29.5.08

Algo tienen estos años que me enseñaron que mis dedos van tomando un sabor agridulce que me encanta, que el 21 de junio empieza el día a crecer otra vez, que antes el tiempo no se medía con relojes sino con soles y flores, que en algunas partes de la India se cree lo obvio: que el ser no envejece, que la resignación mientras más crezca más posibilidades hay de que en el camino haya más obstáculos para revertir en noches de locura, febriles delirios y vuelos de nostalgias del futuro.
Algo tuvo ésta semana que me hizo encontrarte en el camino de lo cotidiano caminando en la vereda del frente para el mismo lado. Viendo a los obreros escuchar el partido desde el andén con una spika casi clavada a la oreja con tuercas y tornillos oxidados -emocionados óxidos emociones- esperando para volver del receso a picar y picar bajo tierra. Se pasa el tiempo y se aumentan las ganas de morir. Justo cuando creía que había más cosas que eran inversamente proporcionales, como la alegría y las ganas de morir. Ahora que el libro que leí ha suicidado a mi protagonista y lo ha dejado como un número más -o mejor dicho 50mil números más que vendió aquel diario en el año 1929 tras morir-, ahora que en el piso de la pensión quedó una niña bizca y moribunda. Ahora que la muerte parece rodear el todo, me alegro de florecer en amaneceres invernales repletos de ganas de ser oso, de ser panda y de cercanos encuentros a cualquier hora para comprobar que late más fuerte hoy el planeta que la resignación permanente y monstruosa.

Denunciote, denuncio a tu fantasma que no me hace daño.
Denunciote, denuncio a tu vanidad que no deja que veas más allá del cerquillo.
Denunciote, denuncio a tu materialismo que sólo deja mensajes en el contestador esperando monedas.
Denunciote, denuncio a tu teléfono que no permite que entren monedas y se las come en nombre de los que no tienen qué comer.
Denunciote, denuncio a tu músico de protesta por no hacer un bis más.
Denunciote, denuncio a tus coincidencias que no muchas veces funcionan.
Denunciote, te denuncio en exclusiva a la soberbia ánima en pena, monstruosa y colectiva, que inunda tu cuerpo de mujer, melancólica, nostalgia y ciclotímica Buenos Aires.

¡Te brindo una bomba H desde acá!
¡A tu salud!

Salú.

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