17.12.07

Antes del anochecer existían inmensos refugios para pasar la noche con fuego y el día con mares que se abren y se esconden finitos en un horizonte. No importa qué horizonte.
Anochece cuando todo se queda quieto y las personas se dan las espaldas para ir a mirarse al espejo un rato. Cuando les pica la espalda y se van a rascarse un rato contra la pared. Y al volver, descubren que cambiaron.
Les extraña no encontrar tan fácilmente el refugio, que la música que ahora suena venga de dentro de sus cabezas y que al mirar ojos no hallen la conexión de mil vidas vividas una sola vez.
Cuesta a creer que se derritan las caras y tapen los oídos, no querer escuchar qué es de la vida que eligen vivir, pero a tientas y de noche es más fácil, si se mira con un solo ojo, elegir alejar el cuerpo y esconder el alma.


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