16.10.07

Creo que estamos muy acostumbrados a mirar el piso cuando caminamos. Debo ser yo, pero también he visto a otra gente hacerlo. Todos los días camino varias cuadras entre sombras y soles, a veces está nublado, mirando el suelo, pateando piedritas, escuchando la música que me mantiene piel adentro sin enterarme mucho de qué pasa afuera.

El pibe caminaba medio apurado, y una cuadra antes de que nos cruzáramos ya lo vi venir, si bien mi letargo habitual y la música ensimismante no me hubiesen dejado creer jamás que tenía algo que decirme. Es que... así somos, no? Tenemos una conducta que siempre está relativamente bien aceptada, que no nos califica de desacato o locura
Una vez alguien me dijo que las vidas y los sucesos, lo que somos en realidad, se rige por la vergüenza con la que nacemos, la que vamos desarrollando y la que desde lugares irreconocibles (y no tanto...) pareciese que no inyectaran en las venas. Cuántas cosas atragantadas por no animarse. La lista es interminable. La sensación de ser productos en lata en la góndola de un supermercado, amoldados al envase, no es reciente, lleva tiempo haciéndose sentir.

El pibe caminaba medio apurado, y ahora que estaba suficientemente cerca, parecía preocupado. Caminaba algo agitado, movía mucho los brazos. Traía un buzo negro y venía medio transpirado (sector sol de la calle).
Fue como agarrar a la realidad tal cual está y pegarle arriba un recorte de otro mundo. No tenía ni comienzo ni fin, ni era esperable.
En cierto momento el muchacho se acercaba a mí, aún con esa expresión de agitación y euforia, y agarrándose la cabeza me decía rápido y casi gritando: “Yo sé que sí se puede. Nos quieren hacer creer que no, pero sí se puede. Vos también sabés.”
Sin más, dio los pasos necesarios para rodearme y siguió su camino en dirección completamente opuesta a la mía, todavía moviendo los brazos y murmurando cosas como "la gente no se quiere dar cuenta".
Y yo quedé ahí, con la música todavía en los auriculares pero ya sin oírla. Doce horas antes había estado pensando que en general nunca pasa nada nuevo. Y ahora tenía la cabeza hecha una cosa explosiva, cargada de ideas, de significados y una sorpresa tan grande que no supe si tenía que seguí para adelante, o alcanzarlo y pedirle que me explicara mejor, qué era eso que sabemos que podemos hacer.
Quizás ahí, o quizás simplemente ahora, pienso que no sería la pregunta correcta. Porque no hay respuesta para algo que siempre se supo. Lo sé, lo sabemos, lo sabía él y más tarde alguien más lo sabrá y tendrá el valor de decirlo. Así que seguí con las cuadras que me quedaban, porque me pareció que cualquier cosa que sepa que puedo hacer, no queda para ningún otro lado que para adelante.
Creo que estamos muy acostumbrados a mirar el piso.
Creo que estamos muy acostumbrados.









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