13.11.09

Y llegué quizás a ese Edén de madera y café. A esa esquina de grano marrón donde contarle a nadie y a todos cada profundo lamento. Es mi arroyo en la ciudad, son los pasos malos en San Telmo. Es la nueva manera de teclear. El clima está europeo. Los ojos de mi sentimiento ven otras cien estrellas en el cielo. La inercia es tu manera de seguir, pero las hamacas se detienen en algun momento. Alguien se cansa de empujar la hamaca y por reflejo se detiene. Porque el mundo no vive en Firmat y porque todo se termina terminando. Esto que vivo hoy se parece a esa estrella muerta que sigue brillando. Lo que hay entre los dos es brillo de estrellas que murió hace muchas décadas atrás. Falta asincerarse y que aparezca un científico saber a decirnos que en lo cíclico de las cosas, esto ya le pasó a algún comensal. No vale la pena que muramos atragantados
¿Acaso la especie nunca comprendió que hasta la bola con más pique deja de rebotar?
Estás en el otro estremo del lugar. Inspirando el movimiento de mi mano. Tus ojos tras los vidrios y tu remera de la metrópolis. Sin slogan, tu cuerpo es un mensaje. ¿Cómo llego a que me cuentes? No quiero bailar más solo, si nunca supe bailar. Lo mío es caminar, lo sincero siempre es poesía.
La tinta negra sobre el blanco me ve solo. Yo no sé quien organiza esta desorganización, no sé quien paga la cuenta en este lugar. Huele a café cada calle, en cada recoveco crece una planta y se enrosca en un farol. Mirala subir y su deseo verde de llegar al cielo. Sé ese deseo, respira el oxígeno que sale de esa planta, ese aire de esperanza.
Yo no sé quien marcó el rumbo de la táctica. Hoy soy de mil lugares, soy un non que va por acá, por los caminos y ya nadie saluda por verme crecer. Nadie sonríe porque me vio leer. Lecciones de otra época y otra edad.
Hoy citadino e inesperado soy charlado por anónimos. Soy un muerto vivo más en una ciudad que chupa sangres bajo el cielo azul.

Saint Elmo.

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