Darse la cabeza contra el piso, sentir la dura superficie deshilvanar ambos párpados. Meterse en la oscuridad profunda de la caída libre, del sin fondo, del no retorno. Desperdiciarlo todo, sacar de adentro un bicho y rogarle que lo coma a uno; lento, doloroso. Con las rodillas raspadas y las palmas de las manos destrozadas, saludar al fin. La pose, la gracia, lo delicadamente artístico. Para todos ustedes, mi sangre. No hay que comprar, es de regalo.
Besos que vuelan. El público no se anima a aplaudir. Animal. Eso piensan. Que sos animal, primitiva, instinto puro.
La cara es retazos. El pelo es nido de pájaros. La antigua muñeca de porcelana suda entrañas. Pedacito por pedacito, se desarma. Se vuelve líquido rojo y se funde con el suelo. Sólo queda el eco de unos gritos, recordatorio de que sí duele.
Mucho.
24.1.10
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