23.12.08

Este canto con destino, este canto con destinatario. Esta carta cantada con recipiente, con un goteo constante sobre la tapa de la cabeza de cada uno de nosotros, bailarines. Este ritmo de tambores sonando al compás del corazón, y el llanto de un cantor que expresa la razón que sostiene al corazón. La canción caribeña, las ganas de mover los pies, que sonaban en el fondo de una habitación cuando no estaba helada y solitaria. Entre ventanas que se abren y sábanas que se mueven al ritmo del tambor.
De a poquito uno recuerda que controlaba las luces de la ciudad, como una especie de misterioso conocedor de las ciencias urbanas. Uno llega a la conclusión de que fue una especie de esbozo de superheroe que merodeaba la ciudad entre zapatillas baratas y cordones desatados. Los pies de un semidiós que cargaba un hijo y un proyecto de vida entre sus nalgas.
Hace mucho había sueños y hace menos fueron realidad. Hace mucho menos tenían patas de gallo que dejaban marcas sobre la arena de la dermis. Hace menos que mucho menos los débiles se bajaron del tren, decidieron abandonar la lucha imposible y largarse a mojar los pañales de llanto.

Hace.

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