3.8.08

No debe ser tan tarde para decir, quizás en el último momento quede, lo que nace del sentimiento, un día como hoy, como ayer, como tanto otro escritos y por escribir.
Es el eco que resulta de una larga estadía en la tierra, de la cantidad de huecos y faltas de amor rellenados con tu presencia. Con la riqueza de los momentos más pobres, y esa pequeña certeza de estar ahí aunque el viento grite guerra y uno se quede, firme, en el lugar que le corresponde para alimentar otras tantas vidas.
Quien quiera que te recuerde, quizás cuando llegue el momento de solamente recordarte, tendrá la mirada calma del que vive paz sin más que cerrando los ojos. Habrá grandeza en el sitio que ocupen tus huellas, como eternas manchas de calor anaranjado sobre la mesa, en una gorra, en las patillas de unos lentes gigantes.
En mi memoria hay un tacto a lana suave, un gusto a algo que no sé qué pero es tanto, un olor a árboles y a humedad, una imagen de desorden en el infinito del tiempo. En mi memoria quedaron rastros de historias abajo de una mesa, y solidarias risas para entender porqué fuimos metidos en este quilombo existencial.
No hay ternura que no te tenga presente. Como ejemplo, como recuerdo, como hoy, como ayer, como todos los días. Y quiere hacerlo ahora, que lo escuches, aunque seguramente ni sepas. Pero no importa. Quizás no sintamos menos culpables el día que llegue y ya no podamos haber dicho estas palabras. Yo no voy a cambiar nunca. Solamente, sin pensar demasiado, poder aplacar un poco el fuego de las cosas que uno se calla, quien sabe por cual razón de la naturaleza. Si quemaran en el interior con menos intensidad, seguramente no estaría ahora con una sola canción pensándote. Seguramente, por más que el tiempo me apuntara de frente con sus tantas armas disponibles, me habría dado vuelta a hacer otras cosas.
Pero hay palabras que no pueden ser dejadas hacia atrás como descartables. Hay palabras que ejercen presión. Algún día lo voy a entender; porqué son éstas y no aquellas, si parece que justamente las que no lo son tienen la culpa de todo. Pero éstas, ahora, no dan espacio a tomar otras alternativas. Hay que dejarlas salir. Como aquella otra señorita cerrando los ojo y cantando, sintiendo algo que no puede ser compartido. Por más que su voz exprese el dolor necesario, y las mejillas húmedas sean conexión directa al sentimiento.
No podemos. Estamos solos para saber qué nos pasa. Y aún así...
Con tus manos construiste la sangre que te sucede. Hiciste la historia de los que cuentan con idas, vueltas, y esas trampas que (¡no sé!) te patean por atrás cuando las estabas esperando. Pasan, ¿no? No hay (no hubo) forma de hacerlas a un lado. De saltarlas como una carrera con obstáculos. Uno se da de cara y cuerpo contra ellas. Las sufre hasta el final.
A vos te dejaron la cara cansada. Te acrecentaron algunas arrugas y te hicieron la sonrisa más franca. Para que guardes todo esto aunque no lo leas. Para que escondas en tu alma lo que quise decirte alguna vez, ahora un simple día perdido en el tiempo, cuando recordándote te hiciste presente y entonces yo no tuve edad, el corazón sonrió un ratito y el aire trajo a peinarnos de alegría las caras, uno de esos tantos domingos al sol.



And I wanna believe you, when you tell me that it'll be okay.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cuanta ternura cheeeee