Yo tengo el as, la flor, el cuento, la palabra. Yo tengo en la manga un hilo de agua que me baja desde la sien y cuelga hasta el suelo. Tengo dos marcas en el pecho, de dos manos. Tengo un pico de pájaro en la nuca, un par de alas rotas en los hombros, y los pies cortados seis mil ochocientas setenta y tres veces. Ni una menos. Acabo de hacer la cuenta, sumando cada uno, uno tras otro, como amaneceres. Y la cuenta no falla, tiene repetición perfecta. Todo es perfecto en el plano de los dolores como cortes en la planta de los pies (y no son las calles! O... sí?), si sistemáticamente cada día tiene un motivo (y con uno alcanza) para producirlos.
Pero yo tengo el as, aunque no debajo de manga. Y tengo la flor, que no prende de ningún ojal. Y el cuento que no fue contado, porque para repeticiones están los cortes. Y la gente (no, gracias, paso). Las alas son de mentira a veces, a veces son de verdad, pero siempre siempre pierden plumas. Yo no sé porqué.
La palabra tiene gusto dulce y amargo al mismo tiempo. Es como lamer lo tentador y saber que abajo, abajo está la parte que no te va a gustar. Pero tu lengua es más que tu corazón, y tu lengua lame y lame la fina capa dulce del mundo, hasta que la tierra la invade y se reseca y entonces la lengua cuelga de vos sin servir para nada más que para seguir lamiendo supuestas dulzuras. La palabra que tengo quizás sea así cuando no es óptima. Pero hace esfuerzos. Quiere dejar de vivir en las cuerdas vocales para irse más abajo, al medio del pecho.
Ahora me duelen las manos. Alguien me contó muchas cosas sobre las manos una vez. A veces son coladores. A veces imaginan estrellas. Y ahora duelen, porque saben oler en el aire cuando estás tapando la olla y todos sus vapores, encerrando el gas, a punto de explotar. Y duelen, porque la estrella es mentira, porque el as que no está en mi manga se fue navegando mi hilo de agua desde la sien, y el charco de seis mil ochocientos setenta y tres cortes en los pies crece tanto que ahoga el cuento, la palabra, la flor, y el amor que sí es una estrella y sí brilla, y brillará el día que lo llames como si no costara más que eso, como si al fin y al cabo estos tiempos no fueran tan complicados como para que no sea posible insistir eternamente en este mismo loco intento.*
Fiame un poco de vida alma Zen - Unomásqueayer.
* Porque cuando el paso del tiempo y los siglos y la historia también marcan una tendencia y se vuelven moda, cuando el siglo marca la actitud y nunca pasa nada distinto que suene atemporal, entonces, amigo mío, estamos más que perdidos. Así que a ver si cambia de enemigo y se fija primero en esta cosa loca que tienen los siglos de perder dignidades e ir sumando patéticas costumbres de destruir lo sencillo e imprescindible, cambiar los significados, vender un corazón, bailar por un sueño.
Se podrá vivir la vida y no el siglo?
27.10.07
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1 comentario:
No quiero adularte más. Asi que no digo nada.
Pero automandate a la mierda cuando creas que lo que escribis no es genial.
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