Morirte de sed, ahogado en el desierto acá a dos cuadras. Insuficiencia en los ojos, que miran sin ver más que difusas siluetas de gente que probablemente no exista.
En tus pies descansan sueños y en tu voz conviven llantos.
Completando la ironía, viviendo y maldiciendo, escupiendo al suelo uno o dos dientes con sangre después de cabezasos contra la pared.
Morirte de sed, sumergido en un vaso de agua. Qué risa.
No atinaste a tomar ni un trago, creyendo que estaba vacío. Triste el destino, triste tus ojos insuficientes, triste tu mano que cincha el mantel y tira abajo la mesa. De brazos cruzados espera la Moira por sacar la tijerita del bolsillo y cortarte el hilo. Quedate así un segundo más, dale. No hay hilos de oro que rompan filos y te salven a último momento.
6.11.07
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