28.2.10

¡Cómo pega éste parlante en la nuca! Es sonora ruidosidad, es sonora revolución. Tenemos un son, tenemos un don: el de cantar. Pon que tenemos un don. Supon que tenemos un son. Viene cantando y clareando con sus trompetas y tambores. Viene mezclandose en el rumor y el rubor de la ciudad gris y triste del Río de La Plata. Se mete en las venas ya cortadas de mi ciudad, cerquita del Palacio. Se mete en mis piernas y en los huecos que quedan en el empedrado. Suena la fritura del aceite y es como cocinar esto de cantar y andar velando por los demás y los que uno lleva adentro. Como fetos en mi interior, como fantasmas en el interior, como ratones en la heladera.

La lírica deslumbra. Yo pienso a veces que escribo con tinta limón, que escribo invisible en algún pizarrón. Pero al parecer la poesía transparente en las paredes de mi ciudad se lee por todas partes. Es muy fácil caer en la casualidad, buscando algo sobre cualquier otra cosita. Buscamos bailar, buscamos sonar, buscamos vivir hasta dejar el ruido de lado y ser parte del silencio que nos enseñó todo. La lírica es comentada y la lírica es parte mía, de mi sangre y de la de todos. No hay tintas, no hay limones, no hay palabras... lo único que hay que limar es esa catarata de palabras que sale del pecho.

Esto es una crónica.

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