14.10.07

- ¡Por, Dios, que paren!
- ¿Quiénes? ¿Qué te pasa, Rodolfo?
- Las caras en las vidrieras. Si no dejan de mirarme así me van a volver loco. Hace cuadras... basta, basta. Esas caras de plástico... no me pueden ganar a mí, ¡si no sienten!
- Ay, yo sabía. No tendrías que haber venido. Deberías haberte quedado en casa durmiendo. Estás trabajando mucho, estás alterado, vamos, vamos....
Mecha agarra a su marido de un brazo y con la otro sostiene el bolso mientras camina rápidamente y los tacos hace toc toc toc más rápido de lo que un segundo tarda en terminar.
- Todo el tiempo en la oficina. Yo no sé, Rodo, ya estás viejo, tenés que parar, que descansar... ¡el cansancio!
- ¡Pará, Mecha! No es una cuestión de cansancio.- Rodolfo suelta el brazo del agarre peludo de su mujer, que se detiene en la calle junto con él mientras su cara muestra la expresión de desasosiego que muestra la gente en situaciones que le son ajenas al cotidiano y pacífico vivir.- O sí. El tiempo, el tiempo y una puta costumbre de que siempre va a ser igual, ¿no? Sí, siempre igual. Un ciclo. Nos enamoramos, nos dimos besos (o nos dimos besos y luego nos enamoramos?), tuvimos sexo, después nos casamos, tuvimos hijos, ahora estamos viejos, mañana nos morimos. ¿Y qué pasó en tu vida más que un ciclo? Nada. Y ellos se ríen, se ríen de mí, que soy un pelotudo y de vos, que no entendés nada.
- Rodo...
- ¿Querés ver cómo se te escapa todo con los días y con los meses si lo único que te pasa en la vida es la vida? Si el viento nunca llega a darte vuelta. Ahí está la cuestión, ¿me entendés?- Mecha mira el reloj.- Miralos ahí y no te mires la muñeca, mujer. ¿Qué hay en las vidrieras aparte de la ropa que no vas a comprar porque no tenés plata o ya tenés mucha de la misma?
- M... ¿maniquíes? Rodolfo, ¿estás hablando de maniquíes? Ay, por Dios...
- Maniquíes sí. Fijate. Son seres humanos de plástico. Que loco, ¿no? No tienen vida, no respiran, no sienten amor, no tienen células, no sienten nada. ¿Y? Sin embargo sí, están ahí, mejor plantados que vos y yo. Somos tan iguales, Mecha. No hemos hecho nada más que observar vidrieras y ser observados por alguien más. Así. Todo... un asco.
- Rodolfo, me estás haciendo sentir mal. Y encima no entiendo qué decís. Estás ahí, diciendo cosas raras, relacionándonos con maniquíes, y de pronto tengo miedo. ¿Enloqueciste?
- Cuando estás mucho tiempo con corbata en la oficina, lo único que tenés ganas es llegar a casa, aflojar el nudo y sacarte la ropa. Hacemos el amor desnudos. Nacemos desnudos. Nos entierran desnudos. ¿Y qué hacemos después de hacer el amor y después de nacer, Mecha? Nos vestimos. Ropa, ropa, ropa. Y después de vestirnos, además de querer más ropa, somos gente con casa, con auto, con celular, con maquillaje, con maletín, con computadora. Solo somos nosotros y nadie más en breves situaciones que concluimos y pum, otra vez al mundo maniquí. ¿Entendés ahora? ¿Entendés que ni siquiera te toco cuando te doy un abrazo, porque tenés un abrigo peludo de 2 mil pesos, Mecha? Y, sin embargo, siento amor. Una locura.

Mecha aferraba el bolso y parecía incapaz de expresar nada más que esa mueca de desconcierto. Los tacos parados en las baldosas grises, los mismos maniquíes vestidos de moda por el diseñador de moda, y Rodolfo a su lado que prende un pucho.

- Ahora sí, me voy a seguir matando un poco más, Mecha. Si el tabaco no puede parar esta visión de los hijos de su madre estos mirándonos a través del vidrio, al menos estoy seguro de ser un ser humano aspira humor bien idiota: si van a seguir mirando, que no se lleven una mala impresión. Si vivimos toda nuestra vida sin moverle un pelo al mundo, ya está. Mis pulmones se van a morir antes que yo. Ahí sí hay una diferencia: los maniquíes no tienen pulmones. Debe ser por eso que se ríen. Cambiá esa cara de sapo asustado, agarrame el brazo y vamos a seguir caminando, dale.
En silencio Mecha y Rodolfo retomaron la marcha. Al doblar la esquina, ella creyó distinguir un pequeño destello de risita sarcástica en los ojos de los modelos de plástico en las vidrieras. Pero no, tampoco entendió.





* La verdad que no sé de donde salen estas cosas. Yo también debo tener cintas grabadas en el cerebro.

No hay comentarios: