24.4.08

Como personaje en cuento de Poe. Inmersa, pero de verdad, en un horror que no se puede quebrar y emparchar con otra cosa. Sin entender, sin haber encontrado razones, hay una realidad suplantando a otra, mientras gritan desde todos lados que no le crea. Pero...

Avanzan desde las alturas con rapidez. Cuelgan de la nada y son más negras que la oscuridad. Las veo cayéndome encima, sé que hay alguien tirándolas y no sé quien es, pero lo odio, lo odio más que a cualquier cosa. Entonces, cuando caen sobre el acolchado, hace 7 segundos que grito. Pero él no para, porque es una realidad horrorosa sin posibilidad de quiebre. No la puedo suplantar.

Y desde los costados, desde las paredes, desde un metro de distancia hay personas hablando y gritando, creo que dicen que no es verdad, que la verdad está ahí con ellos. Pero no me convence, no pueden decirme que no las vieron caer, que no las ven ahora ahí, arrastrándose y aterrorizándome. No pueden estar ciegos de esa manera, y no entiendo porqué no las ven. Yo las veo. Yo estoy llorando ahora porque están ahí y no las puedo sacar.

Entonces la pregunta clave. La de las realidades. La de porqué no va a ser real esto, mi horror, mis cosas desde el techo, mis gritos. Porqué si quisiera sacarlas de la cama no habría nada que sacar. Si creo profundamente que sí, que sus cuerpos horriblemente largos caerían al piso haciendo ruidos feos. Y no, y porqué no. Si no las puedo sacar, se quedan. Si nunca cayeron, si no existen, entonces porqué no dormimos.

Quiero salir, todos quisiéramos salir. Pero no se puede creer en las voces que anuncian otras posibilidades aparte de lo que ven estos ojos. No se puede así solo por deseo. Solamente, si yo las vi, si ahí están, si con su imagen me estremecen el cuerpo y el alma, no hay remedio que sirva, no hay golpe en la cara ni vaso de agua ni cortina abierta que aparte la sensación.
Yo creería. Si pudiera creería y dejaría de ver. Pero, ya lo dije antes, yo vi a la anaconda tragándose una iguana enterita. Y después, todo se transformó. La iguana quedó muerta a un costado y la anaconda me llovió desde el techo, una noche, rato después de acostarme y siglos antes de entender qué pasa.



La mato y aparece una mayor.

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