24.12.08

¿Alguna vez te pasó que en la cabeza se proyecta la película que filmarías si tuvieras lo necesario? Tal vez después descubriste que no es una película, sino la vida o (al menos dame esta chance)un momento, una sucesión de situaciones no tan larga pero suficientemente extensa como para saciarte. Apuesto que también te reirías. Que terminarías con las sábanas envolviéndote y una gran risa, risa de trasgresión y conciencia, de alegría y de saber que el mundo no quiere que estés así. Pero estás, y eso es lo más glorioso.
Nada peor que encender el fósforo bajo la lluvia. Así tampoco es, y así también se muere Iribarne. Él que pintando escribió su futuro, la ve y muere por saber qué piensa cuando mira. Qué parte de su cuerpo lo siente presente. Cuántos pasos da hasta llegar a la oficina. Si huele las naranjas o simplemente no les presta atención.
Te estoy viendo sin que estés, estoy espiando tu casa, esperando que llegues. Vos me abriste la puerta, me diste la llave, me agarraste una mano y sin que la sienta me abriste los ojos. Te estoy vigilando con el corazón salido, marcando su contorno en mi ropa, dibujándome ventrículos de ansiedad. Espero que llegues e imagino. Eso nunca para. Siempre imagino, imagino y proyecto películas, que son las escenas que filmaría, que viviría, si pudiera. No sé porqué demorás tanto. No sé porqué no podrías simplemente acordar conmigo una hora y entonces vernos, tocarnos la cara, saber que existimos más allá de un cablecito anunciando modo on.
Mi fósforo y el agua, esa incompatibilidad insoportable. En un rincón de mi cabeza el olor exquisito y lo horrendo del palito negro y mojado se mezclan, adquieren una textura espesa y chorrean desde mis conductos lacrimales hacia el universo. Me hacen acordar que durante mucho tiempo, seguramente más de trescientos sesenta y cinco días, amé a alguien sin decirle una palabra. Más tarde, formando parte de una de esas iluminaciones que le ocurren a uno cuando su interior nos obliga a ser sinceros, reconocí que no fue solo una vez. Reconocí que siempre fui las rejas que no me dejaron decir palabra. Nunca di una sola batalla. Todas las veces, como un guerrero que se corta el cuello antes de arriesgarse a sufrir un poco, me declaré en pérdida y bajé la bandera. Ahora muchos lo saben, esta es mi forma de decírselo a todos. En el fondo quiero que sospechen de mi, que se den cuenta que hace rato estoy bajo la lluvia, con solo fósforo apagado y el bolsillo lleno de esperanza, de tibia esperanza que me canta bajito, para no asustarme, que no me desespere. Alguien traerá otro fósforo y vamos a prenderlo, antes de que la últimas toma termine, antes de que digan corte y no quede más tiempo.


Lifeforrent.

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