28.5.08

¿Y si me creo joven y parece que ya el espejo denunció que caducaron los tiempos como para darse lujos de lentitud? Hay preguntas que no puedo apagar, son como luces siempre. Me duelen en la parte trasera de los ojos, como un nudo en el nervio óptico. Y si me creo joven y parece que ya...

Las caras de ansiedad demuestran gente a quien ya les llegó el momento. Los que vieron venir el tren y cuando les pasó de largo, recién, ahí, se vieron parados con todo el tiempo esperado como mochilas sobre los hombros. Se fue haciendo chiquito, despreciable contra la gran distancia, hasta que al final desapareció (otra vez el silencio, anunciaron desde abajo dos pies cansados).

Hay momentos para decidir hasta cuando se soporta y cuando se dice basta. Hasta cuando uno es capaz de saberse joven, sin entender que las arrugas en el espíritu empiezan a quejarse de no haber hecho nada sustancialmente importante. Ni grandes sucesos, ni nada de eso: hablamos de haber encontrado el hueco en que uno cabe perfectamente y se ajusta y lo siente. Después, desde ahí, florece como en primavera e invade todo de hojas y ramas y flores. Hablamos de haberle tirado el vaso de agua del escritorio al tremendo señor que dedo con dedo en cada mano hablaba y nos enterraba cual muñequitos en torta de casamiento. Hablamos de haber sacado las rodillas de merengue, haber manchado algún esmoquin, haber arruinado más de un vestido con canutillo (y el grito de aquella dama, ay). Hablamos de la tremenda barrera ancha que separa estas manos de esas mentas y condena a este cuerpo al lento final, triste y aburrido.

El sol se pone en el ventanal, estamos tan cómodos. La estufa está prendida, se apaga el otoño y se enciende la noche. No importa estar solos y desesperados, ansiosos y desconcertados. Hay comodidades que parecen poder con todo. Lentamente nos dormimos entre los almohadones, lentamente vamos cayendo más allá de los límites de lo visible. Respiramos suavemente una vez dormidos, damos un un par de vueltas y cuando la leña termina de consumirse aparece, sin que nos demos cuenta, el tiempo y se sienta en el banquito azul a reírse un rato de nuestra pobre resignación.


Enough.

No hay comentarios: