2.12.07

Si agarrás una flor y te gusta tanto tanto que la apretás con las manos contra el pecho, o contra la nariz, o el alma, y la flor se hace polvito fino, se rompe, se muere... tu amor destruye la belleza.
No vamos a crear más cárceles de las que ya hay. ¿Verdad?
Porque... si estamos presos todos los días, atados a la pata de la mesa o a la pata del escritorio, ahogados entre la tinta azúl y los mails obligatorios... entonces, ¿qué más nos salva sino un respiro hondo, al final del día, de ese aire de amor y ese aire de libertad?
Mirar hacia los costados, y mirar abajo, y mirar arriba, y que alrededor las personas estén pensando como hacer para sacarse de arriba unas cadenas que son brazos, una sanguijuela prendida al cuello, succionando, que es una boca, un ojo todopoderoso y vigilante que son los ojos que acarician y ven cerrar alguna noche, cuando todo dice stop.
Parece que algo se pudrió sobre la mesa. Nunca lo creí, pero lo podrido empieza a corroer a la mesa misma, que era quien podía soportarlo todo. Manteles manchados, insalvables, llenos de las manos que arañan entre el enredo diario, buscando la forma de llevar adelante una amor hecho de hierro y cemento.
Sonó un timbre y pensé, pensé mientras digitaba palabras que alguien recogerá más tarde, que ésto, si nos encarcela, no sirve de nada.
Y pensé también que el viento de amor tiene que venir a tirar todo por ahí, a sacarnos las caretas y las cadenas, a desestructurar lo estructurado y armar una nueva forma de ver el color y las texturas, la flor que no se muere más, la que ahora crece porque simplemente le dan agua de tomar.
Apague la sed, no se ahogue.




2sorpresaslindas2 - el día que no fue