Ahí voy. No soy así, en mi bolso llevo cosas tan distintas y tan escasas, no se parecen a las cosas que contienen los bolsos de otros. Quizás cueste un poco más. Ya creo que sí, después de haber tenido que sonreír a más de un chiste que no entendí, y asentir a más de una afirmación acerca de algo que, lo juro, jamás viví. Pero es tan esencial... (¿quién lo admitiría?).
Soy hijo preso del siglo de las obligaciones, marcado a fuego por las cosas que no digo en voz alta. Pero ahí voy, como si me costara nada más que un soplo elevarme y llegar, descendiendo elegantemente en el jardín de una casa perfectamente iluminada.
De mi galera saco gatos y el público tiene miedo de abuchear, no quisieran tener que decirme que un conejo debía ser. Un conejo debía ser.
Agüita para consolar. Mitad convicción, mitad mentiras. Ahí voy, balanceándome en una telaraña, más pesado que diez elefantes.
Ahí voy. Agarro mi bolso y ahí voy. Nadie sabe qué cosas serán, seguramente piensen que son las mismas que llevan ellos. Cuando paso mi tarjeta electrónica y el pitido me permite ocupar mi lugar, ahí voy. Compartiremos asiento, o no, pero seguramente yo estaré mucho más lejos.
Y ahí voy, a escaparme como una fuga de aire en una pelota, disparado hacia el infinito por una falla en la capa de ozono.
So here I go, hello, hello.
4.5.08
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