2.12.07

Cuando a un tenedor lo usan para clavar a una persona en vez de a una papa en un plato es cuando uno se da cuenta que el mundo se está convirtiendo en un lugar inseguro para ser anormal. Uno no le puede escapar a la locura permanente que se vive en cada una de las ciudades y parece que tiene que dejarse la camisa de manga corta, los anteojos y la transpiración a flor de piel para salir con una escopeta a hacer justicias en nombre de todos los que miran el piso y dicen no ver lo que está pasando. No ven como lo hacen, pero sienten que les meten el dedo en el culo y les gusta.
Entonces en ese barrio está un tenedor que nació del barro y la pasión, en un lugar donde no crecía más que pasto que no le servía a nadie y ahora está lleno de distintos tenedores y cuchillos, utensillos para mariscos servidos en la mesa. Entonces el mínimo tenedor de madera no sabe muy bien como hacer y viciado por el exterior se fue transformando y ahora sirve para clavar gente, para peinar y para tomar de la mejor, de la mejor manera que existe para los que toman de lo que hay. Entonces es cuando hay una persona con ojos llorosos que no puede creer cuando en el fondo, ese enano optimista que tenemos dentro canta y canta una y otra vez a los gritos y con aplausos de fondo que todo va a estar bien, que siempre se puede salir del pozo, como una murga dentro de un baño, cantan esperanza desde la punta de un tenedor. Clavados en sus brazos y omoplatos siguen deseando y aspirando a que mañana va a ser mejor y que el hoy es solo un mal innecesario para llegar algún día a pasearse entre las nubes entre la tierra y el barro. Sin tenedores y sin vicios.

Ydale.

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