9.10.08

El que quiere enriquecerse tiene que inventar cosas prácticas, sencillas.
El que patentó el juego del diábolo, ¿sabe usted quién fue?... Un estudiante suizo, aburrido de invierno en su cuarto. Ganó una barbaridad de pesos, igual que ese otro norteamericano que inventó el lápiz con gomita en un extremo.

El que quiere enriquecerse está sonriendo y negando todo el tiempo. Le niega el grafito al lápiz del niño que dibuja, le pone precio a la lapicera que iba a escribir ideas y que ya no está al alcance del bolsillo. Las ganas del creador mueren y son tan pocas que se declaran incapaces de cerrar la puerta del baño cuando está haciendo las necesidades más marrones. Las manos se demuestran débiles para hacer bajar el picaporte y en el caso que el viento cierre la puerta con más ganas, no se va a mover ni un pelo -de punta a punta, de extremo a extremo- ni un pelo de la cerradura. La cerradura pega de lleno y no se escuchan más que gritos en el recreo de un colegio cercano.
El sol pega sobre la fachada blanca y parece que la música de hoy es una campanada que dice cuando está bien o mal disfrutar. La eterna pelea del bien y el mal, siempre.

Da ganas de subirse a una furgo o a una canoa a navegar. A pensar en el Río Luján, en el Río Tigre o en el Río Tigris.

Furgonetamente triste.

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