¿De dónde vienen las cosas que mueren, y a dónde van las que nacen? Todas las preguntas son al revés. Con la lengua puedo llegar a tocar el suelo, y los pies rozan estrellas mientras patalean porque no todo es como uno quiere. La sangre se va, la siento correr como un humo rojo y suave, hacia la cabeza. Colgando. El pelo se me mete en los ojos, y yo sigo queriendo saber la verdad. Mi pregunta es si alguien va a poder arreglar lo que está roto. Y si así fuera, si salieras y tu boca fuera una sonrisa y tu piel pálida un destello, de todas formas habría inquietud. Porque en este estado y en esta situación compleja, aún así, comprendo que el arreglo vendría a ser parte sólo de mi más profundo deseo. ¿Y quién soy yo? ¿Quién soy?
Soy cucaracha cruzando avenidas, microbio mirando a lo alto un rascacielos. Mil rascacielos. Soy inquietud de media noche, somnolencia de las tres de la tarde. Soy invertida, patasparaarriba, persona pensante y sintiente que espera y busca encontrar lo que no existe. En la espera desespera, en la acción se cae y monopoliza un enojo de varios ratos. También soy horror de todos los días, maldad de todos los pasados, esperanza que quiere mirar por la ventana un futuro que no tarde.
Pero no importa. Importa aceptar. Callar más y sentir cómo será cuando sea lo que va a venir. Pero no tengo paz, y eso es terrible. Mi deseo es que muriendo nazcas, que acabes de consumar el camino, que te sientas ir como río al mar enorme, que derrames ya no en lágrimas la dicha de la existencia. Y la paz, la que no conozco, que tome contigo el té y te cuente cómo es cuando ya no hay razón para llorar.
Why you so speechless? Ah ah ah...
11.3.10
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