- ¡La gente tiene que saber quiénes somos! - me grita desde la otra acera de la avenida - ¡Tiene que saber, porque si no saben son más tristes!
Y se va caminando.
En eso andaba cuando me pregunté cómo es esto de caminar y de esperar. De soñar un poco más cuando la conciencia ataca y simplemente querés volver a ahogarte.
Un recuerdo rectangular en mi agenda. Unas palabras que hablan de planes y cosas por hacer. Un poco más de sal en el mar, algún grano de arena que se me escapa en el conteo. Y mirar, como si nunca los ojos hubiesen provisto de imágenes a esta historia.
Me voy alejando. Tocan la puerta en algún sitio. La misma señora, que presumo es inmortal, junta puchos y nunca dice nada. La guerra es interna, me recuerdo. No existe idealista, no existe pensador ni hermoso joven revolucionario, si no se da cuenta que no hay mundo más injusto ni historia más sangrienta que la que se lleva a cabo del lado interno de la piel de cada uno. Nadie podrá jamás cambiar el mundo, nadie va a sacar a la señora de la calle y a lo niños de sus pesadillas callejeras, si no da una mano hacia adentro, una revolución de formas y pensares y estructuras que caen. Como volar en el agua o nadar en el cielo.
2, desarma.
20.1.10
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