23.12.08

Como si fuera un primer fascículo de poesía encantadora. De voces que resuenan en las mentes de los peatones en las urbes. Bandas sonoras en las mentes que no necesitan de ningún enchufe a sus orejas para disimular los chirridos del freno de los omnibus y de los subterráneos de más de cuatro pisos. -Te confieso que a mí también me gusta el A, como si fuera más que un fascículo, una carta que dice estupideces para descargar- Va cantando alguien por ahí, hace veinte años una melodía tarareada que dice entre letras sin sentido que Chico Buarque tiene puestos los anteojos que dejé sobre un cuaderno con su rostro iluminando el cuarto. Como derritiendose sobre el papel araña, como se derrite el sonido de los bandoneones de tu versión con la voz femenina de una rubia despampanante en el corazón. Algo entrando en la mañana.
Chocan, se hacen trizas en el aire. Lo del tango es una idea que me toca aunque no quiera.
Una chica sube a un taxi. Caballito, Buenos Aires. Muere un tipo en Mataderos, un balazo en un aguante.
Y esto no deja de ser una canción desde el alma.
Sol, que me calmás.
Tango que me hiciste mal. Sin embargo te quiero, quiero sepultar.
La vieron a tu vieja con un pan de hash, vendiendole a los negros en la calle Montparnasse.
Y esto no deja de ser una canción desde el alma.
Ni un fascículo disfrazado de carta, ni una carta sin sentido desde el fondo del dolor. Ni un tango malherido, deja de ser. No deja de ser nada. No deja de ser un todo que lastima y que es una llaga de dolor en cada uno de los dedos que sostienen ésta lapicera. Llagas hasta el fondo del tango. Llagas hasta el fondo de la ciudad. Hasta Pompeya, hasta un puente con olor a podrido. Desde alguna calle perdida de París.

Alma.

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