a saltar y llegar a lo más alto. Más alto que los techos presupuestos, más alto que el alcance de un avión, más alto que ese cielo que no existe... es la ilusión óptica de la luz interactuando con los gases. Cuando te hicieron a vos gastaron todos los frascos de lucidez. No les quedó nada para el resto. Bajaste a tierra y todo estaba contigo. Brillabas de intensidad. Tenías los ojos encendidos y la mente llena de pájaros. Dicen que ese día, cuando te vieron venir, algunos pensaron que no eras de este planeta. Pensaron que para tanta rareza no estamos preparados. Estaban todos equivocados: eran testigos del comienzo de un nuevo tiempo y no se daban cuenta.

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