1.11.07

Me mira desde arriba de la silla y sonríe. Pero sonríe en serio. Tiene la boca abierta al aire, los ojos entrecerrados, las mejillas con profundas marcas de alegría.
Le digo que creo que los últimos días no deberían ser tan lindos. Que tanto olor a verano, y tanta risa, y tanto barullo, no sé, me hace dudar. Se ríe un segundo más, baja de la silla, borra unas palabras escritas con tiza blanca y mira por la puerta. El corredor está vacío. Veo sombras, escrituras en la pared que se tragan la pintura blanca encima de ellas, sillas destartaladas que antes le sostenían la sonrisa, y ahora un aplauso.
Entonces creo que si sonriera así todos los días yo tendría miles de flores en la ropa, cientos de brillos, cuatro mil gestos en la cara y agua que hacer correr entre las manos para siempre.
Nada absorbe lo que es tan indeleble.



Nosotros monologueamos - algoquehagamágicotudía

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