1.12.09

Enrejan la plaza a las corridas. La plaza amanece y guarda las mismas circunstancias: a la noche, caramala pero de día carasraras que se guardan de su normalidad para leer libros regalados o diarios gratuitos -leves excusas de un esperar-. El reloj corre con los atletas a mi alrededor.

El tiempo se mide en pulsaciones de deportista.
Es temprano para algunas cosas y tempranísimo para otras.
Zumbido de frenado, es mortal. Líquido para el chirrido es veneno ambiental.

¿Cuántas posibilidades viste pasar sin mirar?
Y el 'que te aproveche la noche' se cambió a un despertar.

Vuelta cincuenta y dos, minuto cuarenta y seis, llanto primero.
¿En qué día se piensa cuando la primer palabra dicha es 'chau'?
Quizás en uno sin noches largas ni cortas, o quizás sólo y lleno de noches largas, de ventana abierta, persiana cerrada y luz prendida.

Malformación de frases en el aire: 'Cada vez que hablás dos veces tenes que escuchar una'.
¿O al revés? Chirrido. Más miedo al conocido y al bocinazo que a la lluvia misma. Las precavidas miran para que no les cobren peaje de más. La fila es circular, el dueño es un personal trainer y el despertador cerró los ojos para pedir un rato más. Me miran. Carasraras en la plaza sin bebedero. Se chiflan. Se huelen. Se van. Sin paragüas abierto sino con abiertas ganas de darse y llevarse de la mano. En la otra, un papiro esconde un mapa de la ciudad con el camino a una plaza con luna y sin ruidos.

Reflexión.
Chupetín y se van.
¿Y yo?

Parque.

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